Efectivamente esta escalera conectaba con la finca de El Cercado, propiedad de don Inocencio Pardo. La casa de don Inocencio estaba, y está, a su vez cercada por pared de piedra con una puerta de salida a la finca más amplia que llevaba en arriendo la familia Cancio García, los del Cercado La propiedad de Pardo llegaba por el norte a la cerca de Loriente que descendía justo hasta esta escalera que en su parte alta estaba cerrada por una puerta de dos hojas. en verja de hierro y enmarcada en dos columnas de calicanto. La puerta trataba de cumplir su oficio, pero no lo tenía fácil. Al otro lado había una antigua senda por el fondo de la finca, muy sobre el acantilado, que iba o, mejor, dejaba ir, hasta la Punta de Santos, Fíntela. Los transeúntes fueron abriendo un paso, un tanto difícil, bordeando la columna de la derecha según se sube. Muchos nos saltábamos con frecuencia el obstáculo, con más o menos disgusto de la propiedad y de los colonos.
No recuerdo confluencia de las dos escaleras que aquí se citan. Sí, que desde la finca de Loriente había otra bajada al Penedón. Ambas tenían que desembocar muy cerca. El arranque estaba justo en donde hoy termina la depuradora, un rincón en donde hay una ducha y una pequeña escalinata. Desde este punto hasta en donde está varada la lancha se traza la línea sur del actual malecón
Sin embargo la fotografía, además de entretenerme con la historia de una escalera o de dos que desembarcaban en la misma playa, me lleva a otros pensamientos y vaticinios. Podría hablar de las mantas de algas, marfoyos diversos, que alfombraban el pedrero y que servían de buen abono para el labradio y en donde en bajamar se escondían barbadas, anguilas, camarón, cangrejo, nécoras, lámparas y mejillón de roca, almejas, bígaros y mil asombros de vida. Hasta recuerdo un delfín varado en la Punta de Santos.
Más o menos a la mitad del acantilado arcilloso que se aprecia en la foto está la Cueva de los Moros, una oquedad, más profunda que otras frecuentes en la misma ribera y que la leyenda fantasiosa prolongaba hasta el Castillo Fiel.
Era frecuente señuelo de aventura o descubrimiento para la imaginación soñadora de os rapacíos. La explorábamos varias veces, sacábamos grija de su interior para abrir de nuevo la catacumba, con la ilusión de emerger en lo alto del pueblo.
Incluso en momentos trágicos del Treintaiseis, cuando nos sobrevolaba El Negus, un avión de color ocre de la República que, al parecer, iba a bombardear el Ferrol, allí teníamos previsto nuestro refugio antiaéreo. Bueno, no andábamos muy errados. El tal Negus en una de sus pasadas nos obsequió con unas pildoritas que alarmaron a las tranquilas villas del Eo. El objetivo eran dos hidroaviones dornier y una pequeña base de bous artillados que hacían de guardacostas fondeados en Mirasol. Yo gocé del inesperado y sonoro espectáculo pues estaba alindando vacas del Cercado en el prado que está sobre a Cova d`os Moros.Recuerdo perfectamente los dos hidros zarandeados por las olas y, por qué no decirlo, mi decepción por la escasa puntería del Negus. No había por entonces playstation ni comecocos.
También se aprecia en esta hermosa foto el desnivel de la ribera. Ahora en donde está varado el barlote hay un hermoso tesón de arena del que yo extraje no hace tanto tiempo un buen caldeiro de aguiyolos furtivos. El sistema consistió en nadar, a menos de media marea, con gafas y fisga. No lo he confesado y el grave delito ya ha prescripto. Los bivalvos están impresionantes en empanada.
La regresión de la Ría es evidente. José María Campoamor Elías, castropolino ilustre, nacido en Gijón, cuatro años más joven que yo, pero mucho más estudiado, siendo niños me explicaba desde lo alto del Cercado: Mira, Luis, esta ría que vemos dentro de mil años será una feraz vega de maíz atravesada por río truchero. Yo no sabía lo que era eso de vega feraz ni concebía lo que eran diez siglos, pero me quedaba boquiabierto con lo que sabía mi amigo. Ahora, desde los ochenta y ocho inviernos, cuantas veces bajo a la ribera o me asomo a la Ribadía recuerdo claramente mis pasmos infantiles. Y me temo que Campoamor era optimista al hablar de un milenio. En pocas décadas el deterioro es brutal.
Además de las causas geofísicas de la evolución natural, ahora nosotros no escatimamos esfuerzos para precipitar fangosas xunqueiras y contaminar aguas que por meandros escasamente navegables y fuertemente pestilentes llegarán al mar ya muertas.
Post scriptum: Veo en La Nueva España de ayer una carta de Jesús Estébanez quejándose de El progresivo declive de Castropol. Lo subscribo, especialmente lo de los adoquines (cfr. primera y segunda acepción en RAE)
Luis López-Cotarelo Villaamil -
Gracias por las aclaraciones. La fecha que atribuye Javier a ésta foto incide en la de la otra, a favor de la suposición de él.
Saludos.
Javier -
En la época de la foto, antes de 1930, había una sola escalera, la que se ve en la foto. A esta escalera llegaba un sendero desde la casa de Loriente y otro desde la Paloma. Cuando se hizo el muelle y posteriormente la carretera que sube hasta San Roque, pasaron a ser dos las escaleras, que existen todavía entre la maleza, que ya no llegan a la playa sino que se quedan en la carretera. Como dice Luis Cotarelo, cuando Carmen Pardo vendió un trozo de su finca a Tarsila, esta usaba como salida hacia el muelle la escalera de la casa de Loriente, no la que baja desde la Paloma.
