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Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

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legaspi -

PRECISONES, NO MUY PRECISAS, Y OTRAS NOTAS SOBRE UN CENTENARIO TRIANGULAR

Como decía el outro, “que falen de mín anque sea ben”. Bueno, quiero decir que me gusta ver a Castropol en el periódico, ya que no puedo vivirlo más de cerca. Cuando es para mal me disgusta y lo siento. Si es para enterarme de sueños fantasiosos, tan frecuentes en épocas electorales, me entra la risa floja. En este caso con el reportaje “Castropol, por mar y por tierra” me quedo en el aire entre la bruma de Santiniebla.

Es de redacción confusa, seguramente porque la fuente de la que bebió el reportero era revuelta. Lo de “proceder a la institucionalización del nombre… porque no existía inscripción alguna que dejara conciencia de ello” (sic) es una clara desinformación. En el mismo parque, a escasos metros de donde se ha colocado el bronce hay una placa de mármol que dice: Parque Vicente Loriente. Esta placa fue colocada después del fallecimiento de Loriente ocurrido el 10 de julio de 1939, Desde entonces, no antes, así se llama el Campo. Parece normal que en el archivo de actas municipales “exista alguna inscripción que deje constancia de ello”.

Me alegra ver en las candilejas la respetable figura de don Vicente Loriente Acevedo, un prócer castropolino de primer nivel, El fue, sin duda, protagonista, acaso el primero, tanto por su condición de castropolense entusiasta como por su liderazgo en la emigración asturiana e hispana de Cuba, en la trasformación del Campo, en sus tres aspectos cuyo centenario conmemoramos: el Casino-Teatro, el Monumento a Villaamil, y la propia estructura de parque o jardín. Son tres pies de un mismo “tayolo”.

Creo que la inscripción del monumento a Villaamil, redactada por Menéndez Pelayo, otro castropoleño nacido en Santader, resume el esfuerzo y concurso del pueblo de hace un siglo. Entre los comisionados para recabar el texto estaba el joven Vicente Loriente Cancio,

Loriente político líder de “os novos”, progresistas y reformistas, no era, en este punto, adversario de “os veyos”, más caciques y “pidalistas” y supo aglutinar todas las fuerzas, desde la corona, la administración civil y militar, la emigración y el pueblo entero. Todos “remaban p`alante”. Cuando los políticos utilizan cordones sanitarios o pactos del tinell, y gobiernan desde el adarve, la cosa no marcha. Juan Palomo no vale para ayuntamientos y es más fácil que haya untamientos.

Me permito un paréntesis para evocar una imagen personal que yo retengo en mi retina con cariño y admiración. Pocos días antes del óbito de don Vicente asistí, como monaguillo, a su piadosa recepción del Santo Viático y de la Unción. Recuerdo su torso con amplia cabellera blanca recostado sobre un rimero de almohadas y su voz bien timbrada, un tanto lejana, confesando que no era digno de que el Señor entrase en su morada. Tanto contraste y mi gran amistad posterior con Vicente Loriente Cancio habrán contribuido a fijar más tal escena.

Pero continuemos el sosegado paseo atemporal por la alameda de Santa María. Así era la primera denominación de lo que hoy llamamos parque. Decía se de Santa María del Campo, porque ella era y es la primera vecina del campo, extra muros del Castro. Merece la pena un estudio sobre el origen y función de esta iglesia, muy anterior a la actual parroquial de Santiago y de la que el Diccionario Madoz (1845.1850) dice: “parece ser que antiguamente perteneció a la parroquia, si bien era anejo a la de San Juan de Moldes”. Otros detalles y argumentarios, aún recientes, debidamente trabados en hipótesis, podrían alumbrar una tesis. No es este el lugar. Tampoco queda sitio para un recuerdo de los “carbayones” Cipriano Folgueras y Juan Miguel de la Guardía escultor y arquitecto que tan significativa huella han dejado en Castropol como en el perfil urbano y monumental de Oviedo y de otras villas de Asturias. Para otra vez será.

Me limito a recordar la denominación de la alameda, campo o parque según cada época. Sólo el nombre del Tablado es centenario. En el siglo XVI, año 1566, festividad de la Ascensión del Señor, 13 años antes de que la villa se emancipase de la Mitra, para pasar a a ser tierra de realengo, el Concejo de las Tierras de Ribadeo se reunía para elegir cuatro jueces ordinarios, uno por cada circunscripción o partido. Así esta umbrosa alameda, se convirtió en ágora electoral, se denominó Campo del Tablado, hasta que a principio del siglo XX, 1911 reinando Alfonso XIII tomando el nombre del rey, no el de Alfonso XII, como, sin duda por error, figura en el reportaje.

En el año 1904 Alfonso XIII, recién emancipado de la Regencia, visitó la Ría del Eo a bordo del yate Giralda. El rey traía proyectos y cariños. Ya se ansiaba un puente entre ambas riberas de la Ría del Eo, aunque a la sazón, ambas eran de la jurisdicción del Principado. Era también conocida, como recuerda Miguel Angel Serrano, “una entregada fidelidad y rendida admiración” de Villaamil a María Cristina de Habsburgo-Lorena. No es extraño que la Regente iniciase la suscripción nacional para la estatua que iba presidir el Campo del Tablado y que desde aquellas fechas pasó a ser Parque de Alfonso XIII.
Por cierto que cualquier tiempo pasado no fue mejor. Ya entonces en el decenario Castropol, 30 de octubre 1911, se hacia una petición a la ciudadanía: “Es necesario también que cuantos vecinos frecuentan dicho parque y especialmente los encargados de la autoridad, repriman con mano fuerte, sin contemplación ni consideración alguna, los desperfectos que suelen cometer una docena de golfos, mejor dicho, zulús, criados por sus padres en medio del arroyo, y que campan por sus respetos á todas las horas del día y de la noche. Contra éstos todo rigor será poco, porque son los autores de daños sin cuento en árboles; bancos”.
Fue en esta ocasión cuando el joven rey, “el africano” por mote, protagonizó dos anécdotas muy borbónicas en Castropol y Ribadeo, En este mismo blog, en la sección Castropol y la Casa Real, 20/02/2007, aparecen estos simpáticos sucedidos.

Con este nombre de Alfonso XIII, se conoció hasta el advenimiento de la II República en 1931, Ignoro si, en esta ocasión, hubo un acto administrativo para cambiar el nombre, pero en agosto de ese mismo año “la verbena de San Roque se celebró -¡ojo al dato!- en el Campo del Tablado” En años sucesivos algunas escuelas nacionales como las de Boal, Taramundi, Benquerecia visitaron la Biblioteca Popular Circulante, el monumento a Fernando Villaamil y el Campo del Tablado que así se siguió llamando hasta que la dictadura franquista, Año de la Victoria, que se puso una placa de mármol con la denominación de “Parque de Vicente Loriente”. La Almeda de Santa María, Campo del Tablado, Parque de Alfonso XIII y Campo del Tablado II, hace 61 años que se denomina Parque de Vicente Loriente Acevedo. ¡Qué dure sin más agresiones! “Los autores de daños sin cuento”, aunque no se llamen “golfos” ni “zulús”, como denunciaban el 1911 ”campan por sus respetos”. Yo más bien diría, por su falta de respeto. Asómense, sino, al Espolón.

Estas son algunas notas, también imprecisas, sobre la documentación no precisa que aquí se recoge sobre el Campo, la Estatua y el Casino. Merecería la pena que un experto nos corrigiese a los kultos diletantes. La pequeña historia debe ser historia, es nuestra historia