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Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

Hogares sin distinción de sexos en Castropol

3 comentarios

luis -

NO IGUAL DA

No es lo mismo sexo que oficio, tarea o rol...
No son lo mismo "domingas" que tetillas, ni coño que carajo.
¡Ojo,con la "Miembra"!



Luis López-Cotarelo Villaamil -

Muy atinado el comentario de Antonio, además de bien escrito y aportando siempre anecdotas (lo de comparar a un esposo yanqui con un mayordomo inglés es genial).
Hace años, estando ya casado, en una reunión de amigos/as se suscitó este debate de las ayudas masculinas en las tareas domésticas. No es fácil adivinar que los varones perdíamos la partida ante las embestidas dialécticas de nuestras esposas. En un momento determinado, yo propuse hacer una especie de concurso entre personas de ambos sexos para confirmar o no si era verdad esa afirmación de que los varones ni participábamos ni sabíamos de tareas domésticas. Sólo puse una condición; que en la lista de tareas a desarrollar por los participantes se incluyese el mismo número de las "típicas" (cocinar, planchar, coser, limpiar, etc.; gestionar la casa en definitiva) que de las "nuevas" (reparaciones varias, instalaciones, bricolage en general, instalación y formateado de aparatos electrónicos, etc.).
Mi desafío no fue aceptado por ninguna mujer.
Y como ahora estoy viudo, aprecio y valoro sobremanera la tarea de la mujer en el hogar y en el matrimonio.
Saludos.

Antonio Murias Vila -

La noticia es que esto sea noticia. Lo más normal es que las tareas se compartan, y que todos dediquemos a tareas domésticas un tiempo idéntico o equivalente para disfrutar de las mismas horas de ocio, con lo que se evitan muchos males. La disposición de muchos varones siempre ha estado ahí, aunque generaciones de madres hayan prohibido a los hijos la entrada en la cocina y que las salitas de costura hayan heredado el espacio destinado al gineceo. Pero todo tiene su razón y su equilibrio, o por lo menos no hay que descartar que lo tenga. Y así, los varones tienen una irrefrenable tendencia a descollar en las artes culinarias y en el mantenimiento de los hogares, siempre que se les deje. Un británico tan mirado como William Somerset Maugham (tanto, que para no ser francés a pear de hallarse su madre en París, vio la primera luz en el interior de la embajada británica) observaba que "las mujeres norteamericanas esperan encontrar en sus maridos un grado de perfección tal que las mujeres inglesas sólo esperan de sus mayordomos". Lo curioso es que algunas de tales tareas, en la actualidad, y para llevarse a cabo convenientemente, exigen unos conocimientos de ingeniería, y cada nueva pareja que entra en su nuevo hogar ve cada electrodoméstico como una asignatura cuyo contenido se halla en un libro distinto, y así, la funciones se reparten y cada cual estudia un librito y hace suyos unos conocimientos y una especial relación con el aparato, dándose el caso de que, cuando el aparato es puesto en marcha por el consorte, se llega a crear una sensación de infidelidad que flota en el ambiente, y si el aparato se encalla o se estropea, el incidente alcanza tintes dramáticos. Y es que, al final, existe una tendencia, derivada de un instinto o atavismo extraño, a crear espacios exclusivos. y si no, al tiempo.