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Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

El Padre Vinjoy

El Padre Vinjoy

DOMINGO FERNANDEZ BINJOY PÉREZ DE TRIO

Nace en Castropol el 12 de mayo de 1828.

Sus padres eran caseros de Valledor, en Quintalonga.

Es el sexto de ocho hermanos.

De joven emigra, a pie, hasta Oviedo.

Pasa a Madrid, en compañía de arrieros y trabaja como menestral.

Se traslada a Francia, al amparo de uno de sus hermanos que allí trabaja.

Se coloca al servicio de una familia y comienza estudios.

Regresa a Oviedo en donde cursa carrera eclesiástica.

El Magistral de Oviedo, Arguelles Miranda, promovido a obispo de Astorga en 1859, le
nombra su mayordomo.

El 12 de marzo de 1864, es ordenado sacerdote en Astorga.

En 1870, regresa a Oviedo y es nombrado Sacristán Mayor de la Catedral.

Organiza la catcquesis de la ciudad, y dedica su atención a reclusos y otros marginados.

En 1876 funda el Asilo-Orfanato del Fresno, más tarde Fundación Vinjoy.

El 11 de abril de 1897 fallece en Oviedo y recibe sepultura en el Camposanto de San Pedro
de los Arcos.

En 1917, fueron trasladados sus restos e inhumados en el Asilo Vinjoy. En esta ocasión el
Ayuntamiento de Oviedo dedica a su memoria la Avenida Vinjoy.

En su pueblo, Castropol, apenas se conoce su nombre. Divulgamos su imagen en el cuadro
de Augusto Junquera, "Enseñar al que no sabe" que custodia la Caja de Asturias.

(En el primer centenario de su muerte, edita L. Legaspi)

3 comentarios

FRANCISCO QUINDÓS FOLGUERAL -

Leo con entusiasmo la anterior reseña de Luis Legaspi y quiero añadir algo que aprendí de la Historia Marista de León. La finca que D. José Sarri de Oller ofreció al Padre Vinjoy se llamaba también Fuente del Sapo o de Cinco Piedras, en el barrio del Fresno, camino del Cristo de las Cadenas.El notario dice de la obra primera : " un edificio de 56m por 8m de ancho y 4 de altura y una cuadra de 7x7x2...". Con el Batallón Asturiano que no va a Cuba se hace el nuevo asilo enfrente del primero: consta de bajo y dos plantas, unos 30m de largo y forma de palacio. Acoje a unos 50 huérfanos. -En 1898 muere el P. Vinjoy y pasa a regirlo D.Perfecto Rguez. Noval, joven sacerdote. El 17-4-1909, llegan los HH.Maristas llamados por el obispo D. Francisco Baztán Urniza-pamplonés-que casó a Franco el 22-x-1923 y tiene su lápida en San Juan el Real.Hay ya 60 internos, dos de ellos serían luego maristas: H.Feliciano y H.Miguel Antonio. Éste sintetiza "Fue la labor de los Hermanos allí tan acertada y eficaz que bien puede considerarse una segunda fundación". Entre 6 y 14 años hacian tres curso: elemental, medio y superior. Luego pasaban unos a la Normal, al Seminario, a oficinas, a comercios...o seguían adiestrándose como zapateros, sastres, carpinteros...Entre 1909-1911, siete van al Noviciado Marista de Pontós(Gerona); cuatro van al Seminario; dos son ordenados scerdotes y tres ejercen en Escuelas Nacionales. En 1911 había 85 asilados; en 1914 pasan del centenar y en 1920 llegan a 115. El Orfanato del Fresno se había adentrado en el alma del noble pueblo asturiano. Ojalá haya aportado algo positivo a esta benemérita obra.

Anónimo -

DOMINGO FERNANDO FERNANDEZ BINJOY Y PEREZ DE TRIO, DE CASTROPOL EN EL OLVIDO

_______________________________________________________________________Luis LEGASPI


Sería por el mes de junio a las vueltas de la fiesta de San Juan, a tiempo que comienzan a cesar los estudios. Domingo Fernández Binjoy Pérez de Trío, el sexto de ocho hermanos, nacido el 12 de mayo de 1928, siendo ya adolescente maduro, abandona el bucólico rincón de Quintalonga, quinta del agua, parroquia de Castropol, que Horacio podría cantar como a la “Fons Bandusiae”.
La emigración, hoy tan de moda, era, también entonces, imprescindible, pues la aparcería del caserío de Valledor, al que servía la familia Vinjoy, no daba para muchos dibujos a pesar de ser “solar noble y de gran valor”, como reza su grandilocuente mote heráldico. Ya otro hermano de Domingo había emigrado a la Francia de los franceses napoleónicos que pocos años antes habían teñido de sangre los verdes prados de Moldes.
A la rosada aurora el joven Domingo, con escaso zurrón e ilusión abundante, se subió al carro de “sanfernando” hacía Oviedo, cuarenta leguas. Hasta Baralla, acaso dos jornadas, era el fácil paisaje de su niñez. Desde allí, como para don Jorgito Borrow, el inglés predicador de Biblia, la cosa sería más arriesgada.
Dejada Luarca, después de atravesar en bote el rápido río de Caneiro, había que rajar la siete bellotas, hasta Artedo. Era riesgo de encontrar ánimas en pena y salteadores que hacían penar. Domingo no se habrá encontrado, como el misionero de la Sociedad Bíblica, con ningún espía ruso
Acaso ocho jornadas de duro caminar habrán dejado huella en el vigor físico y espiritual del muchacho Vinjoy. Buen entrenamiento para tan genial como poco conocida aventura de su vida.



