La Biblioteca Popular Circulante Menéndez Pelayo, de Castropol, amplía su fondo con semillas. No es ninguna broma, ya que la centenaria institución acaba de crear la primera biblioteca de semillas de Asturias, poniendo a disposición de los usuarios hasta treinta variedades locales para la siembra de productos hortícolas. "Mientras que un banco de semillas tiene como cometido almacenar o retener germoplasma contra una posible destrucción, el objetivo de la biblioteca es preservar las variedades, compartirlas, cuidarlas, manejarlas e inducir al intercambio. La gente puede venir, solicitarlas en préstamo y, luego, cuando logre el cultivo, debe devolver una cantidad similar a la que se llevó", cuenta la responsable del centro lector castropolense, Manuela Busto.
La primera biblioteca de semillas contemporánea se creó en 1999 en el Berkeley Ecology Center, de California. En 2004, se gestó el primer proyecto de este tipo en una biblioteca pública, en concreto en la de Gardiner, de Nueva York. Ahora, casi veinte años después, el proyecto llega a Asturias de la mano de la centenaria institución castropolense, que sigue a otras experiencias que existen en España como la de la Universidad Politécnica de Zaragoza o la red de bibliotecas del gobierno de Navarra. Apunta Busto que el profesor del instituto Galileo Galilei Manuel García Almozara fue quien le sugirió esta iniciativa que ahora acaban de implantar. "Nos dijo que funcionaban en Navarra y Aragón, y que era algo que podía ser interesante para la biblioteca de Castropol, que además está en un entorno rural y ahí empezó", señala Busto.
La iniciativa de Castropol cuenta ya con treinta variedades regionales y locales, donadas por entidades como Finca El Cabillón (Tapia), la finca As Fadegas (Ribadeo) y la red de semillas de Asturias "Biltar", además de algunos donantes particulares de la zona. La idea es ampliar el fondo poco a poco.
"El objetivo es seguir creciendo, acumulando y proporcionando, esto no tiene fecha de caducidad", precisa Busto, que está elaborando un catálogo con todas las semillas disponibles. Para ello, toma datos del donante de la semilla y también de las características del producto. En este caso, la única condición que se exige es que las semillas no sean híbridos para garantizar la autenticidad del producto.
En el centro lector se pueden pedir en préstamos arbeyos de Llanos (Lena), fabón de Oviedo, pimiento de Pravia o maíz o faba verdina del Noroccidente. El requisito para el usuario que se anime a pedir el préstamo es devolver otra muestra del producto una vez logre su cultivo.
"Con este proyecto convertimos a la biblioteca en un espacio de intercambio y convivencia, en el que entran en contacto generaciones distintas", añade Manuela Busto, que también acaba de poner en marcha una red de "recoLectores" en colaboración con los centros educativos de la zona.
"Vamos a intentar elaborar un corpus de material, ya sea refranes, dichos, canciones o romances relacionados con los cultivos. Además, tengo la primera propuesta de un particular que quiere participar dando charlas a escolares para animarles a crear sus propios huertos", añade la bibliotecaria. En este sentido, se hizo una experiencia previa con los alumnos del colegio castropolense La Paloma que sembraron algunas de las variedades que presta la biblioteca. "Fue todo un éxito", añade.
La Menéndez Pelayo ha contado también con la colaboración del astillero local Gondán para la buena marcha del proyecto. No en vano, la empresa ha donado a la biblioteca una nevera para la correcta conservación de las semillas en préstamo.
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