Acuérdese del gallo de Morón
No hace mucho LA NUEVA ESPAÑA nos despertaba con el siguiente titular: "Ante la jueza tres detenidos por vaciar las cuentas de cinco médicos asturianos". El diario nos daba cuenta de que les habían clonado las tarjetas desde Cataluña para estafarles 103.000. ¡Parece increíble! ¿Verdad?
Lo cierto es que estas noticias si no nos afectan directamente a nosotros, o el bombazo no nos cae muy cerca, hasta pasamos de ellas. Pero cómo nos sentiríamos si nuestras cuentas bancarias sufriesen en menos de veinticuatro horas ataques que mermasen o hiciesen esfumarse, en parte o todos, nuestros ahorros.
Esos ataques parten de algún "cracker" de los que tanto abundan hoy día, dando disgustos al honrado ciudadano y, también, cómo no, sembrando el pánico en empresas de todo tipo y condición que caen en sus arteras redes.
Seguramente, si nos toca a nosotros algún día, nos sentiríamos con la misma sensación de impotencia que siente aquel ciudadano al que entran en su casa a robar. A robar, sí, tanto como si lo hacen con violencia o amparándose en el descuido.
A mí, de momento, nada de eso me ha ocurrido en propia piel, toco madera. Pero sí cayó el bombazo esta vez muy cerca de mí. Cayó en la figura de mi buen amigo y excompañero de trabajo en banca... (no quiere que publique su nombre, es de esas buenas personas que aún quedan que tienen mucho miedo a estas cosas. Quizá tenga razón, en cierto modo el miedo nos protege, no en vano dicen que guarda la vida). Este amigo, sin nombre, acudió a mi casa a contármelo personalmente y a demostrarme con la documentación que justifica las operaciones que les cuento.
En menos de veinticuatro horas, a caballo entre dos días del pasado febrero, comenzó a recibir SMS con peticiones solicitándole conformidad a operaciones bancarias no realizadas por él. En ese mismo espacio de tiempo en su cuenta corriente entraron doce cargos por importe cercano a los mil quinientos euros, realizados desde una provincia en la que nunca había estado. Esos importes fueron adeudados en su cuenta corriente sin su autorización.
A mayores, en su cuenta de ahorro en la que no tenía vinculadas tarjetas ni domiciliaciones, por el sistema de pagos y cobros denominado Bizum le birlaron de un solo golpe quinientos pavos más.
Asimismo, le usurparon los datos de su tarjeta de combustible para adeudarle casi mil euros. Curiosamente los conceptos de estos cargos correspondían, además de facturas por combustibles, a compras en una farmacia, en perfumerías y otros comercios. Uno de esos cargos importaba seis euros -esto se llama aprovechar las migajas.
Los pasos del proceso, que me atrevo a llamar kafkiano, parece ser que empezaron después de malas coberturas en la red de su teléfono móvil, amén de quedarse sin línea y sin internet de vez en cuando. Todo esto mosqueaba a mí amigo, empujándolo a desconfiar.
Días más tarde se enteró de que alguien había solicitado en su nombre a la empresa telefónica, un duplicado de la tarjeta SIM de su teléfono móvil. A partir de ahí, parece ser, comenzó todo el calvario.
Comunicó a su entidad bancaria lo que estaba sucediendo.
Al día de hoy tiene la suerte de haber recuperado todo el dinero retirado de sus cuentas en su entidad bancaria. No así los correspondientes a la tarjeta del combustible que ni por activa ni por pasiva quieren devolverle. Así que tiene interpuesta la correspondiente denuncia contra ellos, por medio de su Ayuntamiento, que intermedia ante las autoridades competentes. Está en espera de resultados positivos. Aunque ello ofrece serias dudas ya que en las tarjetas bancarias y de otras empresas relacionadas con todo tipo de dinero figuran coletillas que dicen más o menos: "...el titular se obliga a custodiar esta tarjeta y es el único responsable en caso de extravío...".
Después de toda la odisea sufrida, mi amigo está convencido de que lo peor de todo es que nadie le va a devolver las horas de sueño que le han hurtado, producidas por los disgustos a consecuencia de tales operaciones convertidas en otros tantos golpes a su corazón. Disgustos que, sin lugar a dudas, en este caso valen para él muchísimo más que todo el dinero usurpado. Me pongo nervioso imaginándome en su piel.
Después de escuchar minuciosamente todos los detalles del saqueo, me pregunté a mí mismo: ¿Qué le pasaría a mi amigo si no acierta a andar raudo en denunciar lo acontecido? Sí, si en vez de darse cuenta cuando se dio lo hiciese una semana o un mes más tarde... O si le cayese el sambenito en un fin de semana o en un puente, cuando las oficinas están cerradas.
Sí, ya sé que a muchos de ustedes les gustaría más aquel sistema contable utilizado en los bancos hace cuarenta años, cuando llevaban los movimientos de los fondos de sus clientes apuntándolos a mano en una ficha de cartón color rosa, para después pasarlo a su libreta. Cuando se retiraba efectivo se apuntaba al debe y si se ingresaba lo anotación iba al haber. Después esas fichas las custodiaban en un cajón metálico con llave. ¡Qué bien!... Pero eso era en otros tiempos. Así que... olvídese de ese sistema que seguramente nunca volverá.
Amigo lector... le veo venir. No trate de esquivar los mencionados peligros retirando todo el dinero del banco para traérselo a su casa y custodiarlo debajo del colchón. No, no lo haga. Los amigos de lo ajeno merodean también por cerca de los domicilios y, además, si huelen pasta, corre usted un serio peligro de perderla arriesgando al tiempo su integridad física y la de su familia.
Ya sabe, nunca puede estar uno tranquilo, ni siquiera de jubilado. Así que, a la vista de los perniciosos acontecimientos, me atrevo a aconsejarle que lo mejor de todo para evitar timos semejantes, créame, es no contestar a las llamadas de ningún número de teléfono que no tengamos registrado. Tampoco abra correos sospechosos y menos crea en aquellos que le prometen que si facilita los datos que le solicitan le abonarán miles de euros en su cuenta. Pues por si ya teníamos poco con los viejos timos aún hoy de actualidad, el de la estampita y el tocomocho, se unen ahora estos.
Así que ya lo saben, no se llamen a engaño. No se fíen. No se distraigan y vigilen sus cuentas ya que, hoy día, no hay nada seguro en este mundo. No le quepa duda de que hoy puede acostarse feliz contemplando a sus ahorros de toda una vida -en forma de números en un papel del banco o en billetes contantes y sonantes, qué más da-, pero tenga en cuenta que si se descuida puede despertarse al día siguiente como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando.
5 comentarios
Nano -
Pero una señora o a un señor de mi edad creo que btodos creemos en Dios..
Nano -
No disculpo a los estafadores ladrones de la cibernética ¿ Pero los banco no tendrían medios para estos atropellos?
Nano -
No disculpo a los estafadores ladrones de la cibernética ¿ Pero los banco no tendrían medios para estos atropellos?
Nano -
¿ Os acordáis del caso de Pepe del Popular, por citar algunos?
Los " banqueros que ofrecían el oro y el moro con las " preferentes"?
¿ Las tarjetas y otras cosas más no son invención de los bancos?
Nano -