Castropol y Los Príncipes de Asturias.
Castropol ha tenido bastante relación con Los Principes de Asturias, pues aparte de la más reciente visita de D. Felipe de Borbón en 1997, de todos conocida, también fué visitado en 1925 por D. Alfonso de Borbón, que por entonces ostentaba también el Principado. Por otro lado a principios de los 90, el Club de Mar entregó a D. Felipe, la "1ª Insignia de Oro y Brillantes del Club de Mar de Castropol" y anteriormente habian veraneado en el Palacio de Valledor las Infantas Dª Elena y Dª Cristina, durante su etapa escolar.
Comenzamos la serie de fotos, por la mas antigua y única que se conoce de la visita de D. Alfonso de Borbón el 27 de agosto de 1925, con un arco de bienvenida en la entrada del Parque.
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jacobo -
rihard.45 -
legaspi -
---------------------- luis legaspi ----------------------------
D
espués de barloventeada en la que el agua llegó justo, justo, al carel, amainó el temporal, provocado irresponsablemente, y don Felipe de Borbón y Grecia atraca en las mansas aguas de Castropol. La comunidad de vecinos de la villa, únicos acreedores al premio Príncipe de Asturias como Pueblo Ejemplar 1997 vieron colmados sus anhelos de volver a encontrarse con un miembro de la Casa de Borbón en su histórica puebla siete veces centenaria.
LA REINA REGENTE
Para no remontarnos más arriba, recordamos las cercanas relaciones de la Reina María Cristina con Fernando Villaamil ilustre, castropolino, diputado a Cortes por su concejo, marino insigne y mártir de la patria en Santiago de Cuba cien años ha. Sin poner la imaginación al vuelo con habladurías amarillas, es cierta, como nos recuerda Miguel Angel Serrano, una entregada fidelidad y rendida admiración de Villaamil y Cueto a la Reina Regente quien nunca ha dejado de corresponder. Es fácil que, por simpatía hacia el marino, María Cristina, a la altura del abra del Eo, otease a babor, cuando, a bordo de la corbeta Nautilus con Villaamil en el puente, navegaba de La Coruña a Guetaria. Es fácil que la Reina Madre recordase al joven Alfonso XIII la figura ejemplar del Capitán de Fragata con el que tantas confidencias había tenido y al que el joven rey y su augusta madre despidieron con un almuerzo singular y una fotografía dedicada de puño y letra, antes de partir a la muerte en Cuba. Poco después hubo de hacerle otro homenaje entregando las 7.000 primeras pesetas para la estatua que en Castropol iba a perpetuar su memoria.
Don Felipe de Borbón, Príncipe de Asturias, habrá podido recordar el sábado a su regia tatarabuela, cuando al pie del monumento al héroe del Cavite, entrega a Castropol el premio de pueblo ejemplar 97.
SU MAJESTAD ALFONSO XIII
Pocos años pasados del desastre de Cuba, Su Majestad el Rey Alfonso, de su nombre el décimo tercero, arribó a Castropol, visitó la villa, punto a punto como lo hace ahora su biznieto. Acaso el motivo colorado de la real visita era estudiar con los egobarros el paso del ferrocarril Ferrol-Gijón y su ya controvertido salto sobre estuario del Eo, si sería por Vegadeo o sería el puente de los muertos desde las proximidades de los campos santos de Castropol y Ribadeo. A todos parecía inviable e inoportuno el puente de los santos
De esta estancia cuento dos sabrosas borboneadas.
En su paseo por Castropol hacia el embarcadero bajaba solemne la comitiva. Al llegar a un cierto punto de la calle del Muelle el Rey miró a la izquierda y descubrió que la ribera estaba más próxima si tomaba un atajo. Sin pensarlo más, con la agilidad de sus dieciocho años, se lanzó por el escaleirón del muelle mientras que sus reposados cortesanos corrieron desconcertados por a volta del muelle para reanudar la parsimonia, ya junto a la plancha para saltar a bordo de la falúa que le llevaría al yate Giralda. Acaso a esta escalera, que se conserva tal cual, podríamos denominarla Escaleirón" de Alfonso XIII.
También en Ribadeo la rigidez del protocolo sufrió algún revés. El Alcalde había preparado un documentado estudio y, por consiguiente de difícil digestión en momentos de fiesta real. El edil leía, solemne, argumentos y halagos. La concurrencia bostezaba educadamente. El joven monarca atendía discreto a la situación más que al discurso y en un momento en que el orador hizo pausa para refrescar sus labios resecos por el raciocinio, Alfonso XIII, vivaz, tomó los contundentes folios, aún no endosados al respetable, y gentilmente reconoció tal importancia al estudio que a él le merecía una reposada reflexión que prometió hacer con mayor sosiego en la calma responsable de su real despacho. Un aliviador y agradecido aplauso al joven rey cerró el acto.
