Centenario de la primera piedra del Paseo del Muelle.
Autoridades, representantes de entidades y de empresas, vecinos y vecinas. Buenas tardes.
Siempre es conveniente, pero también en mi opinión, necesario e inexcusable, recordar nuestra historia y en este caso, además, a las personas que en su momento fueron protagonistas de un hecho tan relevante para la tranquilidad y el futuro de los vecinos y vecinas de este pueblo .
Por eso, nos reunimos hoy aquí, para revivir el momento inicial de lo que fue la obra más importante acometida en nuestra villa en estos últimos cien años: esta carretera-barrera de circunvalación, junto con el embarcadero de la Punta y el “Escaleirón”. Una obra crucial para Castropol, largo tiempo demandada.
Es el momento también de recordar y expresar nuestra gratitud a sus dos principales e incansables impulsores: Melquiades Alvarez González-Posada y Vicente Loriente Acevedo.
Castropol, en una ubicación privilegiada, eterna proa al norte, dominando el estuario, tenía desde hacía siglos, un grave y preocupante problema en esta zona este: los continuos desprendimientos ocasionados por la acción de la ría sobre la base de nuestro acantilado, debido también a la pobre calidad de los materiales de roca arcillosa que le dan forma.
Sirva como ejemplo, lo ocurrido en el año 1836, cuando hubo que desalojar toda una hilera de casas, que se derrumbaron pocos días después y cuyos vecinos fueron realojados en la calle del Pozo, en terrenos cedidos por el Marqués de Santa Cruz.
Consciente de ello, Vicente Loriente, el gran benefactor local, consiguió sensibilizar y convencer a su gran amigo, Melquiades Alvarez, fundador del Partido Reformista, en el cual Loriente se había integrado con el Partido Independiente local o “partido novo”, para que el político gijonés, ejerciese, como diputado en Madrid, su influencia ante el gobierno central, al objeto de conseguir, los cuantiosos fondos necesarios para que este proyecto pudiese ver la luz.
Pero el objetivo, no fue sencillo ni inmediato. Todo lo contrario. Hubieron de transcurrir nada menos que catorce largos años de gestiones y trámites, de insistir una y otra vez, para que por fin el Ministerio de Fomento, diese luz verde a este proyecto, tan determinante para Castropol. Catorce años, donde Melquiades y Vicente, pusieron todo su empeño, sin desanimarse nunca, totalmente convencidos de la justicia, necesidad y urgencia de su demanda. El lunes 27 de Junio de 1921, Castropol, por fin, rebosaba de alegría.
Dos años, se necesitaron para ejecutar, esta para nosotros, trascendental obra, en la que solo de muros de piedra, tenemos más de un Km. perfectamente ejecutados con los medios de la época y diseñados con paredes piramidales para darle una mayor estabilidad, tratando de minimizar los efectos diarios de la ría sobre su base. Toneladas y toneladas de piedra, que en su mayor parte parece que llegaba desde el Esquilo, al fondo de esta ensenada de la Linera. Aquí, tengo que referirme a un triste suceso ocurrido en el mes de Marzo del año 1923, cuando la obra estaba cerca de finalizarse: en un día de fuerte vendaval, salió precisamente desde la playa del Esquilo, una embarcación a vela con cuatro tripulantes, cargada de piedra, que a los pocos minutos se fue a pique, pereciendo ahogado el patrón y salvándose los otros tres, agarrados al palo y a varias maderas de la embarcación.
Es importante señalar también, para quienes lo desconozcan, la estrecha vinculación histórica que tuvo Melquiades Alvarez con Castropol. Sin duda, uno de los políticos más relevantes en el primer tercio del pasado siglo y para algunos también, de los mejores oradores en la historia del Congreso, en donde tomó asiento a lo largo de varias legislaturas entre 1898 y 1936. Esta relación quedó asentada, al haberse presentado hasta en cinco ocasiones por el distrito de Castropol. Y precisamente, la última vez, en el mes de Mayo del año 1923, tuvo el honor de ser designado Presidente de esta alta institución democrática, sede de la soberanía nacional. Cargo que fue interrumpido en el mes de Septiembre, por la dictadura militar de Primo de Rivera.
A los pocos días de iniciarse la obra, el Ayuntamiento por unanimidad, acordó que la nueva vía llevase el nombre de Avenida de Melquiades Alvarez, desde la Fuente hasta aquí en la Punta y la otra mitad, hasta la zona del Penedón, estaría dedicada a Vicente Loriente. Pues bien, como muchos o todos los castropolenses sabéis, ni lo uno ni lo otro. El acuerdo, por motivos que algunos desconocemos, quedó sin ejecutar.
Vicente Loriente, como los vecinos y vecinas sabemos, ya tiene su reconocimiento en el parque. Pero de Melquiades Alvarez, nada de nada. Es obvio, que Castropol después de cien años, tenía una importante deuda con su persona. Por ello y coincidiendo con el centenario de la obra, el Ayuntamiento en sesión plenaria y con buen criterio, acordó hace unos días que toda esta vía, la de mayor longitud en la zona urbana, pase a denominarse Paseo de Melquiades Alvarez González-Posada. El nombre de ambos va a figurar también en un sencillo mural que se descubrirá al finalizar este acto y en el cual colabora con el Ayuntamiento, una vez más, la Fundación “Ría del Eo”.
Al hilo de todo lo anterior, una breve reflexión: si no se hubiese ejecutado esta gran obra, para contener el doble abrazo diario, a veces traicionero, de nuestra querida ría, estaría hoy en pie la hilera de casas que va desde el callejón de la Fuente a la Mirandilla ?? La duda es más que razonable.
Ramón García, en el decenario local, del día 30 de Junio de 1921, lo resumió perfectamente con esta frase: … Ya el mar no proseguirá socavando sus cimientos, gastará en vano su diente...
Finalizo.
Quien les iba a decir en aquel momento, a Melquiades Alvarez, Vicente Loriente y al entonces Alcalde, Jerónimo Méndez, que los vecinos de Castropol, después de un siglo, los iban a tener presentes en este acto. Pues si, aquí estamos, porque este es un pueblo con memoria, un pueblo agradecido, pero también, en mi opinión, un pueblo con demasiada frecuencia callado y resignado. Vicente Loriente, hijo, buen conocedor de la adormecida parroquia local de la época, afirmó en el mismo decenario: “...dejamos que la cosa pública, por nuestra pasividad, caiga en manos del respetable gremio...” “La lección que debiera de perdurar en el ánimo de los castropolenses de mañana, es esa: que nuestro bienestar y nuestro porvenir están en nuestras manos...” Pero, por encima de todo, somos un pueblo, una villa, que después de un siglo, no olvida a sus notables benefactores. Por ello, al recordar y dejar constancia de sus virtudes ciudadanas, os propongo un fuerte aplauso en su memoria.
José María Llenderrozos
Castropol, 24-Julio-2021
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