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Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

D. Ramón das Mentirolas hacia 1920

D. Ramón das Mentirolas hacia 1920 Por este nombre era conocido el entonces telegrafista de Castropol D. Ramón Alonso Trelles, hermano del Viejo Pancho y padre de Paquita y Amalia Trelles.

2 comentarios

otra vez, yo -

En "teuve" incordia la "mosca cojonera", en la imprenta el "duende de la linotipia" suele hacer diabluras. En informática la mi ignorancia, rebozada de despiste, no me da tregua. Acabo de constatar en el comentario anterior, por mi firmado, un disparate: atribuir ripios a la obra de El Viejo Pancho. Es una mentirola que su hermano don Ramón, experto en tal género literario no me perdonaría. Ambos me perdonarán y los lectores que hasta aquí hayan llegado, también.Aunque el contexto me sirva de pretexto,del gazapo no me escapo.

legaspi -

DON RAMON D`AS MENTIROLAS

Es una figura singular en el Castropol de la primera mitad de finales del XIX y primeras décadas del XX. Era su padre Francisco Alonso y Trelles, natural de la zona de Navia maestro en Ribadeo y casado con Vicenta Jarén, galega, aunque el apellido es toponímico asturiano de Tapia de Casariego.
Su hija, Paquita A, Trelles, era un archivo viviente sagaz y detallista.de Castropol. Creo que se nos ha ido sin “explotar”. A lo menos a mí que, grabadora en ristre estuve varias veces con ella, y, por complejos reverenciales, nunca me he atrevido a sacar agua de tan abundante fuente. No sólo de la vida de don Ramón Trelles, “el telegrafista”, sino de la pequeña historia de Castropol. Estoy bien seguro que otros testigos, curiosos y analistas, tendrán documentación bien sabrosa de estas personas y su visión de la vida castropolina. Merecería la pena recoger todo lo posible de la memoria que aún queda Los que recuerden algunos detalles, aunque parezcan fútiles deben conservarlos y trasmitirlos. A lo mejor añadiendo algún comentario en esta misma bitácora.
D. Ramón era un cronista que en mal verso, con mucha coña y buena puntería reflejaba en menuda calderilla la vida del pueblo. A guisa de ejemplo pongo dos retales, probablemente muy imprecisos, que Alzheimer deja pasar a mi memoria:



El garaje del Francés
“Si quieres que te lo diga
Cantando de lo diré,
Que la tienda del francés,
Es el arca de Noé.
Una mesa allí verás.
chía de cousas vellas:
Hay cartuchos, hay botellas,
pilas de Leclanché
y otras dos mil bagatelas”
Miguel del Sopapo

“Foi Miguel a os sollos,
por cenar barato,
coyeu un piscardo
como a lengua d´un gato.
Délgamu, si volvo,
Ye dixo a Pinú (Pinulo)
Chegoume el friaxe,
Hasta´l oyo del cú”


