Beato Juan Pablo II
Con motivo de la beatificación de Juan Pablo II, publicamos una foto de su visita a Asturias en 1989. La relación con Castropol, es que el primer cura que tuvo el honor de saludarlo, fué nuestro buen amigo y colaborador Luis Legaspi. En la foto, Juan Pablo II habla con unos niños, en presencia de Luis Legaspi, y el arzobispo, Gabino Díaz Merchán.
1 comentario
l.legaspi -
Nota previa: Este comentario lo cuelgo en este blog (palabros horribiles) al día siguiente de que el Papa Francisco proclama santo al cristiano a San Juan Pablo segundo, cuando ya la cristiandad lo veneraba desde muchos años antes. Roma es lenta, pero segura.
20 de agosto 1989. Para la recepción y estancia del Romano Pontífice en la diócesis en la distribución de protocolos diversos me tocó la atención y coordinación de aeropuerto de Santiago del Monte en Ranón y acomodo de obispos. Y allí estaba a pie de escalerilla. El Arzobispo Díaz Merchán llegaba en el mismo avión. Con este motivo tuve la facultad de tocar al Papa, así se dice en el argot de los servicio, bien exigentes, de seguridad. También pude contactar con obispos, cardenales Tengo especial recuerdo de Casaroli, Felice, Javierre, Marcelo Martín, Suquía y muchos obispos españoles muchos ya bien conocidos, a los que, también al día siguiente acompañé en la Misa de Covadonga y en la Vega de Teón, Picos de Europa, en donde hicimos comida campestre en torno a la cabaña gentilmente cedida por mi gran amigo doctor Luis Estrada.
Ni en la Morgal, antiguo aeródromo, ni en Covadonga concelebré la Misa. En la Morgal, porque el cardenal González Martín, que se encontraba un poco dificultado en sus andares, me pidió que le acompañase en un rincón del estrado-presbiterio. Allí por el P. Roberto Tucci s.j me enteré que Juan Pablo II viajaba también con algún problemilla de salud y se estudiaban las condiciones de su traslado a Covadonga, si en automóvil o en helicóptero. El coche parecía lo más sedante. Antes de el Ite Missa est, el jesuita vino con el rostro iluminado para notificar al cardenal Marcelo, que el Papa recuperaba a ojos vista. Monseñor González pareció reanimar sus pasos.
Las ofrendas fueron exclusiva y específicamente misioneras. En la Morgal un cheque de un millón de pesetas, para becas de clero indígena, presentado, a modo de pergamino, en un tubo que conservo sin el cheque, claro.
En Covadonga, en principio, la ofrenda era sólo el ramo, que lo preparamos con la colaboración generosa de El Arbol. Fue ofrecido con danza al son del Corri, corri.. llanisco y gran satisfacción del Papa; pero a muy última hora me llamó don Gabino, mi arzobispo para preparar algo más. A base de nervios y telefonazos conseguí en una tienda de arte religioso en Madrid, entre Atocha y Arenal, un altar portátil y un recado completo de ornamentos. Su destino también sería una misión.
Fue presentada por dos misioneras asturianas, una de la congregación de Santa Teresa y la otra la praviana Araceli Revuelta Arías, dominica el Rosario. Las dos ofrendas fueron a cargo de la Delegación de Misones.
A los dos o tres días marchar el Papa, me llama el Abad de Covadonga para decirme que los monaguillos del Papa la ofrenda habían dejado olvidada en la basílica. Querían enviarla al Vaticano. Aconsejé, que, puesto que el buen gesto y ejemplo pontificio ya estaba hecho, yo la entregaría a un misionero de los que pasaban por la delegación. Dicho y hecho un misionero la recogió muy contento. A las pocas semanas el celoso misionero, me llama para decir que había llegado a su destino, pero la ofrenda que había facturado como su equipaje, se había perdido en algún aeropuerto. Nunca más se supo. Haz bien, pero mira a quién
Yo era el eclesiástico encargado de protocolo en la recepción del Papa, obispos y séquito. Fui el primer cura asturiano a saludar a un Papa, en Asturias. Tengo especial recuerdo de cardenales como Casaroli, Felice, Javierre, Marcelo G. Martín, Suquía y muchos obispos españoles a los que, también, acompañé en Covadonga y en la Vega de Teón, Picos de Europa, a donde, después de la Misa, subimos para la comida campestre en torno a la cabaña de monte de Luis Estrada, y su esposa que participaron en la sabrosa tortilla regada con refrescante sidrina bien trufada de ondiñas que veñen e van desde Santurce a Bilbao sin olvidarnos de subir al árbol para coger la flor que se marchitaría en manos celibatarias y, desde la feraz pradera dijimos Adios con el corazón a Juan Pablo. Fue una escena, entre curiosa y emotiva, se produjo cuando el helicóptero papal a su regreso del lago de la Ercina sobrevoló, en doble pasada, la Vega de Teón. Los obispos, todos venerables y, algunos, provectos, saludaron con algarabía colegial de pañuelos y cantares al supervisor sorpresivo que de iba volando. Si dejamos de ser niños no alcanzaremos altura.
Otra anécdota, entre chusca e irreverente, fue el diálogo en la cumbre entre dos servidores de la seguridad. El apostado sobre la roca cimera llamada El Elefante, preguntaba al correspondiente de otro pináculo: Qué, ya pasó el c ése ? El nítido vozarron distorsionó un tanto la serena armonía, pero los prontos afanes reivindicativos se diluyeron deprisa en el oxígeno de las alturas.
Alsa graciosamente nos devolvía a nuestro olivo y Juan Pablo con el saludo protocolario y, seguro que repetuoso, del Presidente Felipe González regreso a la Sede Santa.