ALFONSO, PRINCIPE DE ASTURIAS.
El 27 de agosto de 1925 llegó a Castropol el Príncipe de Asturias, don Alfonso de Borbón y Battemberg, como su regio padre a los dieciocho de edad. El motivo continuaba siendo el trazado para el tan discutido como efímero Tren de La Costa. Pero el Príncipe de Asturias hubo de mantener equilibrios no sólo entre los de Vegadeo y Castropol, sino entre los políticos novos y veyos. Castropol era feudo reformista de Melquiades cuya fidelidad tanto interesaba a la Monarquía cercada y malherida. No sabemos si su alteza se enteró mucho de los problemas del estratégico trenecillo, que aún habría de esperar un cuarto de siglo más, pero salió del paso inaugurando la carretera de Figueras a Villadún, en busca de la general de San Sebastián a la Coruña.
DON JUAN CARLOS Y DOÑA SOFÍA
Otras dos fugaces visitas hizo la casa reinante a las riberas del Eo. En el verano de 1981 el yate Fortuna con los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía a bordo, en viajes de prueba desde Avilés arribó a nuestra costa. En una de las ocasiones saltaron a tierra sus Majestades y fue su anfitrión en su casa de Ribadeo el Presidente del Gobierno don Leopoldo Calvo Sotelo y Bustelo. En el muelle de Porcillán una placa de bronce recuerda el desembarco y embarque.
LAS INFANTAS DE ESPAÑA
La más reciente visita borbónica está en el agradable recuerdo de todos. En el verano del 83 las infantas Elena y Cristina llegaron en La Línea a
Castropol en medio de una desenfadada algarabía de adolescentes, traían ilusiones de primerizos investigadores: elaborar un estudio de las gentes de los Oscos. Menos mal que sus Reales Altezas se han enterado en Castropol de haber aprobado el Cou. Sería un respiro para abordar tranquilas todo eso de la antropología de la Asturias profunda.
Las infantas Elena y Cristina ya ejercían esas virtudes familiares de sencilla convivencia que hace unas semanas les recordó el cardenal Carles. Cabalgaron en burro, tomaron leche del teto, se acercaron al bar del pueblo, quien sabe, si en pandilla se fumaron algún furtivo pitillo comprado en el comercio mixto de San Martín o Villanueva; sorprendieron a unos aldeanos en la lejanía de su caserío, alfombraron la calle de espadaña para el Corpus en San Martín y, al atardecer, ya en Castropol, después de misa, cena y cantares en el destartalado patio del palacio de Valledor, con más blasones que acomodo, se retiraban a la litera sencilla del dormitorio corrido, en donde antes que tan altas damas habían conciliado el sueño los rapacíos de la montaña y del suburbio que, convocados por Cáritas en colonias de verano, nunca habían visto el mar o comido a medio mantel.
Cuando a mí, que algo tuve que ver en el elemental equipamiento del Palacio de Valledor para colonias y hogar de escolares, me dijeron que sería alojamiento de princesas, casi me da un soponcio. No me creía que la audacia de María Espinosa, directora del madrileño Colegio de Santa María del Camino, llegase a someter a las realidades de tal educación a las reales Realezas.
FELIPE DE BORBON Y GRECIA
Al llegar a este punto yo quiero contar que sumisa voce, he sugerido al soñado huésped que, en un gesto borbónico, pidiese la llave del Palacio Valledor y así, aunque fuera de programa, pudiera constatar lo poco que se necesita para ser feliz, si se está cerca del pueblo, cosa que el mismísimo Maquiavelo recomienda al Príncipe.
Puede ser que en las ciudades se sepa mejor hablar, pero la finura del sentir es del campo, de la mar y del silencio y estas tres cosas confluyen armoniosamente en Castropol. De todos modos, aunque el Príncipe heredero prudentemente no ha accedido a la provocación para pecar contra el protocolo,(que me hubiese granjeado las iras de mi querido don Felio) como castropolino me he alegrado con todos los vecinos en la gozosa bienvenida, en la calurosa acogida y en la sincera gratitud por una nueva presencia borbónica en Castropol. Hasta otro día, Alteza.
Carmen Fernández-Miranda Campoamor -