Hay otros graciosos versos, lejanos de la poesía, pero llenos de humor para “el díxome, dixome” de inocentes tertulias. Me gustaría recordar el elenco de mariñeiros del barcaxe: Cachipando, Cecilio, Primote, Burela, Marcial, Milano, Montañés” que terminaba: ¿A persona por perrón, cuántos mariñeiros son?”
También, la boda de Ramón Reguero y Luisa Murias: “En casa de don Vicente,/ hay luz y gente/ ¿qué habrá, qué habrá? / es la boda de Reguero/ con la balincova…” No sé seguir más. Malrecuerdo también algún comentario a la polémica sobre el trazado del “Estratégico Ferrol-Gijón” que tanta tinta y mala uva hizo correr en el primer tercio del siglo XX. : “El ministro de Fomento / (Alvaro de Albornoz) que e fiyo nun sei de quén/ prometeuyeis a os d`a Veiga / que iría por ali el tren / Ben sabía este morral / que e l tren xa tía a sua merca / Lástima que tal animal / fose bautizado en Luarca /…..¡
Es bien notorio que su vena poética estaba lejos de los ripios de su hermano, José María Alonso Trelles, “El Viejo Pancho”, nacido en Ribadeo en 1857, desde muy niño educado en el occidente asturiano, emigrado a las Repúblicas del Plata alcanzó su gran fama de poeta romántico y gaucho en el Cono Sur
El mismo Trelles se reía de su casorio con Pepa. Solía fabular su propia historieta después que “el catorce de abril llegó la República tranquila y sutil” Oyó tocar las campanas a rebato. Se asomó al ventanuco de su estación telegráfica y, no por morse, sino por la algarabía callejera, se enteró de que el repique era laico y llamaba a descasarse El telegrafista dejó abandonado el punto-raya, raya-punto y corrió hacia el juzgado para consumar su divorcio. Su porrazo fue morrocotudo, pues se encontró en las escaleras con Pepa que ya blandía con algazara el acta de la disolución del vínculo.
Tenía don Ramón un observatorio singular en un casetón rodante aparcado en La Punta, más o menos en donde hoy se encuentra el “spray”que sahuma los barrios limítrofes. Recuerdo vagamente, pero suficientemente preciso, al señor d`as Mentirolas, con gafas a media nariz, asomado sobre el portelo con algún diario en la mano, aunque, por aquellas calendas el informativo fuere de la antevíspera.
La roulotte probablemente se habría construido como centro de control para las obras de la carretera del muelle, años veinte del siglo veinte. Don David Méndez de Andés era el empresario o, al menos, jefe de obras. ¿Tendría Alonso Trelles algún oficio administrativo? Seguro, que hay datos en el ángulo oscuro de archivos públicos o privados. Qué no falten manos curiosas que sepan del arpa arrancar las notas.
De esta casilla, pintada de galipote, hay una foto en el Bar Antón y en esta misma bitácora. en la sección de fotos antiguas 24/03/ 2006, La Mirandilla y Los Carreiros..
No quiero terminar este ligero comentario sin aludir a un artículo de José Rodríguez Fernández publicado en El Castropol. número 577, en el año 1921. Vivía la familia Alonso Trelles en la Boca del Pozo, límite con el fácilmente recuperable Banco d`os Marñeiros. Hubo de trasladarse al Cruzadero, ¿ciento cincuenta metros? El cronista, el Mago del Arenal, coadjutor de la parroquia, puso tonos épicos como si de la Anabasis de Jenofonte o de un viaje de Marco Polo. No se puede contar un hecho tan insignificante e intrascendente en la vida de una familia y de un pueblo con tanta viveza y emotividad, que lo avocan al ridículo, pero el relato clava el significado de la figura del Mentirolas.

“Estaban todos. La noticia circuló rápidamente y no hubo uno que no quedase consternado. Como llovía y soplaba viento fresco, estaban los botes amarrados y los guarecidos en el fielato, oían en silencio a Abraido el joven que leía con entusiasmo y emoción una voluminosa novela francesa. En este momento fue cuando llegó convulso y azarado el hijo del Montañés, contando lo que sucedía. Suspendió Abraido su lectura; sus oyentes se levantaron como si hubiesen sentido el contacto de una pila de Volta.

- Don Ramón nos deja, exclamó el pequeño Montañés. Está trasladando la oficina para una casa de La Plaza. Se trata de una imposición y es menester impedirlo. El no quiere… Debemos protegerlo. Si marcha Don Ramón de la Boca del Pozo, nos falta la mitad de la vida.
- Debemos ir allá todos, dijo Sanguín.
- ¡Caray! comentó Primote. Prefiero dejar el marisco y el contrabando antes que salga Don Ramón de donde está.

En efecto. Dejaron solo a Don Alvaro en su casilla y corrieron todos hacia el telégrafo. Les seguía jadeante, envuelto en su milenario jubón el viejo Abraido. Enterado de lo que ocurría casi lloraba:

-¡Ay! Que Don Ramón, que bueno es. ¿Quén me vay a dar ahora pitillos? Para que se irá. ¿Non taba ben donde tá?

También Burela tenía amargas quejas por este inesperado suceso y proponía a Legaspe el viejo unas medidas radicales:

-Si fora cando andábamos na falúa. Ahora somosche vellos, Burela. Sentir, séntoche muito a Don Ramón, pero nada che poido facer. Acabóuse a Boca do Pozo. ¡Quén che vai poder con estos gandulotes sin o respeto a Don Ramón!

Cuando los marineros llegaron al telégrafo pudieron confirmar la triste noticia. Allí estaban ultimando los detalles del traslado. Grandela y Francisquín. Don Ramón, sudoroso, pálido, disputaba con Doña Josefa:

- Hoy Chove muito, Pepa. Xa me cambiaréi mañá.
- Non, non, hoy mismo Esperache xa abondo
- ¡ Pero, Pepa!
- Ten que ser hoy, Ramón. Si non nunca te vas. Anda, Somoa, carga con eso.
El largo éxodo fue acompañado, además de todos os mariñeiros por don Benigno, secretario del juzgado, Márquez, el carcelero, las de don Jerónimo, las de Marignacia, Benjamín, Grandela, Gayol, y el pueblo entero consternado. Merece la pena leer la crónica.