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Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

Retablo de San Roque

Retablo de San Roque

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legaspi -

OFRENDA A SAN ROQUE DE LA BANDERA DEL CAMPEONATO DE ESPAÑA DE BATELES, 1994

Roque santo peregrino, desde siglos ha, llegan a esta capilla varada en las afueras del pueblo, las gentes del mar de Castropol.
Venían desde distintas y distantes faenas y mares. Algunos eran sencillos pescadores en caladeros cercanos, otros mariñeiros del barcaxe entre riberas (“¡Vai para Ribadeo?”) o de corto cabotaje por el bravo Cantábrico, como aquellos dieciocho que hace más de tres siglos, 1664, reorganizaron la “Cofradía de San Roque”

En el siglo XIX, año 1828, la Cofradía se convirtió en Gremio de Mareantes de la Villa y Puerto de Castropol”. A la sazón había en la capital del occidente astur buena tripulación de marineros y marinos para singladuras por los siete mares. Era ocasión de traer penas y promesas, rezos y exvotos al Cristo del Buen Viaje que se venera en esta ermita parroquial, porque, ya sabes, San Roquín bendito, en donde hay patrón no manda marinero.

Al iniciar nuestro siglo XX, comienzan a predominar en al villa los administrativos, curiales y alguaciles y los mareantes deciden disolver su gremio. Sin embargo Castropol no puede dar la espalda al mar. Pedro del Xanelo, otro mariñeiro encallado en la burocracia madrileña nos recuerda:

“Es todo un castro de roca
y toma forma de nave,
sin amarras y sin velas,
pero dispuesta a zarpar…
Villa de buenos marinos,
le embelesa desde siglos
el horizonte del mar,
la regata y el regatear”.

Nunca ha faltado en Castropol el buen hacer en el remo. Era el diario fueraborda para salir as xulias, as maragotas o a los calamares en Llan y había que remar duro para que “chegasen bulindo”. Era ,asimismo, la humana tracción para que el pasaje desembarcase cuando en Mirasol, cuando en Porcillán o, tal vez, n`as Figueiras.

Por Santiago y San Roque, y, también, por La Patrona en Ribadeo, el esfuerzo se volvía regata: “citius, fortius, altius”. Días antes, se varaban los botes, se limpiaban bien los fondos, se afilaban quilla, branque y tajamar, se untaban con sebo banzos y toda la aparadura hasta los careles y luego, quiero recordar, se adobaba todo con los “polvos de la madre celestina”, lapislázuli, o algo así, que, decían, hacía más escurridizo el casco. También la tripulación, que acariciaba el casco sobre el muelle, acopiaba calorías extra, con algún buen bocadillo o con una chuleta de “a obriga de Aurora da Crixa”.(carniceria). Alguno de ellos daba una vuelta por San Roque para calmar los nervios y rezar un padrenuestro furtivo para que el santo también estuviese propicio.

Así venimos hoy hasta aquí con esta ofrenda. Ya son otros tiempos y modos, pero no olvidamos la historia ni perdamos el rumbo, sigamos la estela.

En el año 1946 el remo se organiza y nace el Club de Mar de Castropol. Hay nombres bien conocidos y queridos, porque en los pueblos todos nos conocemos y, además, queremos querernos. Unos son de secano y otros mariñeiros curtidos de nordés. No los nombramos delante de ti, señor San Roque, porque tú miras desde arribas y nos conoces. A lo mejor decir Ricardín de Primote, puede ser símbolo y síntesis y, por otra parte a ti te recuerda tu oficio de amigo de los enfermos, “pues médico eres divino”.

San Roque se llamó el segundo batel de nuestro club y con él se ganó el primer gran Campeonato de España de Bateles en el año 1951 en aguas de La Coruña. Tras él llegaron temporadas de mucho remar, entrenamientos rigurosos y afición entusiasta. También, decepciones. Algunas veces parece que no podíamos salir del “cuarto”. Sin embargo las vitrinas de nuestro club muestran un brillante balance de victorias. Hay pocas temporadas en las que no aparezca un primer premio en alguna de las diversas modalidades de remo.

Este trofeo que ahora presentamos en tu ermita es nuestra quinta Bandera Nacional de regatas en bateles, embarcaciones herederas inmediatas de aquellos botes o barlotes que enardecían la Ría del Eo con aplausos y gritos como aquel del viejo Ramón de Legaspi que, desde el carel de su gabarra, empujaba a su hijo: “¡Boga. Ramoncín que che `parto el alma!”.

El venir aquí ahora con la bandera del triunfo no es para olvidarla, llena de arrugas, en un rincón de la historia. Es la prenda de un compromiso de seguir bogando duro y al compás en nuestro deporte. Quiere ser, además, una promesa de esfuerzo personal y de equipo para otras regatas en las que el premio sea un mundo más justo, más humano.

Tú, San Roquín Bendito, de la mar no sabrías mucho, aunque algo habrás tenido que aprender, para atender a la Cofradía y, más tarde, Germio de Mareantes castropolinos que, desde siglos ha, llegan devotos a tu ermita. Sí sabes mucho de cercano servicio a los más necesitados, a los enfermos, a los marginados… Estas eran las balizas que reclamaban tu proa y allá ibas a estrobada tendida, a ellas te ceñías con precisión cristiana.

Queremos seguir tu estela sin derrotar el rumbo, Hay mucho virus (antes se decía peste) que acecha a nuestra juventud: dificultades en el trabajo, pasotismo ante el esfuerzo, droga y hedonismo, también, cierta altanería ante el pasado, incluida nuestra propia historia familiar, sustitución de la amistad por la pandilla, del deber por la apetencia…El deporte, “mens sana in corpore sano”, es buena vacuna para tanta peste y, por eso, no estará demás que recemos cantando:
“Pues médico eres divino,
con prodigiosas señales
librános de peste y males,
Roque santo peregrino”.