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Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

 

¿Acaso es el hambre en el mundo un tema baladí?

10 de Marzo del 2020 - Antonio Valle Suárez (Castropol)

¡Lo primero, lávate las manos! ¿Quién no ha oído esta frase en multitud de ocasiones antes de disponerse a comer? Basta que no lo hagas una vez para que el temible virus (veneno, en latín, descubierto por Dimitre Ivanovski allá por 1892) se cuele en tus entrañas. Artículos y escritos relacionados con la higiene nos explican las vías de entrada por donde se nos cuelan estos bichitos, que ni se ven siquiera con la ayuda del microscopio. Nos dicen que están en los pasamanos, en los carritos de la compra, en los picaportes, en los mostradores, en los transportes públicos, en la comida y la bebida, en todos lados. Llegan a nosotros transportados por nuestras manos, por el aire, por vías fecales. Un doctor amigo siempre me dice que los virus acabarán con la humanidad.

En nuestro diario paseo de ayer, como casi siempre, nuestro pesado amigo jubilado, Bras, nos hizo pensar revolviéndonos las tripas y, lo que es peor, la conciencia. Nos dijo: "Nos dan a entender que el coronavirus camina con paso letal. Parece que no hay forma de detenerlo. Diariamente los medios, sobre todo las televisiones, no paran de atemorizarnos a todas horas con esa noticia. Mi jubilada cabeza está a punto de estallar a causa de tanto oír hablar de él y de sus efectos. Tanto machaqueo amenaza con destruirme, adelantándose a los virus. Pienso que cada uno de nosotros puede poner nuestro granito de arena para echar freno al coronavirus. Por ejemplo, marchándonos inmediatamente de aquellos lugares públicos de restauración alimentaria (bares, restaurantes, comercios) si vemos, como a veces ocurre, a personal del negocio entrar a los servicios para hacer sus necesidades, las que sean, y luego salir tan pancho sin lavarse las manos. O qué hacer cuando alguno de nosotros, aquejado de gripe, catarro o cualquier otra enfermedad contagiosa, acudimos a un lugar público, incluso al centro de salud, sin las protecciones adecuadas. Desde que comenzó todo este sinvivir del coronavirus no veo a nadie por la calle ni por ningún lugar público o privado con tales protecciones colocadas en la cara y, sin embargo, en las tiendas y farmacias, incluso online, se han agotado a precio normal mascarillas y geles desinfectantes. Tal es la fiebre de las mascarillas contra el coronavirus que llegan al lujo, siendo creados modernos diseños por firmas para ser lanzadas usándolas sus modelos en la pasarela, al tiempo que las celebrities en las redes sociales. Al haberse agotado el stock en las tiendas, ahora solo se pueden adquirir a vendedores de escasa reputación que las ofertan por internet a precios de oro. Las consecuencias ya están llegando a herir las economías locales, europeas y mundiales. Nos dicen que está previsto que las cifras que miden la macroeconomía bajen en varias décimas, lo que representará millones de euros. Por otra parte, tanto hablar de los peligros de contagio del coronavirus posiblemente dará lugar a que desaparezcan los gestos para relacionarse los humanos con sus semejantes. Me refiero a la práctica de los saludos de mano, de besos en la cara y palmaditas en la espalda que, de seguir en aumento el terror que se nos está inculcando, probablemente solo nos quedaremos al uso con una rápida mirada hacia el vecino, amigo o familiar, a más de un metro de distancia, y que significará buenos días, sin más -Bras toma un respiro y prosigue-. Pero lo que más indignante me parece es que las cifras oficiales de casi 3.000 fallecidos, hasta ahora, a causa del coronavirus no son comparables con los 1.250.000 humanos muertos al año en accidentes de tráfico en el mundo (solo en España en 2019 fallecieron 1.100 personas). O sea, que fallece una persona en accidente de tráfico en el mundo cada 25 segundos y no nos asustamos, supongo porque no nos lo están recordando a cada momento, no sea que baje la venta de vehículos. Y mucho menos comparables son las bajas por el coronavirus con las 24.000 personas (de ellas 8.500 niños) que mueren diariamente a causa del hambre en el mundo; es decir, la friolera de 8.760.000 seres humanos al año (de ellos, 3.102.500 son niños). ¿Por qué no nos airean estas cifras diariamente en los medios para concienciarnos de que todos podemos hacer algo más de lo que hacemos para evitar tantas muertes de seres humanos inocentes? ¡No lo entiendo! ¿O es que no son seres humanos exactamente igual que los afectados por el coronavirus?".

Ayer, después del paseo, llegué a casa muy disgustado pensando en toda la arenga que nos soltó Bras. No he podido pegar ojo en toda la noche pensando en ello y, según me he podido enterar, lo mismo les pasó al resto de los compañeros de paseo.

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