El Inmortal
Hemos encontrado un nuevo dato sobre la vida de Antonio García, el héroe de Castropol, llamado también El Inmortal.
Falleció en La Coruña, tal y como apuntaba el manuscrito que F. Canella Secades entregó, en 1878, al general Zapatero y Naves, y que resumió Arturo Cotarelo en sus "Bocetos Militares" (Madrid, 1883). Pero no se sabía dónde había muerto, cuándo y en qué lugar está enterrado.
Antonio García falleció en el Hospital Militar de La Coruña, el 28 de febrero de 1841, cuando tenía 49 años, y fue enterrado en la fosa común para indigentes del Cementerio Municipal de San Amaro, de la misma ciudad gallega, pues aquel hospital no contaba con cementerio propio. El libro de fallecimientos del Hospital Militar se equivoca al escribir la edad que tenía Antonio García al morir; debía estar muy deteriorado físicamente.
Con este motivo, vamos a trazar una semblanza de Antonio García, en base a los datos hasta ahora verificados.
Inmortal, arcabuceado, húsar de Castilla, alférez graduado, luego subteniente, con derecho a uso perpetuo de uniforme, charretera de honor, Hijo Benemérito de la Patria, Cruz laureada de San Fernando, del Cuerpo de Inválidos, eran los títulos que podía lucir nuestro personaje.
Antonio García-Monteavaro López, de familia humilde, nació, el 20 de junio de 1791, en Castañeirua, en aquel entonces perteneciente a la parroquia de Piñera, municipio de Castropol (Asturias), como averiguó J. L. Pérez de Castro, y no a la de Presno, como aseguraba la documentación oficial y creía el propio Antonio García.
El 25 de mayo de 1808, la Junta General del Principado de Asturias proclama en Oviedo, ni más ni menos: Asturias, en nombre de la España invadida y de su Rey cautivo, declara solemnemente la guerra a Francia. Atendiendo a esta llamada, el 17 de junio se crea el Regimiento de Infantería de Línea de Castropol, "bajo el pie de un batallón de a 10 compañías", con un total de 1.024 hombres, pertenecientes todos ellos al Partido de Castropol. José María Navia Osorio fue su primer coronel y Juan de Murias su sargento mayor y relator de su historial. Inmediatamente, el regimiento marcha a Oviedo.
Parece más que probable que Antonio García se alistase primero en el Regimiento de Castropol, y luego pasase a los Húsares de Castilla, formados, según Luis Calvo (en carta al autor de estas líneas), en base a los Carabineros Reales, llegados de Oviedo para sofocar el levantamiento contra el francés.
La creación de unidades militares en los distintos concejos tenía la indudable ventaja, en una guerra por la independencia, de provocar que sus miembros defendiesen con uñas y dientes su patria chica. Pero se corría también el riesgo, como así ocurrió en ocasiones, de que no quisiesen combatir fuera de su propia tierra.
Hagamos, entonces, un sucinto repaso de la Hoja de Servicios de Antonio García.
En la acción de Balmaseda, Antonio García recibió un balazo, luego estuvo en las de Oviedo (una estocada), Navia, La Cari- dad, Mondoñedo (un balazo), Lugo (tres estocadas) , Vivero, Betanzos (una cuchillada), La Coruña, Santiago (un balazo), Valdeorras, Morella, Villafranca del Bierzo (un balazo), Alba de Tormes, Brañobares, Ciudad Rodrigo, Olivenza, Llerena (arcabuceado por los franceses, que lo habían hecho prisionero, recibe cuatro balazos, pero consigue sobrevivir), Castillejos, Fregenal de la Sierra (un balazo y dos estocadas. Acción en la que Antonio García recobró una bandera española, después de luchar contra 17 franceses. En el mismo escenario, tres meses después de que los franceses lo hubiesen fusilado, Antonio García coge prisionero al comandante que había mandado arcabucearlo; Antonio García lo somete a la misma prueba de fuego, pero el francés muere), Higuera de Fregenal, La Palma, Albuera (una estocada), Puebla de Guzmán, Usagre, Zujar, Cullar de Baza, Murviedro (un balazo y una estocada), Alaguas y Murcia.
Tantas heridas y tan larga y continuada campaña llevan a Javier Elio, general jefe del II Ejército, hacia 1812, a recomendar a Antonio García que fuera a Cádiz, donde se encontraba la Regencia, para reclamar una pensión de invalidez.
