El Poema
Sólo en ti mi esperanza se encierra,
Que perdido mi amor, es la tierra
Un abismo de mal para mí.
Negro abismo, que ahoga implacable
En un mar de tristezas mi alma. !
¡Que de Dios la piedad me dé calma!
¡Ay, Searila, reuniéndome a ti!
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Un profundo clamor en mi pecho,
Que te llama y evoca constante,
Sin que pueda acallarlo un instante
De mi vida angustiada y febril.
Espantosas tinieblas me cercan
Y entre ellas venirte a mí veo.
¡Fantasía! ¡ Ilusión del deseo!
¡Que, ay, Searila, no vienes a mí!
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¡ Cuántas veces gozosas conmigo,
Embargada de amores suaves,
Escuchaste el cantar de las aves
En las dulces mañanas de abril!
Poco tiempo duró nuestra dicha,
¡Y cuán presto acabó mi fortuna!,
Pues no quiero tampoco otra alguna
¡Ay, Searila, viviendo sin ti!
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Pavorosa visión yo recuerdo
cuando trémula tú me decías
Que en fatídicos sueños veías
De tu tumba la lápida abrir.
Del destino, cruel anticipo,
Que alejaba de mí la alegría,
Se cumplió la fatal profecía...
¡Ay, Searila, pues vivo sin ti!
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."En tus brazos morir, ¡que consuelo!
Conmovida otra tarde dijiste.
¡ Infelice! Y siquiera me viste,
Expirando apartada de mí.
Niña aún y tan sola muriendo,
¡ Cuán amargo el morir te habrá sido!
Sin oír el acento querido!,
¡ Ay, Searila, anhelado por ti!
De la vida en el último aliento
Tu tristísima voz me llamaba.
¡Desdichado de mí! ¿Dónde estaba
Que a tu angustia no pude acudir!
Por los campos buscando tu huella
Yo corrí con frenético empeño,
y hoy, perdido, paréceme un sueño,
¡Ay, Searila, que viva sin ti!
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Yo corrí desalado y ansioso
Por caminos que incendia .la guerra,
Y al llegar, ¡ Ay de mi !, bajo tierra,
Yerta, inmóvil, Sin vida te vi.
A la luz de la lívida luna
Tu belleza, que intacta aún estaba,
Con pupila sin fuego miraba,
¡ Ay, Searila, posándose en mí!
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De tu yerta cabeza, la seda1
Yo corte con mi trémula mano
y tus sienes de hielo, en vano,
Con mi llanto y mi beso encendí.
Entre flores, mi Rosa, una rosa
Con su pompa y sin par lozanía,
Roto el féretro yo te veía,
¡ Ay, Searila, mirándome en mí!
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Tu recuerdo mi alma devora,
y hasta el fondo taladra mi pecho,
Sin poderme sentir satisfecho,
Que apetezco cual nadie sufrir.
Lo apetezco y la vida me enfada,
y así más me consumo y me mato,
Pues no quiero me acuses de ingrato
¡Ay, Searila, si vivo sin ti!
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Abomino de vida sin cielo,
Donde ver de tu sol los fulgores,
Que risueñas no alegran las flores
Cuando el alma se siente morir.
Y alegrarme jamás yo no puedo
Ni pagarle al amor más tributo,
Ni otras glorias al mundo que el luto,
¡ Ay, Searila. que llevo por ti!
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Sola ahora y por todos dejada
En el lecho sin fin de la muerte,
Pues no hay nadie que aquí venga a verte
Si no viene tu amante infeliz.
Soledad a tu; lado es mi vida,
Que sin ti toda vida es desierto;
No respiro, mi ser está yerto,
¡ Ay, Searila, si no es junto a ti!
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Navegando la pálida luna
Por la bóveda inmensa del cielo,
Que comprende parece mi duelo
Y no quiere como antes lucir.
De la noche durante el silencio
Tu sepulcro besando acompaña
y en tristeza profunda me baña,
¡ Ay, Searila, velándote a ti!
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Mustia ahora la frente doblada
Sobre el pie de la lápida¡ fría,
Yo te espero, ¡ oh mortal agonía!,
Como el ángel que mira por mí.
Yo te llamo, el momento se acerca
Que en el cielo, felices y amantes,
Nuestras almas se junten como antes,
¡ Ay, Searila, pues muero por ti!
(1) Del poema "La Searila", compuesto en noviembre de 1836, se ofrecen numerosas versiones, pues no hay que olvidar que el pueblo, interesado por la trágica historia de los amores de D. Antonio y Doña Rosa, aprendió sus versos, que poco después se cantaban, romanceados, en la. comarca astur.qalaica Que va de Luarca a Mondoñedo. De él existen ediciones en hojas impresas en Luarca, Ribadeo y Mondoñedo en fechas que van del 1817 al 1890. Esas ediciones., que pasan de veinte, presentan variaciones bastante importantes, incluso supresión o cambio de estrofas enteras. También hay infinidad de copias manuscritas con letras femenina y masculina, con las consiguientes variaciones. Esta versión que hoy se ofrece a la erudición y la Historia del romanticismo español, es la más antigua y más completa y - casi puede afirmarse- la auténtica que compuso D. Antonio en presencia de los mortales restos de su esposa.
De la música existen también varias versiones, todas ellas de carácter monorrítmico y popular. Con el título de "La Searila" e inspirándose en el romántico episodio, el joven y notable compositor maestro Dominguez tiene en preparación un bello poema sinfónico.. .
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