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Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

Regando las plantas...

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l. legaspi -

PEDRIN DE HUERTA * 1920, +10 de mayo 1949.

Escribo este comentario con cariño y temblor. Lo de cariño, porque Pedrín era amigo, creo que era el mejor amigo de todos los castropolinos de nuestra generación, era un líder natural de los niños y jóvenes castropolenses del segundo cuarto del siglo XX. Los reparos en escribir me vienen de lo precipitado y por ello poco precisas que han de ser estas notas y porque perfiles y sucedidos se van desdibujando en mi fatigada memoria. Hay, todavía, amigos que podrán corregir y completar mis apuntes. Creo que merece la pena.

Pedrín de Huerta es una figura destacable en el paisaje castropoleño de los años veinte, treinta y cuarenta. Ya desde la escuela de don Arturo aparece polifacético en saberes y habilidades, además de su honestidad y equilibrio personal que facilitaban la cercanía a todo el vecindario.

Lo recuerdo en la escuela como aventajado alumno y gran compañero, como árbitro en litigios, concursos y, hasta, trampas de los escolares. Cuando, por instantes, se ausentaba el Maestro, Pedro subía al estrado o tribuna y con gran pericia y, hasta, “auctoritas” controlaba el “ganado”. Si había “cuentas” o “redacción” o cualquier otro “deber”, el rabillo del ojo de todos buscaba las coordenadas de su pupitre a ver si se pescaba algo. Era el primero de clase.

La plazoleta del Banco d`os Mariñeiros y el trozo de calle empedrada delante del edificio escolar y su huerto, era el campo de recreo y deportivo. Tambíén allí Pedrín destacaba en sus habilidades lúdicas: la peonza, el gúa, la rayuela, la patefa, el melas, el burro, el montón, las cuatro esquinas, el alto a la maya, el marro, el quéntepicou, la pitacega, la ventana…formaban un amplio programa temporero de nuestra saludable “play station” Por descontado también el fútbol, si tal le podríamos llamar, que jugábamos en la empinada calle del Muelle. Partíamos el partido y repartíamos las porterías, de arriba y abaxo, en dos tiempos de 15 minutos, uno en el recreo de la mañana y el segundo en la tarde. Entre todos los “rapacíos” formábamos dos equipos, La Filoxera y el Batallón. Pedro era capitán del primero. Los de la filoxera éramos mejor hablados y menos broncos en el despeje. El esférico, de un redondo aproximado, era de trapo o papel, excepto en torneos solemnes que llegaba a ser con pelota de goma con rebote y toda la pesca. A veces, en buen chupinazo, el “goalkeeper” tenía que correr detrás de ella hasta a volta del muelle y era un engorro. Desde tal cantera, Pedro llegó, a vestir la camiseta colchonera blanquiverde del “Castropol Efecé” y, aunque no era fondista, por su salud limitada, era eficaz y preciosista en el “dribble”. Participaba, siempre con podium, en todo este variado abanico competitivo.
Pero, a la vez, sobresalía en toda actividad liberal y social. Era un auténtico pendolista, gran dibujante, buen filatélico, experto en manualidades, literatura, música… Si la metáfora no estuviere contaminada, yo le diría hombre orquesta.

En el paso a nuestra adolescencia llegó la triste noche del 36. El Movimiento dejó parada la vida. Pedrín de Huerta, de familia obrera con ocho hermanos era el benjamín. Su padre, Manuel de Huerta era carpintero que tenía como labor principal la fábrica de ataúdes de cuatro tablas forradas con tela y pasamanería negra, colocada sobre una peana de quita y pon para el traslado hasta el cementerio.
En una situación social distinta, Pedro tendría abierto el camino a una buena carrera profesional o a un puesto de exitoso ejecutivo en empresa pública o privada. Por algún tiempo fue oficial administrativo del Registro de la Propiedad. ¡Escasos los horizontes del pueblo!

