Blogia
Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

José Ramón Fernandez de Luanco

En bastante mala situación se encontraba la enseñanza, la instrucción pública, como se decía por aquel entonces, en la segunda mitad del siglo XIX, época en la que le tocó vivir a Luanco; mal se encontraba y seguiría encontrándose luego.

La falta de interés por el estudio de las ciencias, derivada también de la escasa industrialización, el control que el Estado y la Iglesia ejercían sobre la enseñanza de las humanidades, los planes de estudio erráticos, la distribución de las Facultades, los bajos presupuestos, además de mal administrados, la movilidad laboral del profesorado, los escalafones caprichosos... contribuían a la decadencia general de España. A este respecto, veamos un ejemplo significativo: con demasiada frecuencia, un profesor de Instituto estaba mejor remunerado que un catedrático de Universidad, mientras los maestros se encontraban en el límite de la miseria.

Si pasamos al terreno de la investigación se puede comprobar cómo el interés por la Química provenía de las necesidades tecnológicas de la industria siderúrgica vizcaína y la textil catalana. Por esta razón, entre otras, la Universidad de Barcelona prestaba tanta atención a esa especialidad.

Así, la ciencia de la España de la época de Luanco sesteaba perezosamente, a pesar de los trabajos de algunas figuras, como Ramón y Caja, Ferrán, Torres Quevedo, Peral... Porque el nivel científico de un país se mide por el número de investigadores de calidad media, más que por la existencia de algunas pocas figuras de relieve.

Dados estos supuestos, la dependencia científica de España respecto al extranjero no era de extrañar; valga como ejemplo, en relación con la Química, el desembarco de los ingleses en las minas de Río Tinto, por aquellas fechas.

Las noticias biográficas sobre José Ramón Fernández Luanco son harto conocidas; por eso aquí sólo vamos a apuntar las más significativas, de la mano del Boletín de la Real Academia de Ciencias y Artes, de Barcelona (1906), del folleto que Miguel García Teijeiro publicó en 1926 sobre Luanco y de los propios datos que posee el autor de estas líneas.

Luanco nace el 14 de noviembre de 1825, en el llamado "cuarto de la capilla", de la casa-palacio del marqués de Santa Cruz de Marcenado que se levanta en Castropol, marqués del que era administrador el padre de Luanco, Andrés Fernández Luanco, casado con Petronila del Riego y Riego.

Da comienzo a sus estudios en Luanco de Gozón y luego en Castropol, y en 1838 firma en esta última villa la solicitud para estudiar Filosofía en Oviedo y examinarse de latinidad. José García Loredo, preceptor de latinidad en Castropol, da el visto bueno a la instancia y el alcalde, Andrés Bermúdez Valledor, y el cura párroco, Juan Antonio Valdés, responden de la buena conducta de Luanco.

En 1842 asiste a las clases de matemáticas que se impartían en el colegio privado de Esteban Suárez Cartavio, ubicado en Figueras, donde se preparaban los futuros capitanes de la marina mercante de la comarca.

Lo encontramos luego, en 1844 concretamente, estudiando en Castropol con Bernardo Escudero, administrador de Rentas Reales, y francés en Ribadeo, con el abogado, Gabriel Yangüas.

En 1846 se traslada a Madrid, e ingresa en la Escuela Normal de profesores de Ciencias, en la que permanecerá hasta 1849.

Por fin, en 1850 es nombrado ayudante de la cátedra de Física y Química, en la Universidad de Oviedo.

A partir de ese momento, Luanco comienza su vida universitaria, suficientemente conocida, y que transcurre entre Oviedo, Sevilla, otra vez Oviedo, Santiago, Madrid, vuelta a Santiago, Zaragoza...

Y así, el 17 de junio de 1868, Luanco toma posesión de la cátedra de Química General, en la Facultad de Ciencias, de la Universidad de Barcelona; permanecerá vinculado a esta Universidad hasta su jubilación, en 1900.

Luanco fatigó evidentemente su pluma; sus libros, trabajos, opúsculos, conferencias... son numerosos. García Teijeiro, "Españolito" y el propio Luanco ofrecen una relación de obras, pero, según hemos podido comprobar, es incompleta, y aún quedan algunas más, pocas, a las que vagamente hace referencia Rodríguez Mourelo, en su opúsculo Don José Ramón Luanco(1905). ¿De donde le viene a Luanco la fama de que indudablemente gozó?

