Controversias
En toda la vieja Europa, donde se encuentran España, Asturias y mi pueblo, ocurre lo mismo con respecto a temas laborales de casi todas las profesiones. Sobre todo, en las más solicitadas.
Si tienes una fuga en tu baño o cocina, date por ahogado, si es que persistes en no marcharte de casa. Al fontanero lo llamarás inmediatamente y si tienes suerte se puede poner al teléfono para decirte: “Mira, hasta la próxima semana no tengo un hueco aunque se caiga el mundo”. ¿Qué me dices si a los automáticos que controlan la electricidad en tu casa les da por bajarse constantemente? Pues el chispa, si es que lo localizas, te contestará algo que, traducido, querrá decir que comerás durante una semana pan, galletas y latería hasta que pueda venir a arreglarte el cortocircuito originado por la vitro. Y si viene un viento veloz del Sur, como el que tenemos estos días, y te arranca una ventana, como a mí me pasó, ¿qué haces? Llamar al carpintero, claro. Si tienes la suerte de localizarlo, en principio respirarás, para desesperarte después cuando te diga, por ejemplo, que está trabajando en una cafetería que pretenden abrir para el año nuevo que viene y que... si quies arroz, Catalina.
Todas estas palpables meditaciones me las despertó y puso en marcha hoy a primera hora mi consuegro de Granada, contándome lo que le estaba sucediendo. Es muy mayor Rafael, ronda ya los 90, pero tocante a pundonor y empuje pocos jóvenes le ganan, rompiendo ese viejo dicho popular de que los andaluces son desertores del arado, aunque después de lo que les voy a contar permítanme que casi no lo dude. Hasta que lo respetó la salud iba al huerto de sus cien olivos al frente de una cuadrilla de temporeros, trabajando toda la jornada codo con codo a su lado. Para después él mismo guiando su tractor llevar el fruto a la almazara de la cooperativa para transformar el fruto verde en oro líquido. Todos los años y desde hace unos cuantos me hace llegar cuatro garrafas de aceite de oliva virgen extra, acompañadas de una nota en la que no falta su dicharachera gracia. Todo parece apuntar que probablemente no me regale más, pues hoy me contó que lo había llamado Juan, el guardés de su finca, que le ayuda desde toda la vida a cuidar los olivos. Entristecido le dijo que, como todos los años, llevaba días intentando reclutar gente para la recogida de la aceituna y que no había conseguido encontrar a nadie, y que para hacerlo él solo y su mujer (ambos jubilados) les iba a resultar una labor harto imposible.
La salud precaria de mi consuegro le amenaza cada día, pero, conociéndolo, lo ocurrido hoy me temo que le pase una factura tan grande que será incapaz de digerir.
¿Cómo es posible que un gran país como es el nuestro, con demanda de tantos oficios y profesiones, ofrezca una tasa de desempleo del 35,4% en Asturias, entre jóvenes de entre 20 y 24 años, y mi ventana sin arreglar?
Tampoco se comprende cómo es factible que pueda ocurrir en Andalucía, donde esa misma ratio es del 39%, y que las aceitunas de mi consuegro Rafael estén pasándose de maduración en el árbol, esperando por quien probablemente no vendrá a recolectarlas... ¡Algo está fallando en medio de tanta controversia!
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