MILAGRO
A Miguel Ángel Serrano Monteavaro.
Siento que ya se acerca
la hora de marcharme,
el bagaje está listo:
Es el viento en mis manos.
Ese poema incierto
que no puede atraparse.
Ese poema incierto
que no pudo escribirse,
ni florecer, ni concretarse.
Y era en sí, tan sencillo
decir, que sólo aspiro
a que un mozo cualquiera, sentado en la taberna,
allá, lejos, muy lejos,
en mi pueblo soñado,
con su jarra vacía,
farfulle, ya beodo,
y se cuente a sí mismo:
"Fue amigo de mi abuelo.
Era un muchacho noble,
soñador y bohemio
que quiso ser poeta.
Se perdió en la distancia,
pero llevó en sus carnes,
sin poder extirparlas:
las esquinas del pueblo
sus calles y silencios.
La niñez, los amigos,
la juventud, los besos.
¡Añoranzas, recuerdos!
y lo enterraron..., con ellos".
Solamente a eso aspiro.
Porque sé, que aquel viento
que acarició mis manos...,
soplará mis cenizas
hasta encontrar mi oído
y me dirá: No has muerto,
el milagro ha surgido.
Amador García Acebo
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