A través de los datos que he ido recogiendo, tanto publicados como pertenecientes a los papeles que Luanco guardaba, me cabe ahora hacer las siguientes reflexiones.

Luanco contaba con un carácter comunicativo, hacía gala, incluso, de su bonhomía; de trato afable, no dudaba a la hora de intercambiar datos e ideas con alumnos y compañeros. Esta manera de ser le granjeó, indudablemente, muchos amigos y numerosas relaciones.

De su carácter conciliador da idea su discurso, como presidente del Ateneo barcelonés, pronunciado con motivo de la inauguración del curso 1889-1890, en el que Luanco trata de conjugar las corrientes "innovadora" y "conservadora" que bullían entre los socios.

Por estas mismas razones, Luanco fue requerido en múltiples oportunidades para formar parte de instituciones y academias, y participar en concursos y certámenes. Su amplia Hoja de Servicios da fe de todo ello.

Por otra parte, su Hoja de Servicios recoge también otra peculiaridad del carácter de Luanco: la atención que prestaba a su vida profesional. Así, Luanco apunta todos los pormenores que atañen a su carrera de una manera harto minuciosa, como si quisiera dejar bien claro la excelencia de su quehacer, lo que refleja cierta dosis de vanidad.

De esta manera, incorpora a su expediente un curioso documento de 1893, en el que el Ministerio de Fomento evacua dictamen sobre un libro de Luanco, titulado Compendio de lecciones de química general, de la ya lejana fecha de 1884 (se supone que un reimpresión), al que llena de elogios, para apuntar más adelante que, sin embargo, no trata la química orgánica sino sólo la inorgánica. Luanco, con sorna, escribe al margen que el ponente, Gabriel de la Puerta, discípulo suyo, no había leído el libro por completo (libro que le devuelven), pues todavía mostraba algunas páginas sin abrir. Anécdota que refleja cómo se las gastaban, ayer como hoy, algunos profesores a la hora de evaluar los textos de sus compañeros.

Esta misma Hoja de Servicios, de puño y letra del propio Luanco, contiene un epígrafe del mayor interés para nosotros. Se titula Descubrimientos científicos y recoge lo que él consideraba su aportación al mundo de la Química, es decir: "la producción de gas para el alumbrado, extraído del bagazo de la manzana" y, por otro lado, "las experiencias hechas con el papel schoenbeih para reconocer la existencia del ácido cianhídrico".

No es precisamente en el ámbito de la investigación científica, como podemos ver, donde verdaderamente triunfó Luanco.

El ambiente científico en España no era el más proclive para realizar grandes descubrimientos; se carecía de medios y de apoyo institucional y privado para ello.

Es cierto también que Luanco insistió en el trabajo en el labora- torio como base de la investigación, pero el mismo carácter humanista del castropolense le hacía llevar un régimen de vida difícil de entender para un científico, sobre todo hoy en día.

Nos cuenta Eugenio Mascareñas en la "Memoria necrológica" en honor de Luanco (1909), que por las mañanas se ocupaba de la cátedra y el laboratorio, por la tarde acudía a su despacho para atender sus múltiples ocupaciones en academias, asociaciones, etc., y por la noche trabajaba en la biblioteca del Ateneo. De esta manera, se comprende el poco tiempo que dedicaba Luanco a la investigación pura.

Por otro lado, Luanco no se especializó en ninguna de las ramas en que, ya en aquella época, la Química se había diversificado; y tampoco el temperamento de. Luanco era proclive a abandonar sin más otras áreas del conocimiento, tan queridas para él.

Si, en cambio, nos parece más extraño que, siendo Luanco tan sociable y amigo de sus amigos, no hubiese marcha al extranjero a investigar o simplemente a dar conferencias.

Fue sin embargo en el terreno académico, como enseñante, como maestro,. donde Luanco alcanzó una bien ganada fama, incluso fuera de España, de lo que se hace eco Odón del Buen, en el Castropol del 10 de abril de 1906. Apuntemos al paso que, en el terreno profesoral, Luanco también gozó fama de "hueso" entre sus alumnos, a la hora de los exámenes.

Así, en un determinado momento, durante su estancia en Barcelona, Luanco, en una decisión trascendental para la enseñanza de la Química en España, abandona el método dualista de Berzelius para seguir el unitario, más actualizado, de la teoría atómica molecular y de la valencia.

 

La labor desarrollada por Luanco en el terreno de las humanidades fue incluso mayor, si cabe, que en el de la Química.

