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Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

No pagar impuestos, una gran quimera


30 de Octubre del 2022 - Antonio Valle Suárez (CASTROPOL)

En el año 2002, en un lugar de Trachilos, en Creta, se encontraron huellas de homínido marcadas por el dedo gordo plantar de sus pies. Parece ser que nuestros ancestros hace 5,7 millones de años que ya andaban haciendo sus pinitos por aquellas tierras y, seguramente, también ya pagando sus impuestos.

En este nuestro mundo hay pocas cosas que son, sin discusión alguna, un mal necesario. Ese "mal necesario" probablemente exista desde que nuestros ancestros pusieron su pie en la tierra allá por Trachilos. Los impuestos que pagamos tú y yo, amigo lector, y que ya pagaron nuestros antepasados desde hace millones de años, entre otras cosas los emplean los mandatarios de turno, ahora generalmente estados, para invertir en tecnología y educación. Han tenido muchas formas en su modo de cobro a lo largo de la vida del hombre, incluso pagando con personas de carne y hueso.

Tres civilizaciones importantes implantaron impuestos como medio para apoyar a su gente: Egipto, con sus faraones a la cabeza, no tenía sistema monetario, pero aplicaba impuestos a rajatabla, a diestro y siniestro. Los recaudaban sobre personas, ganado, tierra, petróleo, aceitunas, vino, cerveza, pescado. Casi todos los intercambios comerciales fueron gravados y, también, además, exigiendo el trabajo manual para la guerra y la construcción de las pirámides. Hasta el consumo de aceite de cocina gravaban y, encima, no les dejaban reutilizar. ¡Qué abusones!

Después de lo comentado, me viene a la mente que allá por los años sesenta del pasado siglo, en mi aldea del Occidente de Asturias, casi todas las primaveras recibíamos la visita del municipal en casa, avisando de que tal día había obras para ensanchar tal camino. Tomando nota el alguacil, de paso, de quién iba acudir a los trabajos de prestación, o comunicando el importe a pagar al Ayuntamiento en caso de no acudir.

Ya mucho antes de las prestaciones en mi aldea, y de la contribución que mi abuelo iba a pagar todos los años a Vegadeo (decía él: "Vou pagar a paga"), en la antigua Grecia el Estado cobraba impuestos para financiar las guerras y la construcción de monumentos religiosos. Después, ya en el año 500 a.C., con la acuñación de la moneda, que dio lugar al crecimiento del comercio y por tanto de la economía, cambiaron las tornas, resumiéndose más o menos así: "Los griegos creían que un ciudadano rico estaba éticamente obligado a contribuir con su ciudad porque la ciudad y sus trabajadores le permitían al hombre obtener esas riquezas. El honor asociado con retribuir a su ciudad fue tan grande que hubo una competencia continua entre los ciudadanos más ricos de Atenas". ¡Qué cosas! ¿Quién lo diría hoy día?

En la Roma Imperial practicaron mil y una formas de cobrar impuestos. Fue conquistar Egipto, y ponerse a copiar y aplicar por todo el imperio aquel sistema impositivo que les había encantado. Tanto recaudaban que se permitieron el lujo de que los ciudadanos de Roma no pagasen impuestos (como ocurre ahora en algunas de nuestras comunidades autónomas, que llaman a los ricos que viven en las más pobres), pero que sí lo harían todos los que viviesen en territorio romano (que al cambio seremos hoy los españoles de provincias, de las pobres claro). Todos esos pagarían "tributum" por sus pertenencias. Es más, a los esclavos recién liberados se les requería para que pagasen un impuesto sobre su propia libertad.

Y ahora, después de esto, con los pies ya en el suelo, vemos que el tema de los impuestos nos acompañará a todos hasta la tumba, por mucho que nos prometan lo contrario. Muchos amigos y conocidos se cambian de comunidad autónoma para evitar que les desangren su economía con la carga de los impuestos. Un amigo mío me dijo que se había ido a Madrid, que allí no pagaba. Yo estuve pensando si hacer lo mismo, pero, claro... Madrid queda grande para mi patrimonio, así que pensé en irme a Ribadeo, que está aquí al lado, pues dicen que los gallegos no pagan el impuesto de sucesiones. Aunque pensándolo bien me quedaré donde estoy, pues mi patrimonio es tan debilucho que aquí, en Asturias, tampoco nada pagaré por él. Y si pago, mejor, será porque algo tengo. Además, la conciencia me oprime diciéndome que hay que arrimar el hombro en estos duros tiempos que nos toca vivir para poder seguir disfrutando de carreteras dignas, hospitales con médicos y enfermeros que nos curen, ayudas sociales y escuelas que nos eduquen y nos enseñen que pagar impuestos es bueno para todos, hasta para los que no los pagan. Y que los que no los pagan, teniendo que hacerlo, son unos presuntos defraudadores que cada años defraudan al fisco, que somos todos, 60.000.000.000 (busca la palabra defraudador en la R.A.E.).

Así que, amiguín del alma, convéncete de que todos tenemos la obligación y la necesidad pública de pagar impuestos en la proporción que nos corresponde, y que al pretender no hacerlo estando obligados a ello por ley, aparte de cometer un pecado, aspiramos a una gran quimera.

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