Pobres eran los menestrales Binjoy y Fernández de Trío, a pesar de sonoros apellidos. Los pobres de ahora se mueven en pateras o en el frío tren de aterrizaje de una aeronave. Domingo en su marcha hacia el futuro quería llegar a Madrid. Con algún arriero contrató un pasaje en renqueante carromato, pero, aunque no había mafias ya existía el fraude y fue abandonado en la dura meseta.
Su esfuerzo venció la nueva dificultad y llegó a la Capital del Reino en donde con algún contrato “basura” pudo tirar “palante”. Primero como dependiente de una tienda y luego como criado de acomodada familia, acaso de la aristocracia. Las condiciones laborales no eran fáciles. Desgraciado de él, si esperase al Sindicato.
Eran los tiempos zarandeados por Espartero y Zumalacarregui, en que “María Cristina nos quería gobernar” con la nueva Constitución liberal del 1837, mucho menos idealista que la Pepa de Cádiz
No por mucho tiempo estuvo Vinjoy en Madrid. En el diecinueve Francia era una tentación para los españoles, y al rebufo de la familia madrileña que solía pasar temporadas en la real y versallesca villa de Fontaineblau, allá se orientaron los pasos del joven castropolino.
En Francia encontró como padrino a su hermano mayor que era empleado en un colegio de segunda enseñanza. Algunos francos alentaron su esperanza de hacer estudios eclesiásticos. Con escuálidos ahorrillos de emigrante regresó a sus raíces asturianas ya rebasados los veinte años.
En Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, en donde el viento del vendaval, caliente y perezoso, le traía tantas nostalgias de su bien amado Castropol, en donde, al cobijo del poema romántico, de dulces líneas, de belleza muda y perenne, que es la Catedral, comenzó Domingo la singladura trascendental de su vida.
El capitular Fernando Argüelles Miranda, canónigo magistral, se fijó en las dotes de Domingo Vinjoy y le prestó atención protectora. Argüelles Miranda natural de Coballes de Arriba, provincia de León y diócesis de Oviedo, había sido párroco de San Martín de Oscos, en donde edificó la actual iglesia parroquial y más tarde fue trasladado a Taramundi sucediendo a su tío Tomás Argüelles. Una hermana, Isabel, casó con un vecino de Cancelos, ancestro de los familia López Cotarelo, hoy ubicados en Castropol.
El magistral ovetense fue promovido por la reina Isabel II a Obispo de Astorga y con él se llevó de fámulo, secretario particular dicen ahora, al de Quintaloga, joven seminarista castropolense.
En la Augusta Asturica continuó Vinjoy sus estudios eclesiásticos y allí, el 12 de marzo de 1864, a sus 35 años de edad fue ordenado sacerdote. Se cumplía el gran sueño, del muchacho que, ligero de equipaje y cargado de ilusiones, acaso no expresadas, había dejado la tan dura como bucólica Quintalonga.
En tierras asturianas, fronteras de Margateria, permaneció el Padre Vinjoy hasta la muerte del Obispo acaecida en 1870. Sin duda habrá tenido algo que ver en la grabación del epitafio en la tumba del prelado tomada del libro de lo Proverbios: “Abrió su mano al necesitado y la alargó a los pobres”. El Padre Domingo, también grabó estas palabras en su corazón y las consideró como el testamento de su amigo, mentor el obispo Argüelles Miranda.
Con esta consigna el P. Vinjoy se reincorporó a la labor pastoral y social de su diócesis de origen. Fue nombrado sacristán mayor de la Catedral de Oviedo y progresivamente se fue implicando en labores de catequesis y orientación social de cristianos comprometidos. Él fue el promotor del servicio pastoral de Delegación de Catequesis que, con la Delegación de Misiones, son estructuras pioneras de la pastoral diocesana. La catequesis en la ciudad de Oviedo le acercó a la infancia y le hizo caer en la cuenta de sus necesidades y, en bastantes casos, de abandono.
Por achaques en su salud hubo dejar su ministerio en la Catedral en 1876, pero no cejó en su servicio a los más pobres, recogiendo en su modesta casita de la calle Santa Ana y luego en otra de la calle del Fresno, hoy Pérez de la Sala, a niños huérfanos. Fueron los primeros cobijados en familia de aquel cura dos rapacinos de Aller
Domingo Fernández Binjoy y Pérez de Trio, según su pariente Marcelino Fernández Candaosa, “ era de regular estatura, cargado de hombros, pelo blanco y muy calmoso, rezador, que se sentaba con los niños a la misma mesa para comer lentejas y venga lentejas.” Marcelino Candaosa, visitó en El Fresno, acompañado de sus hermanas Serafina y Consuelo, ésta última madre de Ramón Platero, Capitular de la Catedral Ovetense.
El elemental refugio de modestos pisos fue, como pequeño grano, el embrión de modélicas instalaciones. El canónigo de Oviedo José Sarri, biógrafo de Melchor García Sampedro, hermano del marqués de San Feliz, le dio algunos dineros y un solar próximo al Truébano, junto al Cristo de Láspara
Fueron llegando otros huérfanos y niños con problemas. Más tarde se habrían de orientar hacia aquellos con problemas de audición por lo que la Fundación Vinjoy se fue decantando, a todos era necesario alimentar y educar. El ya viejo cura, que en sus carnes hubo de pasar tantas estrecheces, perdió la vergüenza y extendió la mano mendiga.
El mercado del Fontán, las calles de Oviedo, y las parroquias asturianas, como Ribadesella, conocieron el carromato del Padre Vinjoy, tirado por un elemental asno, recogiendo subsidios para los acogidos. Pero, a la vez que se solucionaban problemas se abrían problemas y obligaban a ensanchar la puerta de asilo.
Otros espacios habría que habilitar para acogida de nuevos marginados. Domingo Vinjoy, menestral de Castropol, aceptó la colaboración de otro canónigo, José Sarri, biógrafo de Melchor García Sampedro, hermano del marques de San Feliz, cuyo nombre familiar está bien vinculado a la actual Cajastur le dio algunos dineros y un solar próximo al Truébano, junto al Cristo de Láspara.
El obispo Martínez Vigil, de tan brillante y fecundo pontificado, encauzó hacia la obra del Padre Vinjoy otras ayudas como el sobrante de las aportaciones al Batallón del Principado para la Guerra de Cuba, y pudo construirse en 1906 un edificio capaz para cien niños.
La obra de Vinjoy fue vivero de vocaciones al magisterio y al sacerdocio entre las que yo quiero recordar la de don Enrique Rodríguez, natural de Meredo, coadjutor de Castropol y párroco de Barres y la del dominico fray Castaño que en 1917 pronunció la oración fúnebre al ser traslados los restos de Vinjoy desde el cementerio de San Pedro de los Arcos a la Catedral para ser inhumados en la capilla del Asilo por él fundado.