Vamos a seguir ahora los pasos de Antonio García en la entonces capital de España.
Así, el 24 de enero de 1813, Antonio García se presenta en Cádiz ante la Regencia del Reino, instalada en e1 palacio de la Aduana.
El día 28, la Gaceta de la Regencia de las Españas inserta, de oficio, un artículo sobre la llegada del húsar Antonio García a la Regencia para reclamar la gracia de inválidos, y también las siguientes decisiones tomadas por el Presidente: concederle a Antonio García la condecoración de sargento primero vivo de caballería ligera, su colocación en el empleo de rentas, la concesión de una ayuda para su regreso a Asturias y la publicación de sus méritos en la "Gaceta", para ejemplo de todos.
El 30, la "Gaceta" publica la relación de méritos de Antonio García. En la sesión. de cortes de la misma fecha, el representante asturiano E. Vázquez Ganga manifiesta que los premios concedidos al héroe de Castropol no han sido suficientes.
La prensa gaditana se une a las declaraciones de Vázquez Ganga, y el 1 de febrero EI Conciso publica la Hoja de Servicios de Antonio García; el 2 su semblanza; al mismo tiempo, pide que se le retrate para que su efigie sea incluida en la Colección de los militares que en la presente lucha se han hecho acreedores al amor y gratitud de la patria, y que reproducirá más tarde la Junta Iconográfica Nacional. El mismo 2 de febrero, el Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias publica una representación, firmada por 96 personajes, pidiendo que se le conceda a Antonio García la Cruz laureada de San Fernando (creada en 1811), con dispensa de juicio contradictorio, por haber recuperado una bandera española, de la que se habían apoderado los franceses, después de luchar contra 17 enemigos.
El día 3, El Conciso traza un retrato literario de Antonio García.
El 12, el Diario de Sesiones recoge un dictamen de las Comisiones de Guerra y Premios, que se hace eco de las pretensiones de Vázquez Ganga. El representante asturiano cuenta, también, que el padre de Antonio García, comandante de una alarma en Asturias, murió peleando al intentar evitar que un francés le cortase la mano derecha a una hija, que no quería acceder a sus torpes pretensiones (según el libro de defunciones de Piñera, Castropol, el padre de Antonio García murió en 1809).
Las Comisiones de Guerra y Premios, continúa el Diario de Sesiones, no pueden dispensar a Antonio García del juicio contradictorio para la concesión de la Laureada, pero lo premian con el uso perpetuo del uniforme de alférez, 500 reales mensuales de renta y lo llama a comparecer ante las Cortes. Al mismo tiempo, piden que la Regencia mande abrir juicio contradictorio sobre la recuperación de la bandera, y, en su caso, le conceda la Laureada, como así ocurrió más tarde y consta en el archivo de las Reales y Militares Órdenes.
A las 12 horas del 16 de febrero, Antonio García, de dolman amarillo y casco de caballería, comparece ante las Cortes, insta- ladas en la iglesia de San Felipe Neri. Es llamado a la barandilla, desde donde escucha la lectura del decreto por el que se le concedían aquellos premios y la arenga que le dedica el presidente Miguel Zumalacárregui, que lo llama Hijo Benemérito de la Patria. Antonio García toma de sus manos las credenciales dirigidas a la Regencia.
Luego, el héroe de Castropol pronuncia unas palabras (que se conservan), y ante la emoción que le atenaza la garganta, es Vázquez Canga quien lee el discurso que Antonio García había preparado para la ocasión, que se inserta en el Diario de Sesiones.
Con el Decreto de las Cortes en la mano, Antonio García, acompañado por un alabardero y la Banda de Música de las Guardias Españolas, se dirige a la Regencia; por el camino es vitoreado por el público que se había aglomerado en las inmediaciones. Al pasar por la calle del Tinte, el embajador inglés, Richard Coley, marqués de Wellesley (hermano de Wellington), se asoma al balcón y lo invita a visitarlo, a su regreso de la Regencia.
Cumplimentado el trámite en la Regencia, Antonio García se reúne con el embajador inglés, quien, después de un refrigerio, le regala un uniforme y un sable. Luego se acerca al Depósito de Inválidos, situado en el cuartel de La Bomba, y reparte entre los residentes las 47 Pts. que le habían entregado en las Cortes para sus gastos.