Luis L.López-Cotarelo Villaamil -
Esas dos escaleras se usaban hasta hoce unos 10 o 12 años; obviamente ya no descendencían hasta la ría, sino hasta la carretera que sube hacia S. Roque. La que bajaba desde La Paloma la usaba la familia de Dª Tarsila, que adquirió y construyó sobre una parcela adquirida a Dª Carmen, hasta que el Sr Junco -propietario entonces del Palacio de Loriente- actuando "manu militari" lo impidió mediante sólida alambrada.
4 comentarios
legaspi -
Efectivamente esta escalera conectaba con la finca de El Cercado, propiedad de don Inocencio Pardo. La casa de don Inocencio estaba, y está, a su vez cercada por pared de piedra con una puerta de salida a la finca más amplia que llevaba en arriendo la familia Cancio García, los del Cercado La propiedad de Pardo llegaba por el norte a la cerca de Loriente que descendía justo hasta esta escalera que en su parte alta estaba cerrada por una puerta de dos hojas. en verja de hierro y enmarcada en dos columnas de calicanto. La puerta trataba de cumplir su oficio, pero no lo tenía fácil. Al otro lado había una antigua senda por el fondo de la finca, muy sobre el acantilado, que iba o, mejor, dejaba ir, hasta la Punta de Santos, Fíntela. Los transeúntes fueron abriendo un paso, un tanto difícil, bordeando la columna de la derecha según se sube. Muchos nos saltábamos con frecuencia el obstáculo, con más o menos disgusto de la propiedad y de los colonos.
No recuerdo confluencia de las dos escaleras que aquí se citan. Sí, que desde la finca de Loriente había otra bajada al Penedón. Ambas tenían que desembocar muy cerca. El arranque estaba justo en donde hoy termina la depuradora, un rincón en donde hay una ducha y una pequeña escalinata. Desde este punto hasta en donde está varada la lancha se traza la línea sur del actual malecón
Sin embargo la fotografía, además de entretenerme con la historia de una escalera o de dos que desembarcaban en la misma playa, me lleva a otros pensamientos y vaticinios. Podría hablar de las mantas de algas, marfoyos diversos, que alfombraban el pedrero y que servían de buen abono para el labradio y en donde en bajamar se escondían barbadas, anguilas, camarón, cangrejo, nécoras, lámparas y mejillón de roca, almejas, bígaros y mil asombros de vida. Hasta recuerdo un delfín varado en la Punta de Santos.
Más o menos a la mitad del acantilado arcilloso que se aprecia en la foto está la Cueva de los Moros, una oquedad, más profunda que otras frecuentes en la misma ribera y que la leyenda fantasiosa prolongaba hasta el Castillo Fiel.
Era frecuente señuelo de aventura o descubrimiento para la imaginación soñadora de os rapacíos. La explorábamos varias veces, sacábamos grija de su interior para abrir de nuevo la catacumba, con la ilusión de emerger en lo alto del pueblo.
Incluso en momentos trágicos del Treintaiseis, cuando nos sobrevolaba El Negus, un avión de color ocre de la República que, al parecer, iba a bombardear el Ferrol, allí teníamos previsto nuestro refugio antiaéreo. Bueno, no andábamos muy errados. El tal Negus en una de sus pasadas nos obsequió con unas pildoritas que alarmaron a las tranquilas villas del Eo. El objetivo eran dos hidroaviones dornier y una pequeña base de bous artillados que hacían de guardacostas fondeados en Mirasol. Yo gocé del inesperado y sonoro espectáculo pues estaba alindando vacas del Cercado en el prado que está sobre a Cova d`os Moros.Recuerdo perfectamente los dos hidros zarandeados por las olas y, por qué no decirlo, mi decepción por la escasa puntería del Negus. No había por entonces playstation ni comecocos.
También se aprecia en esta hermosa foto el desnivel de la ribera. Ahora en donde está varado el barlote hay un hermoso tesón de arena del que yo extraje no hace tanto tiempo un buen caldeiro de aguiyolos furtivos. El sistema consistió en nadar, a menos de media marea, con gafas y fisga. No lo he confesado y el grave delito ya ha prescripto. Los bivalvos están impresionantes en empanada.
La regresión de la Ría es evidente. José María Campoamor Elías, castropolino ilustre, nacido en Gijón, cuatro años más joven que yo, pero mucho más estudiado, siendo niños me explicaba desde lo alto del Cercado: Mira, Luis, esta ría que vemos dentro de mil años será una feraz vega de maíz atravesada por río truchero. Yo no sabía lo que era eso de vega feraz ni concebía lo que eran diez siglos, pero me quedaba boquiabierto con lo que sabía mi amigo. Ahora, desde los ochenta y ocho inviernos, cuantas veces bajo a la ribera o me asomo a la Ribadía recuerdo claramente mis pasmos infantiles. Y me temo que Campoamor era optimista al hablar de un milenio. En pocas décadas el deterioro es brutal.
Además de las causas geofísicas de la evolución natural, ahora nosotros no escatimamos esfuerzos para precipitar fangosas xunqueiras y contaminar aguas que por meandros escasamente navegables y fuertemente pestilentes llegarán al mar ya muertas.
Post scriptum: Veo en La Nueva España de ayer una carta de Jesús Estébanez quejándose de El progresivo declive de Castropol. Lo subscribo, especialmente lo de los adoquines (cfr. primera y segunda acepción en RAE)
Luis López-Cotarelo Villaamil -
La fecha que atribuye Javier a ésta foto incide en la de la otra, a favor de la suposición de él.
Saludos.
Javier -
Luis L.López-Cotarelo Villaamil -