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Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

LA METRÓPOLI DEL AGUIYOLO

LA METRÓPOLI  DEL AGUIYOLO

LA METRÓPOLI  DEL AGUIYOLO

Como vemos en la noticia publicada en El Aldeano, Primote armó el revuelo en Castropol y alrededores en 1931.

Primote, marinero sencillo y honrado, acordó con una conservera de Puerto de Vega ser su suministrador de aguiyolos (¿o aguillolos?). Parece ser que la fábrica le ajustó el precio a 35 céntimos el kilo, por lo que él pagaría por kilo 25 céntimos a los mariscadores.  

La noticia se extendió rápidamente por la ría, y en las mareas de septiembre y octubre los tesones se convirtieron en un hervidero de mayores y pequeños, dispuestos a hacerse con un pequeño jornal, que buena falta hacía.

El momento culminante de la jornada era, el desembarque y venta al subir la marea. Como vemos en las fotos, y nos cuenta la crónica, realmente el muelle ofrecía un animado aspecto.

En una marea Primote llegó a enviar cuatro toneladas de aguiyolos a Puerto de Vega.

Verdaderamente “El rey del aguiyolo”. Lo malo fue que o las cuentas se echaron mal, o la fábrica no cumplió lo prometido, el caso es que el negocio no fue tan bueno como se esperaba y el trato se acabó. Seguro que Primote quedó más tranquilo volviendo a ser el de siempre. Corrían malos tiempos para las monarquías.

 

1 comentario

AVACCA -

¡Pobre ría! Hemos pasado de coger toneladas de aguiyolos, a tener suerte si cogemos un par de ellos. Desaparecen las algas de las rocas de Arnau y Figueras. Los aguiyolos en nuestros arenales, las ostras, las almejas... todo tipo de vida marina está desapareciendo. Y nadie dice nada. Asistimos impasibles a los funerales de la ría, sin mover un dedo por evitarlo.
Pero... ¿qué es lo que los está matando? Ni más ni menos que la contaminación de sus aguas. Las contínuas obras a lo largo de sus orillas. El drástico cambio artificial de sus corrientes. La sobrecarga de su explotación. Como siempre, el culpable es ese depredador insaciable que es el hombre.
Tenemos estas fotos antiguas, la noticia de lo que por aquél entonces era un vergel de vida que daba para la explotación en masa y aún sobraba, ayudando a quitar el hambre de las buenas gentes ribereñas. Si comparamos aquello con la situación actual, es fácil ver el desastre que de otro modo nos pasa inadvertido. ¿Tan ciegos somos, que no nos damos cuenta de que estamos matando la gallina de los huevos de oro?. Es hora de poner fin a estos desmanes. Tenemos que conseguir que vuelva a ser posible el disfrutar de una buena empanada de aguiyolos autóctonos, y no como ahora, que tenemos que hacerlas de navajas importadas, para vergüenza de los naturales del pueblo. Aún conservo una colección de fisgas para cuando llegue la ocasión.