Por la noche, asiste a una función de teatro, durante la que el actor Frediani lee un soneto (que se conserva) dedicado al héroe.
Pasados estos festejos, se impone la cruda realidad en la azarosa vida de Antonio García.
Así, el 1 de marzo del mismo 1813, El Tribuna del Pueblo Es pañol publica una carta de Antonio García, en la que pide que algún médico lo atienda en sus padecimientos (2 heridas sin cerrar) gratuitamente, pues carece de dinero. Vivía en aquel entonces en la Posada de la Paz, en la calle del Molino.
En el mismo número, el regente de .la imprenta del periódico escribe que lamenta que los editores no puedan costear la curación de Antonio García, aunque proponen abrir una suscripción, a cuyo fin ceden el producto de la venta de un número de El Tribuna.
El día 5, el editor del Robespierre Español se ofrece a curar él mismo a Antonio García, y a acogerlo además en su casa de la Isla de León (San Fernando).
El 11, El Tribuna da cuenta de que la suscripción entre los militares del Ejército de Reserva, al mando de Enrique O' Donnell, conde de La Bisbal, cuyo cuartel general se encontraba en Sevilla, había alcanzado los 9.786 reales, con 18 maravedíes. En el mismo número del periódico, Antonio García agradece el gesto.
Viéndose recuperado, en el mes de abril, Antonio García vuelve de nuevo a la guerra, próxima ya a finalizar.
Llegada la paz, apunta Arturo Cotarelo, siguiendo el manuscrito que Canella poseía, Antonio García comenzó a militar en las filas liberales, a la vista de que Fernando VII, por el que luchara bajo la bandera de la Constitución de Cádiz, en 1814, a su regreso del cautiverio, había proclamado el absolutismo, apoyado precisa mente por aquel Javier Elío, que ayudara a nuestro soldado.
Volvemos a retomar la pista de nuestro héroe en los años del Trienio Liberal (1820-1823), viéndolo luchar, contra los absolutistas, en las filas de Juan Martín El Empecinado.
Triunfa, finalmente, la reacción, y El Empecinado y un grupo de sus hombres, adalides de las libertades de Cádiz, son apresa dos traicioneramente por los facciosos. Entre los hombres de El Empecinado se encontraba Antonio García.
Llevados a Roa (Burgos), El Empecinado es sometido a un proceso inicuo, que lo lleva a la muerte, ya en el año 1825. Antonio García y los demás quedan en libertad.
En 1832 encontramos a Antonio García viviendo en Valladolid, según recoge un documento del Archivo de la Real Chancillería, en el que Josefa González, residente también en Valladolid, acusa de estupro a Antonio García Monteavaro, alias el Inmortal (sic), oficial retirado en dicha ciudad, en cuya casa trabajaba de criada.
Canella y Cotarelo apuntan que Antonio García emigró después a Portugal, pero quizá se confundan con otro Antonio García, que fue detenido en Évora (Portugal), por desertar de una unidad del ejército español, que en aquellos momentos se encontraba en Sevilla. El documento en que me baso, procedente del Archivo Histórico Nacional, lleva fecha de 1837.
El manuscrito que poseía Canella y manejó Cotarelo afirma más adelante que Antonio García tomó parte en la I Guerra Carlista (1833-1839), y que, en una acción, el cura Jerónimo Merino, el famoso guerrillero de la Guerra de la Independencia, luego absolutista y finalmente carlista, le había arrebatado su querida Hoja de Servicios, que desde luego no se encuentra en el Archivo General Militar de Segovia.
Parece ser que Antonio García, finalizada la guerra carlista, se trasladó a vivir a La Coruña, donde falleció, tal y como habíamos apuntado al principio de estas líneas.
Según García Teijeiro, en su folleto El Inmortal húsar de Castilla don Antonio García, soldado del Regimiento de Castropol, quien excitó desde niño mi curiosidad hacia el personaje, Antonio García se casó en Oviedo, en fecha que no determina, con María Victoria González Valdés, y tuvieron una única hija, Felipa, que, huérfana de sus padres, fue recogida por unos parientes.
Hora es ya de que el Ayuntamiento de Castropol honre la memoria de El Inmortal, quien, como muchos otros humildes soldados, supo defender la independencia de la Patria, sin esperar de ella más que el reconocimiento del pueblo español, representado por las Cortes soberanas.
Miguel Angel Serrano Monteavaro
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