Hospital de Jarrio, la gran lotería
Los ciudadanos de muchos pueblos de la España vaciada nos pasamos mucho tiempo pensando en que sería maravilloso que nos tocase la lotería, o algún otro juego de azar millonario. Sin duda, aunque podamos pensar lo contrario, un premio gordo repleto de millones trae consigo tantas cosas buenas como malas. Pero a pesar de todos los pesares la mayoría de nosotros deseamos algún premio de ese tipo en algunos momentos de nuestras vidas. Claro que esos premios pueden venir a los pueblos tocados con el vestido de la industria, en forma de carreteras o cualquier otro tipo de infraestructuras buenas para casi todos. A nosotros, los vecinos del Occidente de Asturias, nos cayó a finales de los años ochenta del siglo pasado el mejor premio gordo que nos podíamos imaginar. Un premio gordo para uso y disfrute de todos. Un premio repartido por igual entre todos. Un premio que nos vino como anillo al dedo desde el día en que hemos sido agraciados con su inauguración, allá en julio de 1989. Y fue, nada más y nada menos, la inauguración y puesta en marcha del Hospital público de Jarrio. Un centro sanitario con más de cien camas, con profesionales que cuidan gratuitamente la salud de los 45.000 vecinos, ricos y pobres, pertenecientes al área aanitaria I de Asturias.
Hoy día muchos de nosotros aún nos acordamos de aquellas odiseas llevando en coche propio o ajeno, hasta Oviedo, para curarse o dar a luz, a nuestros familiares. Aquellos temibles viajes de más de dos horas por la sinuosa carretera N634, pasando el puerto de la Espina con sus ocho kilómetros y sesenta curvas, antes de llegar todos machacados a la capital. Luego, una vez allí, teniendo que costearse los familiares del enfermo un hospedaje, si es que no tenían familiares o amigos que les ofreciesen su hospitalidad para pernoctar. Como el caso que un día me contó mi amigo Marino, un portero en Oviedo, que al no disponer de cama para ofrecer a un vecino del pueblo lo acomodó en la bañera para que pasase la noche siquiera al amparo de las inclemencias de aquel duro invierno.
A pesar de algunas carencias que puedan existir en el Hospital de Jarrio, es deber de todos, gobernantes y ciudadanos, el seguir cuidándolo y mimándolo, y al mismo tiempo manifestando e incluso exigiendo que se le dediquen los recursos necesarios para que siga prestándonos su inestimable función, que es la de cuidar la merecida salud de todos los vecinos del occidente de Asturias.
Con motivo del reciente ingreso hace un par de semanas de una familiar nuestra en el Hospital de Jarrio, hemos comprobado que el trato allí recibido ha sido excelente. Tanto por la atención y cercanía prestada por el equipo médico y auxiliar como por el cuidado y atenciones recibidas por parte de todo el personal, que hace que nos sintamos en el Hospital de Jarrio como en nuestra propia casa. Por este medio, damos a todo el personal nuestras más expresivas gracias.
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