Mi carta a los Reyes Magos para 2025
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Queridos Reyes Magos de Oriente:
Espero y deseo que al recibo de esta os encontréis bien de salud. Por aquí, muy bien, a pesar de ya estar soportando los rigores del invierno con sus catarros a cuestas. Este año quiero poneros al corriente de cómo anda por aquí esto de los regalos de Navidad. Es que me temo no estéis muy al día de ello, dado que vuestro tiempo siempre lo tenéis ocupado arreglando sin parar, año tras año, los desaguisados plasmados en las cartas que os llegan.
Como sabéis, el pasado año os escribí pidiéndoos lo que habíamos acordado en consenso los amigos del diario paseo, encabezados por el certero Bras, nuestro pesado amigo, también jubilado. Sabemos a ciencia cierta que habéis transmitido nuestra petición a los padres de los niños que habéis visitado. Tampoco dudamos que, por la que va, os llevará unos años el poner en orden nuestras peticiones de paz en la Tierra.
Este año os anticipo que no quiero que me traigáis nada, solo paz y salud para todos y... que nos hagas ser un poco mejores, seguro que hay margen para ello. Lo que sí haré, con vuestro permiso, será relataros unas observaciones de nuestro pesado amigo jubilado Bras. Me pidió, con la aprobación de todos, que os las contara por carta. No quiero ser acusica, pero ya sabéis que desde hace varias décadas, comenzando allá de la mano de la democracia, cada Navidad nos llega vuestra competencia. Viene cada año con más fuerza, capitaneada por un señor mayor, rechoncho, con barba luenga y vestimenta roja y blanca. Nos dicen que viene del cielo. Vendrá, pero amparándose en la oscuridad de la Nochebuena, montado en un trineo abarrotado de regalos, deslizándose por el aire, tirado por media docena de ciervos a los que azuza con voz de cazalla, y su clásica campanilla mezclada con su característico, jou, jou, jou, que le da un aspecto un poco obtuso; aunque los últimos años parece que va refinándose. Seguro que son cosas del marketing. El personaje es conocido aquí en Occidente con el nombre de Papá Noël. Con su insistencia y tesón año tras año, desde los setenta del siglo pasado, va ganándoos terreno aquí, queridos Reyes Magos. No os quiero entristecer, pero o mucho me equivoco o le falta muy poco para arrinconaros definitivamente, comercialmente hablando, si no os ponéis las pilas, claro. Pues ese señor Noël y su equipo con sus actuaciones están haciendo que poco a poco nuestra frágil memoria de humanos nos vaya abandonando, hasta hacernos olvidarnos de vosotros, sin tener en cuenta lo felices que nos hicisteis a muchos de los mayores, generación tras generación, fallándonos muy pocas veces. Tendríamos que saber que siempre habéis cumplido lo prometido y, por tanto, debiéramos seguir confiando en vosotros.
La revolución que dio lugar a este maremágnum comercial que estamos viviendo desde hace unos años parece que nos quiere hacen ver que viene de un simple cambio de fechas: "Si los Reyes de Oriente siguieran trayendo sus juguetes a los niños, y no tan niños, el 5 de cada enero, solo habría dos días para poder disfrutarlos. En cambio, llegando en Nochebuena, sobra tiempo para gozarlos, e incluso con suficiente tiempo para pedir más para seguir saboreándolos". ¡Qué cosa tan simple inventó ese personaje apellidado Noël y sus consejeros para tratar de desbancaros, queridos Reyes Magos! ¿No hay derecho?
Desde hace años vemos también con claridad meridiana que toma fuerza otra gran ilusión, en torno al juego de la lotería nacional, que, como bien sabéis, queridos Reyes, es un modelo napolitano creado para ayudar a los desajustes económicos del Estado, introducido en España en el año 1763, por Carlos III, de la mano del diplomático marqués de Esquilache. Los décimos ya salen a la venta nada más comenzar el mes de julio con tentadoras provocaciones para incentivar más y más las ventas del humo del azar, como esta frase dirigida al lugareño y al veraneante de turno: "¿Y si cae aquí?". Recordándonos al tiempo los más de dos mil setecientos millones de euros que se van a repartir en premios, con la posibilidad de traer y llevar fortuna por los confines de nuestras comunidades. Y después de tanta promesa, queridos Reyes, el día 23 de cada diciembre la inmensa mayoría de nosotros vemos desilusionados cómo la suerte otro año más nos fue esquiva, alejándose con el saco de la fortuna a cuestas. Pero, a pesar de solo recibir algún que otro reintegro aquí, debéis saber, queridos Reyes, que las colas para comprar la lotería del Niño estos días abarrotan las administraciones, saliendo hasta las aceras para ocupar media calle. ¡Es que no escarmentamos nunca, queridos Reyes! En una de esas colas en la que hoy me encontraba, observé a los allí presentes todos cabizbajos y callados esperando su turno para volver a tentar a la potra para hoy, 5 de enero. Eso sí, con más fuerza que en diciembre, si cabe. Algunos ya habían formado la cola antes de abrir la administración, pero a mí me da un poco de reparo esa precipitación. Aunque por ganas también estaría allí de los primeros, pero a lo mejor es contraproducente. Aparte del qué dirán puede ocurrir que la fortuna se puede fijar en mí y observar las ansias hacia el vil metal, dándome la espalda y, además, dejándome un merecido complejo de avaricia.
Así somos los Sapiens que protestamos, incluso injuriamos, muchas veces a la tan necesaria Hacienda pública, que sin palo ni piedra nos castiga con sus impuestos.
Pero, sin embargo, con los juegos de azar y sus consecuencias, que la mayoría de las veces nada nos da y casi siempre nos quita, nos dejamos rascar gustosos nuestros bolsillos como si fuésemos mansos corderos. Antes, al comprar las papeletas, y después, si cobramos los premios.
Visto lo visto, queridos Reyes Magos de Oriente, un año más me arrepiento de jugar más lotería de la que debía y, por ello, solo te repito que para este 2025 nos traigas salud, paz y pan, que no es poco. Rogándoos a ver si es posible que intercedáis para que se acaben de una vez por todos los desastres en forma de guerras que sufren las pobres gentes de Ucrania, Gaza, Sudán, Etiopía, Afganistán, Siria, El Congo, Colombia... y así hasta la cifra de más de cincuenta y seis guerras activas en nuestro planeta.
Quedamos a vuestra disposición, queridos Reyes.
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