



La ostra de la ría del Eo llega "más gorda" a su undécimo festival anual "Somos la ostra"
"Están muy bien, casi entran depuradas", señalan los ostricultores, que tienen en depuración una remesa de 28.000 unidades, más que en la pasada edición

Manuel Fernández y Eduardo Martín, ayer, trabajando en la depuradora. | T. CASCUDO
Los ostricultores de Castropol trabajan estos días a pleno rendimiento para seleccionar y depurar el producto que se degustará en el XI Festival "Somos la ostra", que tendrá lugar entre el jueves 1 y el domingo 4 de mayo. En total, las dos empresas de acuicultura que operan en la ría del Eo servirán unas 28.000 ostras, una cifra superior a la de la pasada edición.
"La ostra está muy bien, estas semanas de atrás parecía algo floja, pero ha vuelto a engordar. Además, las condiciones de la ría están muy bien y se podría decir que la ostra entra casi depurada", señala el biólogo de Acueo, Eduardo Martín. Coincide con él José Manuel Lojo, de la firma OstrAstur, que certifica el aumento en los últimos quince días del porcentaje de carne del molusco bivalvo.

Martín, ayer, limpiando las ostras recién sacadas de la ría y antes de meterlas a la depuradora. / T. Cascudo
"La ostra está perfecta, creo que llega más gorda que los últimos años gracias al aumento de la temperatura del agua. En general, esta época es buen momento", añade. Los de OstrAstur metieron una remesa de 10.000 ostras en la depuradora del Centro de Experimentación Pesquera de Castropol, mientras que Acueo ha reservado 18.000 unidades para estos días tan especiales. Los trabajos de extracción del producto de la ría comenzaron la semana pasada y concluyeron ayer. Ahora la ostra aguardará en el centro a su gran día.

Carnaval en Castropol

Segun el pie de una foto de la revista Asturias, cuya fecha desconocemos, se ven tres señoritas disfrazdas para el baile del Casino-Teatro
Los jóvenes no quieren trabajar
No hace muchos años España era un país de grandes familias (con lo de grandes quiero referirme a que tenían muchos hijos). No tan grandes como en la posguerra, que al no haber televisión y sí afición a la misa de domingo, así como la manía de acostarse temprano por culpa de los cortes de la luz, favorecían la explosión demográfica, haciendo que el concepto de "familia numerosa" fuese algo habitual. Luego llegó la modernidad y con ella la revolución anticonceptiva, la entrada de la mujer en el mercado laboral, el auge del individualismo y, finalmente, la llegada de un fenómeno que lo cambió todo: el perro con suéter y el gato con cuenta de Facebook.
En España, en 1976, nacieron 678.000 niños. En 2024 vinieron al mundo 322.000, menos de la mitad. En los años 40, 50 y 60, tener cinco o seis hijos era lo normal. En los 70, ya con dos o tres bastaba. Llegados los 90, la natalidad comenzó a caer en picado. En 2023 la tasa de natalidad fue del 7,15 por cada mil habitantes, y la de mortalidad del 10,38, así que el crecimiento vegetativo presentó un saldo negativo de más de 115.000 personas (lo que es lo mismo que decir que se han muerto 115.000 personas más de las que nacieron en España ese año). Amigo lector, nos alumbrará más la mente el saber que, en 2023, el número de hijos de españolas fue de unos 240.000; mientras que las extranjeras ese mismo año alumbraron unos 78.000 hijos, que representan el 25% del total de nacimientos.
Y es que hoy día los jóvenes tienen otras prioridades que no son, precisamente, el traer hijos al mundo: viajar, opositar durante años, pagar alquileres imposibles y, también, no me digan que no, adoptar un perro, un gato o mascota para llenar el vacío que antes ocupaban los hijos. Pero claro, ten en cuenta, amigo lector, que el criar un hijo no es solo un acto de amor, sino también un acto de valentía financiera y social: guarderías, pañales, educación, extraescolares, hipotecas, silla para el coche y, más pronto que tarde... el teléfono móvil de última generación. Por tanto, queda claro que con mucho menos dinero pueden traer a este mundo, por ejemplo, un cariñoso perrito labrador (yo tuve uno que solo le faltaba hablar, pues reír sí que se reía) y darle una vida de ensueño, ¿o no? Hoy día vemos cómo los cochecitos de bebé han sido sustituidos por carritos de mascotas que, a la vista, son iguales que los otros tanto por fuera como por dentro (y al verlos todos pensamos: "Qué bien, ahí viene un bebé", y nada más lejos de la realidad). Y los parques infantiles por cafeterías donde acuden humanos con sus mascotas, todos revueltos. No será una exageración el decir que si seguimos así, España será un país donde habrá más veterinarios que pediatras.
Mientras tanto, en las redes y en los bares se escucha la eterna queja banal: "Los jóvenes no quieren trabajar". Lo que no dicen es que con una natalidad tan baja ya no hay jóvenes en los pueblos y aldeas. O lo que es lo mismo, simplemente no hay suficientes jóvenes para cubrir los puestos de trabajo que se demandan actualmente.
Aunque en España no nos podemos quejar, ya que nuestra población ya sobrepasa los 47 millones de habitantes y, de ese total, 5.227.000 son extranjeros. Y, claro está, si no fuera por ellos nuestros bares y restaurantes cerrarían, no habría casas en construcción, así como multitud de otros servicios y oficios que, es verdad, muchos de nosotros no queremos. Y... ¿qué decir de la Caja de las Pensiones? Pues que aunque no está muy boyante, de no ser por esos migrantes estaría en llanta, como vulgarmente se dice. Y sin ellos quién pagaría las pensiones a nuestras generaciones X, Y, Z y Alfa en toda Europa, ¿los chihuahuas? Por otra parte, las reuniones familiares de Navidad serían cada vez más pequeñas... pero, eso sí, con más fotos de fetiches en el grupo de WhatsApp.
Así que la próxima vez que alguien diga la tan cacareada frase de que "los jóvenes no quieren trabajar", quizá antes debiera de pensar, madurar y acabar reconociendo que no hay jóvenes porque, sin natalidad, no hay niños. Ni después jóvenes ni, por tanto, ciudadanos para los puestos de trabajo que demanda el mercado. Eso sí, si esto sigue como hasta ahora llegaremos a tener muy pocos niños, pero sí a cambio muchas mascotas bien cuidadas y vestidas.