Buen barítono, formaba parte del coro parroquial alternando solos con Menéndez, bajo, y el tenor Candaosa. Con su clara trompeta era figura destacada en la Banda de Música que milagrosamente gobernaba Enrique Murias Jonte. Era también virtuoso en instrumentos de cuerda como laúd, bandolina, bandurria y guitarra. Con Rafael Parini Lagranda, “Falucho”, Amador García Acebo y otros jóvenes formaban una orquesta en un momento que en Castropol había no menos de 20 pianos y buen ambiente cultural y artístico promovido y sostenido por la asociación privada Biblioteca Popular Circulante embargada por la dictadura en 1936.

En la fervorosa fiebre bélica de retaguardia, como la práctica totalidad de la muchachada de pueblo –las excepciones cabíamos en los dedos de una sola mano- marchó como jefe de escuadra “prietas las filas, con las banderas al viento” y el sueño de un utópico amanecer. También en esta faceta marcaba estilo marcial falangista, aunque, creo, sin ideología alguna, como casi todos en el pueblo. En esta misma entrañable corrala de vecindario se puede ver la fotografía (04/05/2006-15:12) de Pedro, Amadorín del Forno, y un grupo de “flechas”. Amador Gª. Acebo es otro castropoleño reseñable de aquel momento.

Años más tarde aquel colorista uniforme, “bordado en rojo ayer” y, para más confundir a la ciudadanía, tocado con boina de requeté, se destiñó en caqui más confundible con la tierra. La estrategia obligó a una leva generalizada y se formó una “quinta del biberón”, paralela a la republicana del Ebro, Pedro de Huerta hubo de incorporarse al ejercito sublevado y “… en lejanas tierras defendiendo su nación, lucha en titánica guerra… se consume de dolor”, como él mismo escribiría en la elegía a su madre fallecida en abril de 1939, cuando él, a sus 19 años, estaba movilizado en Berja, Almería.

Diez años después, a la atardecida del 9 de mayo de 1949, en la Mirandilla, en la antojana de María de Soledad, hoy casa de Rita, frente al sereno cristal de la ensenada de Berbesa, dio su último recital de música de cuerda. Al amanecer del día 10 Pedrín de Huerta, a los 29 años. “Marchaste… Dios como Padre a su seno te llevó”, diría él en la elegía ya citada y a que a continuación reproduzco.

“ADIÓS”
Cuando pequeño, en tus brazos
dormía como ángel bendito,
tus manos como dos lazos,
me acariciaban quedito.

Al llegar mi adolescencia
supiste, como arbolito,
guiar recta mi conciencia
y el pensar en lo Infinito

Cumpliste así como madre
cumpliste así tu misión.
Marchaste… Dios, como Padre
a su seno te llevó.

Tu hijo en lejanas tierras,
defendiendo su nación,
luchando en cruel guerra
se consume de dolor.

Llegué por fin, y ya estaba
sobre tu tumba una flor
como imagen de tu alma,
como imagen de tu amor.

Cierro este comentario con unas bellas estrofas, cargadas de nostalgia, y publicadas en un periódico mural, “Inquietud”, que de modo artesanal. confeccionábamos en cartulina un grupo parroquial de jóvenes de A.C. y que exponíamos al público en el escaparate de don Jerónimo. Pedrín colaboraba con escritos, ilustraciones y maquetación. Pedro G. Arias la reproduce en obituario de Las Riberas del Eo en mayo de1949.

“NOCHES DE CASTROPOL”

Noche tibia y calma
con guiño de estrella,
cuando brilla al fondo
una luna llena.

Suave luz de plata
baña tu ribera
y recorta esquinas
de barca que sueña

Allá por el fondo,
majestuosa y bella,
levantase airosa
la Cruz de tu iglesia

Riela en la ensenada
la luna, coqueta,
quebrase el aullido
de un zorro en la aldea.

Chirría una llave
cerrando una puerta
y una vieja pasa
en penumbra envuelta.

Se oye el chapoteo
de un remo; suena
y acompasa una
canción marinera
El mar acaricia,
mimosa la arena;
avanza …y se marcha
después que la besa.

Tus calles, tortuosas
y de luz incierta,
voy cruzando solo
con pisada lenta.


Busco en estas noches
de quietud serena
la paz que el día
el mundo me niega

Y voy descubriendo
la sin par belleza
de este rinconcito
de cielo en la tierra.

Sólo a Dios le pido
que cuando yo muera
mi cuerpo repose
en tu amada tierra”