Castropol es uno de los concejos más destacados en Asturias en cuanto a producción láctea y cuenta con importantes ganaderías en su territorio, pero también tiene una granja muy especial, que nada tiene que ver con la producción de leche. Se llama Granja escuela Ría del Eo, suma tres décadas de historia y por ella pasan miles de niños cada año (siete mil solo en 2022) para disfrutar de una experiencia mágica en contacto con la naturaleza y los animales. Dice su directora, la madrileña Sara Martí, que más que una granja es un santuario de animales y, últimamente, se ha hecho popular en la zona como espacio ideal para la celebración de cumpleaños.

En la granja viven caballos, burros, ponis, vacas, cabras, conejos, patos y gallinas que son criados como animales de compañía y se miman durante toda su vida. “Es posible que tengamos a los animales más longevos de Asturias. Nos dicen los veterinarios que nos atienden que no han visto vacas con esta edad, no es frecuente”, comenta Sara, quien indica que el vínculo que se genera con los animales es muy especial. De hecho, cumplen funciones terapéticas con algunos niños a los que ayudan a vencer sus miedos. “Son animales muy mimados a los que damos una vida digna y un animal tan feliz y querido se presta más a los mimos de los niños. Son buenísimos”, cuenta la directora del centro.

Martí rodeada de animales.

Martí rodeada de animales. T. CASCUDO

La historia de la Granja escuela Ría del Eo, una instalación única en el Occidente, comienza en 1990 cuando los tíos y la madre de Sara, que trabajaba en el sistema educativo, deciden poner en marcha un proyecto dedicado a la organización de campamentos estivales para los más pequeños desde la educación. Sara disfrutó de la experiencia desde bien niña, primero como usuaria, después como monitora en prácticas y, muy pronto, como coordinadora de un proyecto que no ha parado de crecer. De hecho, en temporada alta, cuando se organizan los campamentos de verano, llegan a tener contratadas a veinticinco personas. “Es imposible que esto no le guste a alguien, un campamento engancha y es maravilloso”, sostiene la responsable.

Ella fue la encargada de abrir la Granja a la comunidad hace aproximadamente un lustro, pues se dio cuenta de que, pese a recibir chavales de diferentes partes del país, el equipamiento era muy desconocido en la comarca. “Pasaba gente y nos veía pero no sabía que podían acceder. Pensaban que era un sitio guapo pero no nos conocían, entonces empezamos a organizar campamentos urbanos y cumpleaños”, señala Martí. Esto, señala la directora, ha supuesto “un cambio muy importante pues se nos conoce y se nos valora más aquí”. Otro de los puntos fuertes de la granja son los viajes de fin de curso y las excursiones de un día en las que reciben a infinidad de escolares de diferentes puntos del país. “Tenemos coles que llevan visitándonos desde que abrimos”, añade.

Un grupo de niños disfrutando con los animales.

Un grupo de niños disfrutando con los animales. R. T. C.

Martí forma parte de la recién creada Asociación Nacional de Granjas escuela y aulas de naturaleza, cuya misión es dar a conocer la importancia de estos espacios en la educación de los niños. “No es lo mismo estudiar por un libro que poder tocar y ver y una granja escuela es un espacio muy educativo”, señala Martí, quien también reivindica la importancia de los campamentos en la formación de los más pequeños. “Un campamento aporta mucho a la sociedad y ofrece la solución a un montón de problemas de muchos niños. Por ejemplo, acogemos a escolares que sufren bullying y aquí descubren que pueden empezar de cero, conocen un espacio nuevo en el que pueden ser aceptados y eso les cambia la vida”, añade, al tiempo que subraya la importancia de trabajar la autonomía de los más pequeños.

Un grupo de niños de excursión a su llegada a la granja.

Un grupo de niños de excursión a su llegada a la granja. T. CASCUDO

“Es una experiencia que recomiendo a todos los niños porque te forma como persona y aprendes que eres capaz de salir adelante sin la tutela directa de tu familia”, añade. Además, indica que estas experiencias permiten a los niños alejarse de las pantallas: “Descubren que no pasa nada por no estar pegado al móvil, yo soy la primera que me olvido de él aquí porque no me interesa. Es otro mundo, es una especie de Gran Hermano”.

Martí con un pequeño poni.

Martí con un pequeño poni. T. CASCUDO

La responsable de la Granja escuela Ría del Eo ve un futuro esperanzador para un equipamiento que no ha parado de crecer en sus tres décadas de historia y sueña con que siga activa muchos más años sin perder ni una pizca de su esencia. Esa esencia hace que entre el ochenta y el noventa por ciento de sus usuarios sean repetidores o acudan al equipamiento por una recomendación algo “muy bueno” para el centro, por el que pasan niños de puntos tan alejados como Nueva York o Arabia Saudí.

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“De fuera vienen muchos porque sus padres son españoles, muchos asturianos, y quieren que sus hijos no pierdan el contacto con nuestra cultura. Luego hay mucha gente que viene a propósito a pasar sus vacaciones a la zona para traer al niño al campamento. Contribuimos un montón al turismo y a dar a conocer la comarca”, añade esta mujer que, aunque abogada de formación, es una enamorada de un proyecto y un territorio al que ha dedicado su vida.

Martí en el acceso principal a la granja.

Martí en el acceso principal a la granja. T. CASCUDO