Blogia
Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

Un bonito sobremango

LNE Cartas  de los lectores  

Un polifacético amigo mío al que su escaso tiempo laboral no le permite estar todo lo que desea al lado de su familia, ni departir con sus amigos más que de vez en cuando, o salir a pescar las veces que se le antoje, me llamó el otro día por teléfono para avisarme de que había salido a pescar y el destino le había premiado con unas buenas capturas. Me dijo: "Antonio, atracaremos en el puerto a eso de las siete. Espérame allí para arranchar una cosa..." ("arranchar", en eonaviego, significa organizar).

A pesar de no comprender bien el fin de la palabra... "arranchar"..., acudí a la cita con la certeza de que, al venir de quien venía, para algo bueno sería. Al atracar la embarcación en el muelle, tras saludar a mi anfitrión y a otro tripulante que lo acompañaba, también amigo mío, me di cuenta de que no se trataba de "arranchar" para lo que yo había sido invitado... Sin duda mi duro oído al recibir el recado por teléfono se había equivocado de verbo, pues resultó que mi amigo había querido decir y dijo "para llevar", en vez de "arranchar". Caí en la cuenta de ello cuando mi amigo me señaló el bonito que estaba encima del banco de popa, grande como para dar de comer a un regimiento. Me preguntó si quería despiezarlo, que me lo cortaba él. Al decirle que no, que lo haría yo en casa, me dijo si tendría un recipiente por el coche para transportarlo. Que si no me dejaba él una caja que le debería devolver. Y pensé raudo, para evitar molestias, que si encima de regalarme aquella sobresaliente pieza tenía que prestarme una caja para transportarlo y que seguramente tendría que usar para otros menesteres. La tina de plástico que yo traía en el coche no le pareció buena elección a mi amigo, pero me empeñé en meter allí la pieza pensando que mala cuenta que no llegase a casa todo en orden. Allá tú, me dijo. A casa llegó, pero fuera de la tina, chorreando sangre encima de la moqueta (llevo dos días limpiando el maletero y los persistentes olores aumentan día a día, a pesar de todos mis esfuerzos y... los de mi mujer).

Me quedé un rato más en cubierta para contemplar cómo mi amigo despiezaba otro pez similar al que yo me llevaba. Lo hacía con destreza, igual que si lo hubiese estado haciendo toda su vida. Asestándole cortes precisos que iban dividiendo la pieza en trozos que bien podían ser destinados al más exigente de los chefs. Como si adivinara que estaba escudriñando su trabajo, lo dejó por un momento, levantó la vista blandiendo el brillante cuchillo y con una marcada sonrisa me dijo abanicando al de cortar: "El secreto es disponer de buenas herramientas, con este lo hace cualquiera...".

Inmediatamente me vino a la mente la sentencia de aquel maestro carpintero que, con un formón fuertemente agarrado por el mango, estaba torneando una pieza de madera y un amigo le preguntó: "¿Cuál es el secreto para conseguir esa obra, maestro?". A lo que el artesano, dejando su trabajo, levantó la vista para contestarle: "El responsable es el sobremango". El interrogador pareció no entender nada y volvió a preguntar al maestro: "¿Cómo que el sobremango? Esta vez el diestro fue rotundo y, mirándolo de nuevo, sentenció: "...pues sí, el sobremango es un servidor, que está detrás del mango".

 8 de Agosto del 2022 - Antonio Valle Suárez (CASTROPOL)

 

1 comentario

Ovidio Vila -

Bueno Antonio, los residentes en Figueras, debeis de tener especialidad en olores. Conozco otro caso de un figueirense, que compró queso en Andorra en tiempos de calor y de vuelta a su casa, cansado ya del olor, regaló a alguien su compra. Y sin sobremango...