18 de Abril del 2021 - Antonio Valle Suárez (Castropol)
Muchas veces de niño he oído que mis abuelos querían poner de nombre Joaquina a su hija recién nacida, que después fue mi madre. Pero sus padres, mis bisabuelos, lucharon para que la bautizasen con el nombre de Laureana. A fe que mucho debieron de bregar, pues lo consiguieron. La niña llevó toda su vida en los papeles el triunfal nombre de Joaquina Laureana. Pero, a pesar de todo, siempre se la llamó y conoció por Joaquina. El segundo nombre, que solo conocíamos algunos de la familia, solo le sirvió para líos burocráticos.
En primer lugar, aprovecho para dar la enhorabuena a todas aquellas personas y equipos que con sus esfuerzos han logrado oficializar en los papeles un segundo nombre a nuestra ría de toda la vida, ría del Eo. Aprovecho para apostillar que mi experiencia al respecto me dice que, en ambas orillas, gallega y asturiana, desde hace más de sesenta años, siempre he oído llamarla “a ría del Eo”. Es más, la orquesta “Capri”, de Vegadeo, en los años sesenta del pasado siglo, contaba en su repertorio con aquella canción que decía, creo recordar: “Ay, ría del Eo, qué bonita estás desde Vegadeo hasta Figueras”...
Tanto gallegos como asturianos, que, según el dicho, somos primos hermanos, agradeceríamos que no cesasen en su lucha. Una lucha que ahora solo debería ir encaminada a presionar a quien corresponda para que nuestra Ría sea cuidada. ¡Qué pena que en las recientes pasadas “vacas gordas” no hubiésemos luchado con ahínco hasta conseguir parte del dinero que generosamente repartía la CEE entonces para destinarlo al cuidado de nuestra ría! A dragarla, a limpiarla de la arena que diariamente se acumula.
A causa de tanta arena, que aumenta día a día, ahora muchos nos tememos que más pronto que tarde desaparezcan sus canales sepultados por la gravilla, convirtiéndose toda la ría en un desierto como la gran Duna de Pilat, en la Aquitania del golfo de Vizcaya, cerca de Arcachón.
Cuando eso ocurra probablemente lucharemos gallegos y asturianos para hacer que desparezca de los papeles el nombre de tal presunto desierto, bastante más desagradable y dañino que nuestra hermosa ría.
Aunque lo peor sería que tantas luchas al final no valiesen para nada, como les pasó a mis bisabuelos, los abuelos de mi madre.