Cancio, a quien siempre llamaron la atención estas ánforas, se inspiró en una real, hecha con barro de Sevilla, que encontró hace años como resto del desmantelamiento de un hórreo. Estaba pintada de verde, pero la metió en su horno y la pieza volvió a su estado original. "Es un elemento que siempre me llamó la atención y estéticamente es una pieza preciosa", señala.
Esta es la historia de una de las numerosas obras que salen de su taller de Tapia y que primero diseña y, después, elabora para clientes de diferentes puntos de Galicia y Asturias, especialmente del territorio eonaviego, donde es fácil encontrar sus piezas: desde el trofeo de un torneo de fútbol a una placa de reconocimiento por una jubilación. "Llevo treinta años en esto e hice cosas de todo tipo, diseños raros y cosas horteras. Creo que es imposible acordarse de todos los trabajos, porque hice miles en estos años", apunta Cancio. También es autor de murales urbanos, esculturas, cuadros y artículos de decoración o joyería que desde el año pasado vende en una galería que abre durante el verano en Tapia. Este espacio supuso su salvación en lo peor de la pandemia, cuando se paralizó la actividad institucional o lúdica y, por tanto, cayó en picado su actividad.
"Soy como los de antes, artesano de lo necesario", afirma Cancio, "encantado" con su oficio
Quienes trabajan con él no solo elogian su buen hacer, sino "la facilidad" que tiene para dar forma a las ideas que se le plantean y acertar a la primera con el diseño. Él se resta mérito. "Ya llevo tanto tiempo que conozco bien a la gente", asegura. Solo lamenta el poco tiempo con el que le llegan algunos pedidos, lo que le obliga a trabajar contra el reloj, ya que no tiene ningún empleado a su cargo.
De formación autodidacta, Cancio, que ya era aficionado a la pintura al óleo y a la escultura, se inició en la cerámica casi por casualidad. Fue como oyente a un curso de esmaltes de alta temperatura que se organizó para profesionales en Taramundi y le entró el gusanillo. Se considera un artesano "como los de antes", ya que elabora con sus manos todas las máquinas, horno incluido, que usa en su taller.
"Soy como los de antes, artesano de lo necesario. Cuando empecé no tenía para comprarme un horno y, como tenía habilidad mecánica y formación en soldadura, podía hacer lo que necesitaba y lo fui haciendo", rememora. Aunque le gustaría poder dedicar más tiempo a la vertiente artística se considera un privilegiado por poder vivir de algo que le apasiona. "Disfruto mucho, es verdad que es un trabajo, pero también una pasión, un placer. No me pienso jubilar porque estoy encantado", apunta.
Trabajando la arcilla de gres de alta temperatura (de hasta un máximo de 1.260 grados) logra piezas que duran "para toda la vida" y que, de alguna manera, contribuyen a dar todo el valor a la cerámica en una comarca donde Cancio es especialmente reconocido.
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