Parque de Castropol

En esta foto, con el comentario del pie de la misma, es suficiente.
Vendedor descalzo.

Vemos en la foto, un posible vendedor de ¿piñas) por los bultos de los sacos, podriamos pensar que se trata de las mismas, o algo similar. Si nos fijamos en la foto, vemos que se trata de una persona joven, y que anda descalzo.
¿Indianos? en San Roque

Hoy recuperamos por una pequeña temporada, la que fué nuestra labor mas importante al principio de nuestra existencia y que nos vimos obligados a abandonar por falta de material.
Comenzamos con esta, la publicación de una docena de fotos proporcionadas por el gran colaborador de este blog Antonino Esteban. En esta primera vemos un grupo de hombres en San Roque, contemplando la actuación de dos niñas, tocando la pandereta y un señor al violín.¿Serán los expectadore indianos? Calculamos que todas estas fotos, por diversos motivos que iremos explicando, son de los años 20 o primera mitad de los 30.
Así "siembran" versos los alumnos de Castropol: una bella acción para celebrar el Día de la Poesía
"Acercando la poesía a los más pequeños, la poesía crecerá. Estamos sembrando para tener una buena cosecha en unos años", señaló Manuela Busto

La bibliotecaria de Castropol, Manuela Busto, da la bienvenida a los escolares con poesía. / T. Cascudo
La Biblioteca Popular Circulante Menéndez Pelayo de Castropol se sumó a la iniciativa "Asturias, Capital Mundial de la Poesía" con una original siembra de versos. Los protagonistas fueron los escolares del colegio La Paloma de Castropol que no solo leyeron poesía, sino que metieron las manos en la tierra para "cultivar" el amor por la lectura. "Acercando la poesía a los más pequeños, la poesía crecerá. Estamos sembrando para tener una buena cosecha en unos años", señaló la bibliotecaria castropolense, Manuela Busto, sobre esta actividad que coincidió con el Día del árbol.
El centro lector, en colaboración con la Fundación Ría del Eo, adquirió unos lápices especiales que portaban semillas florales en uno de sus extremos. Animaron a los niños a escribir con estos lápices unos versos en unos papeles con forma de hoja verde y después a depositar la hoja y el lápiz en una pequeña maceta en la que verán germinar flores en unos días.

