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Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

Un maná que nos cae del cielo

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    Suenan tambores de guerra entre España y Portugal. Se ve asomar un conflicto por el uso del agua. Un conflicto que ya viene de muy atrás, limado muchas veces y agravado ahora a causa de la pertinaz sequía que nos atenaza. Aunque no lo notemos mucho pues en casa a pocos nos falta ese líquido elemento del que disfrutamos abriendo el grifo. Portugal es el último consumidor de la cadena de suministro de las aguas de los ríos Miño, Limia, Duero, Tajo y el fronterizo Guadiana (considerados ríos internacionales), que comparte con España. Debido a esa condición geográfica parece que a Portugal le toca gozar del agua fluvial que nos sobra a nosotros los españoles. Pero no es así, España no cede ni envía agua a Portugal, son cuencas compartidas reguladas por la Directiva Marco Europea del Agua (DMA). Los convenios internacionales es obligado el cumplirlos.

   Lo cierto es que el agua cada día escasea más y como nunca llueve a gusto de todos, pues no hay conformidades eternas por ambas partes, por ello se inventan y firman acuerdos y convenios que tratan de regular los cada vez más escasos recursos hídricos. El primer tratado entre lusos y españoles fue el de 1864, donde los tramos de los ríos internacionales se fijaron como fronteras, además de repartirse los recursos existentes de agua en beneficio mutuo, sin dañar a la otra parte. Más tarde siguió el Anejo al de 1866, posteriormente el Tratado de 1912, 1926, 1927, 1964, 1968 y adicional de 1976. Todos estos acuerdos dieron paso al último firmado el 30 de octubre de 1998, el llamado Acuerdo o Convención de Albufeira.

   Cuentan que con las obligaciones con respecto al equitativo reparto, los portugueses de las riberas del Tajo presumían de río y lo manifestaban con un dicho: "O Tejo e o Tejo" (el Tajo es el Tajo). Ahora ya no es así, el Tajo pasa por Ortiga, pueblo del Concejo de Macao (Portugal), igual que antes, pero con mucha menos agua. En Ortiga, para celebrar el festival anual de la lamprea, han de importarla hasta de Burdeos para poder celebrarlo. La tristeza invade a pescadores y hosteleros, ya que, además de llorar la desaparición de la lamprea, se une la de otras especies, como bogas y sábalos. Un hostelero manifestó a viva voz que la lamprea francesa no sabe igual y que, además, apestaba. ¡Qué cosas!

   No hay nada peor que despertar a la conciencia de su sueño. Lo digo porque el otro día me vino a la mente un chispazo que me impactó haciéndome pensar de forma proporcional a mis años... o sea, muchísimo. Me sacó de mi nube, de mi vergel lleno de agua en el que vivo. Fue en la visita con mi nieto al "Jardín de la Vida", en La Mata, al lado de Luarca. Allí nos sorprendió encontrar, además de las figuras de los investigadores Margarita Salas y Severo Ochoa, en pleno trabajo, compartiendo laboratorio, a disecados cetáceos y cefalópodos, a serpientes vivas que puedes contemplar y tocar. Así como materiales de naves espaciales procedentes de la mismísima NASA. Pero lo que nos impactó con diferencia fue un globo terráqueo más grande que un balón de fútbol con una canica a su lado derecho, representando de manera proporcional los gases existentes en la atmósfera de nuestro planeta Tierra. Otra pelotita similar de color azul, al lado izquierdo del globo, nos hizo darnos una idea de la proporción de agua que existe comparada con el volumen de la Tierra. Esa representación nos advierte claramente de que en algún momento quizá no muy lejano, en nuestra rica Europa, en la que habitamos y abrimos el grifo a placer, pueda escasear ese indispensable líquido vital para todos los seres vivos, representado por la fórmula H2O. Que nos afecte, si no del todo, al menos como hasta ahora castiga su falta a muchos seres en Oriente Medio y el Norte de África (según el World Resources Institute), en la que habitan seres que, si no mejores, son tan buenos como podamos ser nosotros.

   Nos va la vida en ello... Es responsabilidad directa y obligación de estados, industrias, explotaciones, turismo y ciudadanos todos, el hacer un buen aprovechamiento y administración de tan preciado bien. Lo que está sucediendo, manejado por la mano del hombre, parece no dudar en destruirlo todo a cambio de un bienestar presente que le está haciendo hipotecar su futuro. Un futuro que no es nuestro, sino que pertenece a nuestros descendientes, a los que debemos entregarlo, si no mejor, siquiera como nos lo entregaron nuestros padres.

      25 de Septiembre del 2022 - Antonio Valle Suárez (CASTROPOL) 

 

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