En las inmediaciones del espacio que hasta la nueva ubicación en la ladera del Naranco se situó la Fundación Vinjoy con una proyección hacia discapacitados físicos, especialmente sordomudos. El sacerdote vasco, diocesano de Oviedo, Regino Chiquirrín, a pesar de su menuda figura, ha sido el gigante en la atención a esta fundación en su historia más reciente. Él ha sido el principal estudioso del Padre Vinjoy y su obra, publicada en Studium Ovetense, de donde yo he bebido los más importantes datos biográficos aquí recogidos. Pido perdón a mi amigo Chiquirrín por lo que hay de “fusilamiento” en estos datos y le agradezco que él me haya hecho conocer a mi paisano Domingo Fernández Binjoy.
Toda esta obra nos hace recordar las actuales instituciones promovidas por otros sacerdotes asturianos como la Cruz de los Angeles, Centro Siloé y otras muchas obras con nombres diversos, pero con la misma inspiración evangélica, siempre viva en la Iglesia. No siempre, ni nunca, la Iglesia tuvo vocación de colegios para ricos..

Antonio Murias Vila -

Apenas se conoce su nombre, no. Apenados de que no se le recuerde más, sí. Yo he oido hablar del Padre Vinjoy desde hace muchos años, como ejemplo de tenacidad y encarnación de las tres virtudes teologales. De su origen castropolense también, aunque no se prodigó en la tierra que le vio nacer, ya que su dedicación a los niños huérfanos y abandonados era íntegra: en cuerpo y alma.

En Oviedo sí se le recuerda con especial cariño, y ejemplo de ello es la vía que lleva su nombre (cuando vamos a hacer gestiones al Catastro, a los Juzgados o a las oficinas del Principado solemos pasar por ahí y acordarnos de él). También hay un busto (moderno), obra de un/a discípulo/a de Sebastián Miranda.

No dudo que, con ocasión del centenario, el Arzobispado de Oviedo, en sintonía con las numerosas beatificaciones y canonizaciones en trámite dentro de la Iglesia, alentadas por Juan Pablo II, impulsará en breve la del Padre Vinjoy. Todos sabemos que Dios existe, pero suele ser bueno tocar las campanas para recordarlo.