Por ejemplo, dejó bien claro que Ramón Lull no había sido alquimista, como se creía hasta entonces, lo que le costó no poca polémica con Amador de los Ríos, Littré y Morell Fatio (la carta que tengo en mi poder, dirigida a Ríos, no deja lugar a dudas), en la que participó Menéndez Pelayo, a favor de Luanco (Ramón Lull, 1884).

Unos ejemplos más. El libro de Luanco sobre La alquimia en España, todavía no ha sido superado, pese a ser una recopilación y además incompleta. Su labor en la biblioteca del Ateneo barcelonés; el viaje triunfal a la Sorbona, el día del homenaje al profesor Lacaze-Duthiers, al que regaló, en nombre de la Universidad de Barcelona, un busto de Benlliure, en agradecimiento por las atenciones prestadas a los profesores y alumnos de la universidad catalana, en el laboratorio que había creado en Banyuls- sur-Mer, y que valió a Luanco la Legión de Honor...

Por otro lado, Luanco fue consciente de que los avances de la ciencia, que se estaban produciendo en Europa y Norteamérica, traían consigo multitud de palabras nuevas que amenazaban con invadir la lengua castellana.

A fin de controlar un tanto esta inundación, Luanco comenzó a colaborar con la Real Academia Española en la elaboración del Diccionario. Cuidó también de "españolizar las voces científicas nuevas y de restaurar la nomenclatura nacional", nos dice Rodríguez Mourelo; y con el título de El neologismo en-las ciencias escribió un artículo en la "Revista crítica de Historia y Literatura", que dirigía Rafael Altamira.

Luanco fue sensible también a los problemas humanos de su tiempo, y en 1889 es nombrado vocal de la Sociedad Antiesclavista, creada por la Santa Sede con el fin de eliminar aquella lacra.

El mundo catalán que vivía la Renaixenca, no marginó a Luanco de sus actividades, hasta el punto de que la Unión Hispano- Americana, que tenía como presidente a Navarro Reverter y su sede en París, le nombró vocal del Comité de Cataluña, y cuando en 1889 Luanco es nombrado rector sustituto de la Universidad los periódicos catalanistas "El Diluvio" y "La Publicidad" elogian sin ambages su nombramiento.

Luanco, aunque como es natural tuviese un determinado modo de pensar, no se ocupó de la vida política de aquel entonces. Pero sí atendió los requerimientos que le hacían sus amigos desde Castropol; así, el 13 de septiembre de 1871, Pedro Par- do, presidente de la Junta del Partido Progresista Democrático de aquella villa, nombra a Luanco presidente honorario, junto con Ramón Pasarón y Lastra, José María Conde, Félix Lanza, José Canedo, Pedro Suárez, Cipriano G. Tol, José María Sobarra y José María Blázquez.

Más adelante, el 5 de noviembre de 1882, es Manuel Álvarez quien comunica a Luanco que ha sido nombrado presidente honorario del Comité Democrático Dinástico de Castropol.

No consta, en ambos casos, que Luanco tomase grandes iniciativas en el terreno de la política, junto con sus amigos, pertenecientes a la burguesía progresista de Castropol.

Pero, ¿de qué modo pensaba realmente Luanco?

Evidentemente, Luanco tenía una filosofía propia, de la que eran conocedores sus compañeros de cátedra, sus alumnos y amigos. En su Oración inaugural del curso académico 1879 a 1880, leída en la Universidad de Barcelona, encontramos una frase que nos puede dar la clave: "ni materialices el espíritu, ni espiritualices la materia", frase en la que Luanco parece resumir su pensamiento.

Esta filosofía natural, que responde al saber científico natural, y proviene de Hegel, después elaborada por Spencer, busca una imagen de la naturaleza lo más completa posible, equidistante entre la metafísica y el positivismo.

Consta, por otra lado, que el castropolense Marcelino Menéndez Pintado, padre de Menéndez Pelayo, había enviado, por sugerencia de Luanco, al futuro polígrafo a estudiar a Barcelona y vivir junto al químico en la pensión de doña Francisqueta, en la calle de la Fuente de San Miguel, con el fin de apartarlo de la "nefanda" influencia del krausismo, que se había enseñoreado de la universidad madrileña. Menéndez Pelayo permanecerá en Barcelona desde 1871 a 1873. Da esta noticia "La Ilustración Catalana", en su nota necrológica a la muerte de Luanco. Esta anécdota habla a las claras del liberalismo moderado de Luanco.

