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Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

¡Un castropol para Castropol!

 

El simbolismo de tener cerrada en agosto la biblioteca de este municipio del Occidente 

Antonio Masip 

Una ilustre personalidad de la cultura a la que estimo me escribe muy preocupada porque la biblioteca pública de Castropol cierra el mes de agosto.

Es ciertamente una barbaridad no exenta de lamentable simbolismo. En el Castropol de la primera mitad del siglo pasado floreció uno de los mejores proyectos bibliotecarios que en la Humanidad han sido: la Circulante que apadrinaban los Loriente Penzol.

Sus efectos, pese al declive sufrido por la inclemencia cultural del país como consecuencia de la guerra incivil, se siguen sintiendo. Es lo mismo que sucede, al margen de niveles, a la librería de Alejandría, en su día la más estimable recopilación de manuscritos imaginable, que unos mecenas suecos, que me contactaron en mi tiempo parlamentario, querían seguir impulsando.

Xabier Fernández Coronado tiene en KRK un magnífico libro dedicado al heroico activismo de la histórica biblioteca castropolense, y don Luis Legazpi, en muy diferente dimensión investigadora, hizo un folleto conmemorativo.

María Moliner, Leopoldo Alas Argüelles, Manuel Bartolomé Cossio y otros eminentes intelectuales aseguraban que la solución española era crear "¡mil castropoles!", frase que tomó legítimamente mi admirado Aurelio Menéndez para referirse a la magna obra del colegio rural de Ibias, que cuenta con una comunidad escolar entrañable.

En Oviedo se perdió la oportunidad de la biblioteca de primeras ediciones de poesía hispana que Manolo Lombardero atesora en Esplugas de Llobregat. Manolo ha sido el alma del Premio Planeta, y es bibliófilo empedernido. Su biblioteca especializada pudo estar en Asturias en el tiempo y la oportunidad de la puesta en marcha, luego frenada en seco, de la Fundación Ángel González. La antigua biblioteca pública del palacio de Toreno en la ovetense plaza Porlier hubiera sido lugar idóneo pues el espíritu de una biblioteca permanece durante años aunque se haya trasladado, como fue el caso a El Fontán.

En fin, me duele que ese espíritu castropolino se valore tan poco como para dar un cierre estival, época inmejorable para el fomento lector. A no olvidar que fue a punto de iniciarse setiembre de 1932 cuando visitó la biblioteca Federico García Lorca, del que Domingo Martínez, tan buen alcalde durante veinte años, me manifestaba con legítimo orgullo cómo se conservaba un libro rubricado que el gran poeta entregó personalmente allí. Fue también en verano, agosto de 1935, cuando no por casualidad, Luis Cernuda y Miguel Prieto participaron tres semanas en las Misiones Pedagógicas. En el volumen homenaje a José Luis Pérez de Castro, del RIDEA, doy noticia de esa histórica presencia.

A la larga, habrá que pedir ¡un castropol para Castropol! en agosto.

1 comentario

Luis L. Cotarelo -

A lo acertado de la petición de hace un siglo sobre la creación de mil castropoles, extendido, también con acierto, por Aurelio Menéndez a mil ibias, añado de mi cosecha: y mil boales.