Un momento de la siembra de versos. / T. Cascudo
La pequeña Ángela López, que precisamente este sábado cumplirá 12 años, se mostró encantada con la propuesta y también con la oportunidad de descubrir la poesía. "Este año empezamos a leerla en el colegio y me gusta mucho", confesó, mientras sus compañeros experimentaban en el particular "invernadero" instalado en la casa de cultura de Castropol.
"Sería una belleza que nos crecieran flores en la cabeza, podría saberse fácilmente quien tiene buen corazón y quien tiene triste la mente", señalan los versos de Gianni Rodari que ayer leyeron los escolares. Por su parte, la bibliotecaria, Manuela Busto, leyó un poema de Gerardo Diego donde la naturaleza está presente. "Gerardo Diego es un poeta muy famoso que dedicó un libro a la biblioteca de Castropol", contó Busto, al tiempo que animó a los pequeños a leer y celebrar la poesía. La jornada ventosa obligó a hacer la actividad a cubierto en lugar del parque Vicente Loriente donde estaba inicialmente prevista.


¡Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy!
La historia nos ha enseñado que las carreras armamentísticas suelen desembocar en conflictos devastadores. Sin embargo, el ser humano, tan voluble como una veleta al viento, parece olvidar estas lecciones con facilidad. Hoy, los países que componen la OTAN, y los que no, se preparan para invertir sumas astronómicas en armamento. Un escenario impensable por casi nadie hasta hace bien poco.
Este fenómeno no es nuevo. La humanidad siempre está en guerra en algún punto del planeta Tierra. Destacan entre todas las dos últimas confrontaciones en el pasado siglo XX. Entre 1897 y 1914, Reino Unido y Alemania protagonizaron una intensa competencia naval, construyendo buques de guerra a un ritmo alarmante. El resultado fue la I Guerra Mundial, que dejó una cosecha de más de 40.000.000 de muertos. Veinticinco años más tarde, Alemania y Japón se armaron hasta los dientes. Alemania invadió Polonia y Japón se lanzó a por China, las colonias británicas y neerlandesas y después Pearl Harbor, invitando con ello a participar en la gran confrontación a los Estados Unidos de América, que entraron de lleno en guerra. Los países aliados, con Estados Unidos a la cabeza, replicaron a las agresiones de Hitler dando lugar a la II Guerra Mundial. Entre todos lograron cosechar, está vez, 60.000.000 de muertos... Todo esto nos da a entender que el ser humano parece no escarmentar ni siquiera en cabeza propia, como para hacerlo en ajena.
Hoy, en pleno siglo XXI, cuando el mundo debería estar concentrado en resolver problemas de casa y globales, como el cambio climático, las pandemias, migraciones, hambrunas, desigualdad..., no lo hace. Así que volvemos a ver las orejas al lobo en forma de una monstruosa escalada militar. El miedo y la desconfianza entre potencias están impulsando un aumento en el gasto en defensa, con la justificación de la seguridad, mermando a futuro los presupuestos destinados a sanidad, enseñanza, sociales... Pero, ¿acaso más armas nos traerán más paz?
El dilema parece claro: si la historia nos demuestra que las carreras armamentísticas conducen a la hecatombe, ¿por qué seguimos en la misma senda? La humanidad parece estar condenada a repetir sus errores. Claro que, a lo mejor, en un futuro próximo, nosotros, los que tanto criticamos todo y nada nos vale, podemos anhelar y suplicar para paliar nuestras necesidades más perentorias. Puede que roguemos a los señores de la guerra para que en vez de gastarnos la pasta en cañones, pistolas, tanques, aviones y bombas para matar nos dejen todo como antes de la carrera armamentista que se avecina. Solo el tiempo dirá si esta vez somos capaces de cambiar el rumbo de la historia, manejada por media docena de poderosos que controlan los hilos de la paz, antes de que sea demasiado tarde y, con ello, tengamos que sufrir en nuestra propia piel para ver de una vez por todas que armamentos y guerras son sinónimos de muertes, destrucción, hambre y miserias.
Sería aterrador el vernos en la necesidad de aplicar aquella frase de ruego a la Virgen, de hace cientos de años y aún cantada hoy cuando uno está apurado, que dice: "Virgencita Virgencita, que me quede como estoy".