De ahí que contase con los más variopintos amigos. Por ejemplo, en el número especial de "Castropol" (1906) dedicado a Luanco, escriben en términos elogiosos personas de los más diferentes círculos, y, entre ellas, los masones y, por otro lado, amigos: Fermín Canella, Secundino Moreno Barcia, Odón del Buen, Juan Fernández de la LIana y C. Álvarez Cascos.

Estas son las coordenadas entre las que se movió el pensamiento de Luanco. Pocas pistas más tenemos; aunque también es verdad que Luanco tampoco se entretuvo mucho más en los temas políticos y filosóficos.

El 7 de diciembre de 1899, Luanco es nombrado rector de la Universidad de Barcelona. El ministro de Fomento (dentro de cuyas competencias se encontraba la educación), Luis Pidal y Mon, le traslada el escrito que había firmado, en nombre de su hijo Alfonso XIII, la Reina Regente, María Cristina de Habsburgo.

De esta manera, da fin a un largo periodo de incertidumbre en la mencionada universidad, producto de la lucha entre con- servadores y regeneracionistas, que había llevado a Luanco a ocupar accidentalmente el rectorado, como decano más antiguo, en febrero, mayo, septiembre y octubre de 1896 y enero de 1889.

Poderes públicos y profesores veían en Luanco la persona de talante conciliador y de prestigio intelectual que podía sacar de su marasmo a la universidad. Así por lo menos saludaban a Luanco "El Diluvio" y "La Publicidad", medios informativos de marcado carácter regeneracionista, la totalidad de los profesores del claustro y el numeroso público que aplaudió a Luanco en su toma de posesión.

Luanco trajo la calma a la universidad, pero poco más pudo hacer, pues en octubre de 1900 cesa para jubilarse poco después. Aunque muchos profeso": res intentaron que se le prorroga- se su vida activa para continuar como rector, las gestiones emprendidas no dieron fruto.

En su tiempo existió alguna reticencia en la Universidad de Barcelona a la hora de contabilizar a Luanco entre sus rectores, ya que había sido nombrado a dedo y no elegido, reticencias felizmente superadas hoy, según consta en los archivos de la propia universidad. Curiosamente, y para mayor fastidio de algunos, el sucesor de Luanco en el rectorado, elegido entre el claustro, fue Garriga y Nogués, conservador a ultranza, aunque catalán.

Luanco siempre estuvo vinculado a Asturias y en concreto a Castropol. Todos los veranos pasaba sus vacaciones en el pueblo donde había nacido, a cuyo fin solicitaba la autorización correspondiente, como así lo atestiguan las instancias que se hayan entre sus papeles y en algunos casos intervenía incluso en los temas que interesaban a los castropolenses, preparando escritos, firmando memoriales, etc. Como, por ejemplo, es el caso del que en 1870 envía desde Barcelona al ministro de Justicia, pidiendo la reposición del Juzgado de primera instancia.

Una vez jubilado, Luanco se asienta en Castropol, y se ocupa con más intensidad de la historia local, sobre la que ya había escrito en otras ocasiones.

 

Publicó documentos ya conocidos o inéditos en "Las Riberas de! Eo", dio a la luz el "Fuero de Vecindad" de Castropol, colaboró en la "Asturias" del Bellmunt y Canella y la "Asturias monumental, epigráfica y diplomática" de Ciriaco Miguel Vigil...

Pero también recogió datos para un diccionario etimológico del dialecto asturiano, notas sobre la Casa de Montenegro y Lantoira, que se encontraban en el archivo del marqués de Santa Cruz (de la que había sido administrador su padre)...

En 1901 se organizó un gran homenaje en honor del marino Fernando Villaamil, nacido en Serantes. Entre otros actos, se descubrió una lápida de bronce, en el atrio de la iglesia parroquial, cuyo texto se debe a la mano de Luanco, que también pronunció unas palabras. Para la ocasión, lucirá, por primera y única vez, la Gran Cruz de Isabel la Católica, que recientemente se le había concedido.

Una enfermedad cerebral, cuya etiología no conocemos y cuyos síntomas se le empezaron a manifestar cuando todavía se encontraba en la universidad, le impidió incluso la lectura en sus últimos tiempos en Castropol.

Falleció en su casa en la mañana del 5 de abril de 1905.

Sirvan estas líneas de homenaje a Luanco, y como recuerdo al Ayuntamiento de Castropol de que el próximo años se cumple el centenario de su muerte.

 

Miguel Angel Serrano Monteavaro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

0 comentarios