Sobre el homenaje del pasado julio a Melquíades Álvarez en Castropol
Melquíades Álvarez fue diputado a Cortes por el distrito electoral de Castropol desde 1914, con excepción de la corta legislatura de 1918, hasta que en 1931 se cambió la legislación y las circunscripciones electorales pasaron a ser provinciales. En 1936 Melquíades Álvarez era diputado por la provincia de Oviedo. Y además hasta marzo de 1936 había sido el presidente del Congreso de los Diputados.
En agosto de 1936, durante la Guerra Civil, Melquíades Álvarez fue encarcelado por el gobierno republicano en la cárcel Modelo de Madrid de forma arbitraria e ilegal con la excusa de garantizarle allí su seguridad y sin ser acusado de ningún delito. Y murió fusilado junto con otros presos políticos la noche del 22 al 23 de agosto por los milicianos republicanos en el sótano de la cárcel.
El gobierno de la república estaba presidido por Manuel Azaña y formado por el Frente Popular, una coalición de partidos de izquierdas cuyos principales miembros eran el PSOE, el Partido Comunista de España y la Izquierda Republicana del propio Azaña, además de otros partidos más minoritarios como Esquerra Republicana de Cataluña. Las responsabilidades de ese gobierno en el encarcelamiento y el asesinato de Melquíades Álvarez son claras. Al igual que por los asesinatos del resto de presos políticos fusilados esa noche junto a él.
Durante la guerra hubo muchas más matanzas políticas y religiosas perpetradas por el gobierno republicano. En la de Paracuellos del Jarama murió asesinado Ramón Navia-Osorio, el diputado a Cortes por el distrito electoral de Castropol elegido en 1918. De modo que en los genocidios políticos y religiosos realizados por la izquierda fueron asesinados todos los diputados a Cortes que había tenido el distrito electoral de Castropol desde 1914.
Estos crímenes forman parte de un genocidio político y religioso a gran escala realizado por la izquierda y el bando republicano durante la Guerra Civil de forma organizada y sistemática. En contra de la pretensión de los máximos responsables socialistas, comunistas y del gobierno republicano de achacar siempre todos sus crímenes a unos descontrolados para tratar de eludir sus responsabilidades.
La muerte de Melquíades Álvarez no fue un error, una mera casualidad trágica o desafortunada ni la obra de unos descontrolados. Sino un asesinato político organizado y ejecutado a conciencia. Como pone de manifiesto el hecho de que el Partido Reformista (que al proclamarse la Segunda República había cambiado su nombre a Partido Republicano Liberal Demócrata) venía sufriendo la violencia de la izquierda al menos desde la campaña electoral de las elecciones constituyentes de 1931 en el teatro Campoamor de Oviedo. Con episodios violentos memorables como el envío por parte de los socialistas de pistoleros a Castropol para coaccionar y amenazar a los votantes en las elecciones municipales de 1933 con la protección y connivencia del gobernador civil de la provincia de Oviedo, el radical socialista Alonso Mallol. O el asesinato del exministro y líder en Asturias del Partido Republicano Liberal Demócrata Alfredo Martínez García-Argüelles, tiroteado en el portal de su casa de Oviedo el 25 de marzo de 1936.
Con estos antecedentes de violencia y asesinatos políticos contra el Partido Reformista asturiano, el pasado 24 de julio de 2021 se realizó en Castropol un homenaje a Melquíades Álvarez presidido por los socialistas Adrián Barbón y Francisco Javier Vinjoy, respectivamente presidente del gobierno del Principado de Asturias y alcalde de Castropol.
De entrada, el homenaje a Melquíades Álvarez fue parcial e incompleto, ya que se limitó sólo al reconocimiento de sus gestiones para la construcción de la carretera de La Fuente al muelle. Y además se soslayó que esta carretera se construyó también gracias al trabajo de otros reformistas en el ayuntamiento de Castropol y en la diputación provincial de Oviedo.
En el acto se ocultó deliberadamente el encarcelamiento ilegal de Melquíades Álvarez en la cárcel Modelo de Madrid realizado por el gobierno de la república y su asesinato allí a manos de los milicianos republicanos, así como las responsabilidades en todo ello del PSOE, partido en el que militan los Sres. Barbón y Vinjoy.
Inmediatamente después del acto, los Sres. Barbón y Vinjoy y gran parte de los organizadores y asistentes se desplazaron a Arnao «a poner un ramo de flores en el monolito que se levanta en el "Lugar de la Memoria del Campo de Concentración de Arnao"».
Comparto el reconocimiento de las víctimas del franquismo y la condena de sus crímenes. Pero no que se oculte, no se reconozca y no se condene la violencia ni los asesinatos realizados por los socialistas y la izquierda antes y durante la Guerra Civil. La diferencia de tratamiento, ensalzamiento, consideración y respeto a la memoria de unas víctimas y de las otras es tan manifiesta que los hechos y sus autores se califican moralmente por sí solos.
Estos comportamientos tienen lugar en actos oficiales e institucionales en Castropol por parte de la alcaldía del ayuntamiento y la presidencia del gobierno del Principado de Asturias.
Para terminar de redondear el acto, la actual corporación municipal le concedió a Melquíades Álvarez el nombre de lo que hasta hoy se ha venido llamando Paseo del Muelle. Pues bien, en junio de 1922 el Ayuntamiento de Castropol le
había concedido a Melquíades Álvarez el nombre del tramo de ese paseo entre La Punta y la actual carretera nacional. Y a Vicente Loriente Acevedo el del tramo entre La Punta y el muelle. De modo que de lo que ahora se le ha dado a Melquíades Álvarez, una parte ya la tenía desde 1922 y la otra se le ha quitado a Vicente Loriente. Pero resulta frívolo disertar ahora sobre el nombre de una carretera mientras a su autor no se le reconoce su condición de víctima de la violencia ni en su propio homenaje por parte de los herederos políticos de sus asesinos.
Unos pocos, pero muy poderosos, han arruinado la oportunidad de hacer en Castropol el homenaje completo y decente a Melquíades Álvarez que su memoria merece. Es una pena. Pero mantengamos la esperanza de que algún día lleguemos a verlo.
Andrés López-Cotarelo
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