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Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

Calle del Muelle

Calle del Muelle

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Anónimo -

BANCO D`OS MARIÑEIROS,
POLIDEPORTIVO DE MI ESCUELA,
ESCALAIRON DE ALFONSO XIII
luis legaspi

Cuesta abajo, en la Calle del Muelle, a la derecha estaban las escuelas unitarias en lo que hoy es centro municipal de encuentro social o como diablos se llame. El lienzo de pared es de la huerta escolar en donde teníamos moreras para alimentar gusanos de seda, y un embrionario huerto escolar. En el centro un pluvimetro que con el barómetro de la fachada y el buen ojo de nuestros vecinos os mariñeiros constituiamos una ejemplar estación meteorológica cuyo parte trasmitía don Arturo con regularidad a instancias nacionales.
En la casa primera de la izquierda vivián los Montero en donde han nacido cuatro curas, de los cuales dos seguimos vivos y en directo, La de la derecha era de José Manuel Gayol y allí también nació otro cura, don Alejo. El primer plano de calle era el “polideportivo” del colegio público que a la sazón se le llamaba Escuela y a los “profes”, Maestros. Con admiración y gran cariño, un saludo, Don Arturo, TODO CON MAYUSCULAS.

En una escasa plazoleta, a la izquierda, estaba el Banco de os Mariñeiros que “andaban al barcaxe” y, aunque algunos presumían de “siete mares”, la verdad es que eran más bien de “agua dulce” o a lo sumo de cabotaje.
El banco de sentarse, en piedra fría. Ya se sabe: “ni en invierno ni en verano te pongas en la piedra... el sur”. Desde allí Cecilio, Bautista, Primote, el Xanelo, Legaspi, Milano, Montañés... olfateaban el “pasaxe”. “¿Vai para Ribadeo?”. Excepto en los “días de turno”, miércoles y domingo, el que primero oteaba era quien se llevaba el “cliente al bote”. La derrota normal era hilvanar los muelles de Castropol y el de, Mirasol, o el de Figeirúa en Ribadeo. El pasaje a Figueras era más escaso. Lilao, “pixoto”, tenía cuasi monopolio.
Luego venían las tarifas. Unas eran las de los clientes habituales, gente más acomodada que tenía “su marinero” y otros, más aleatorios, los “dos de la vela, y de la vela dos”. Para éstos dependía un tanto si remaban o no, si había brisa o vendaval fresco, si se pasaba por “A Cortada” o había que ir por “Abaxo”, por as Figueiras. Es curioso que hoy es más fácil pasar por “A Cortada” que dar a volta por “Abaxo”, consecuencia, dicen, de frecuentes y graves agresiones a la Ría del Eo.
Con frecuencia cada mariñeiro, se dejaba de mentirolas y aventuras y se acercaba al barómetro, instalado en la puerta de la Escuela. Subía o bajaba el mercurio. Era igual. ¿Cuándo dijeron la verdad los hombres del tiempo? Además, muchos marineros, oteando el semblante, eran más precisos que el barómetro.
En la plazoleta, un poco más amplia que en la actualidad, había cuatro negrillos (se ven la foto) eran las “cuatro esquinas” de nuestros juegos. También se jugaba “al gua” y “al peón”. Había bolas de acero y peonzas de boj. Eran el terror de os rapacíos más probes que jugábamos con vulnerable material, canicas de barro o trompos de “bidueira”, betula pendea. Había otros juegos más movidos. Sería bueno reseñarlos..
Al lado, acera por medio, era al campo de fútbol con un césped de canto rodado que era una hermosura. Al cuarto de hora, por el reloj de la iglesia, se cambiaban las porterías la de abajo para arriba y viceversa. Los postes solían ser prendas de vestir y en casos, más solemnes, enciclopedias de Dalmau Carles o algún libro de la Biblioteca Popular que os nenos frecuentabamos. Cuando había pelota de goma, cosa que sucedía en algunas fechas después de Reyes, porque enseguida pinchaban, había que poner además del “golkeeper”, dos o tres recoge pelotas, porque por menos de nada llegaba el esférico a volta del muelle, si no hacía como Su Majestad don Alfonso XIII (ya lo contaré más abajo) y atajaba hacia el muelle por el escalairón
La verdad es que la mayoría de las veces el balón era de trapo embutido en una media o de papel artísticamente liado con cordel de esparto. Como el rebote no existía y el rodar en empedrado no era rápido, los goles eran menos y los punterazos, dolorosos. Los más virtuosos, como Serafín de Rita, Pedrín de Huerta, Amadorin del Forno o Manolin de Luciano... lograban algún juego por alto siempre más vistoso y pocas veces más eficaz. Un cuarto de hora, a ojo de buen duraba el variopinto deporte. A la puerta se asomaba Donarturo (sic) decía ¡Adentro! y se apagaban los gritos y desteñía el marcador
Toda esta moviola la pongo en funcionamiento para hacer una sugerencia a quien corresponda a fin de que se rehabilite el rincón del Banco dos Mariñeiros, se coloque el o un barómetro en su hornacina y para que se bautice el escalairón del muelle con el nombre Alfonso XIII
Pocos años pasados del desastre de Cuba, Su Majestad el Rey Alfonso, de su nombre el decimotercero, arribó a Castropol, visitó la villa, de punto a punta. Parece ser que el motivo de la real visita era estudiar con los egobarros el paso del ferrocarril Ferrol-Gijón y su ya controvertido salto sobre estuario del Eo: si sería por Vegadeo o sería el “puente de los muertos” desde las proximidades de los campos santos de Castropol y Ribadeo. También aquí antes de santos, muertos. A todos parecía inviable e inoportuno, el “puente de los santos”, en oportunidad no creo que se haya ganado.
La comitiva real en su paseo por Castropol bajaba, solemne, hacia la ribera. Al llegar a la plazoleta pública enmarcada por las casas de Marinero y don Egidio, que se ven al fondo, el Rey miró a la izquierda - nunca está mal que los soberanos miren a la izquierda - y descubrió que la ribera estaba más próxima si tomaba un atajo. Sin pensarlo más, muy “borbón” él, con la agilidad de sus dieciocho años, se lanzó por el “escaleirón del muelle” mientras que sus reposados cortesanos, desconcertados, corrieron por “a volta del muelle” para reanudar la parsimonia, ya junto a la “plancha para saltar a bordo” de la falúa que le llevaría al yate Giralda. Acaso a esta escalera, que se conserva, tal cual, podría denominarse “Escaleirón de Alfonso XIII” y dejarla tal cual, sólo, por cariño a los viejos, colocarle un pasamano que bien pudiera ser una maroma o estacha.
Claro está que no hago sugerencias de rehabilitar el “polideportivo” de la Cuesta del Muelle, porque me alergra mucho que los nenos de ahora tengan balones de reglamento, canchas cubiertas, verde césped y duchas climatizadas. Yo tengo refrescado muchas sudadas en un barcal de zinc con agua de la gotera o, a marea alta, en las dos piscinas que formaban las dársenas del muelle, sitas en donde está el Club de Mar y el Risón. Siempre es bueno sudar y no limitarse al deporte de video consola.