La primera vez que Manuela Busto (Villallana, Lena, 1965) puso un pie en Castropol, se perdió. Se llevó a casa la impresión de un pueblo bellísimo, pero también, “laberíntico”. Corría el año 1990 y la lenense acudía a la villa, capital del municipio de nombre homónimo, para iniciar su periplo laboral como responsable de la biblioteca Menéndez Pelayo. No sabía entonces que se quedaría más de tres décadas y que lograría que el centro funcionase como motor cultural del concejo, convirtiéndose en digno heredero de la Biblioteca Popular Circulante (BPC), de cuya fundación se cumplen ahora cien años. “Castropol es especial por su magia, por la luz y por esa capacidad que tiene para convertirse en escenario de cualquier argumento, ya sea una novela de misterio, de fantasía, romántica o un cuento infantil”, señala esta profesional, enamorada del territorio.
Busto fue una de los cien asturianos que participaron en la gran encuesta de LA NUEVA ESPAÑA para elegir los veinte pueblos más guapos de Asturias. No dudó en poner a Castropol a la cabeza del ranking y no fue la única que lo votó, ya que este núcleo logró el noveno lugar entre los más bellos. Siempre colaboradora, la bibliotecaria accedió a guiar a este periódico por sus rincones predilectos de esta villa, enclavada en un montículo sobre la ría del Eo y que en 2004 fue catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC).
Empieza su ruta, como no podía ser de otro modo, en la Menéndez Pelayo, que desde los noventa se emplaza en el viejo teatro casino, que data de 1911. Lo dice ella, pero es verdad, la biblioteca es “el centro neurálgico” de la localidad y es un espacio “vivo, que funciona” y que promueve a lo largo del año infinidad de actividades con éxito de participación. El espacio lector está trabajando en el programa del centenario para que no se olvide que el 20 de octubre de 1921 un grupo de jóvenes castropolenses fundaron la BPC, dando inicio a un proyecto cultural tan novedoso que recibió alabanzas fuera y dentro de España. Su propósito era acercar la cultura al pueblo y acabar con el analfabetismo que imperaba en este enclave rural. Su mensaje, revolucionario en la zona, caló hondo, aunque con la Guerra Civil el proyecto se fue al traste. Al primer Alcalde democrático del concejo, Domingo Martínez, le tocó el reto de reflotar la conocida como la“Atenas del Occidente” y dice que la llegada de Busto fue clave para poner los cimientos de lo que hoy es el centro. “Era un desastre completo, habiendo sido la tradicional tan buena era una pena y ahora vuelve a ser una joya”, dice desde su casa, a un paso del puerto. Si se le pregunta a Domingo por qué gusta tanto Castropol, lo tiene claro: “Es muy especial, tiene un paisaje único y a eso se le añade la gente del pueblo”.
Pero volvamos al inicio de la ruta. A Busto le gusta especialmente la esquina del parque Vicente Loriente donde se localiza la coqueta capilla de Nuestra Señora del Campo, muy cerca de la estatua dedicada al famoso marino Fernando Villamil. “Es un sitio que me encanta porque tiene arte, historia, cultura, literatura y naturaleza a un golpe de vista. Concentra la esencia del pueblo; aquí parece que se detiene el tiempo”, señala, antes de emprender paseo hacia la segunda parada: la plaza del Cruzadero.
En esta plaza se localiza el monumento al Pueblo Ejemplar de Asturias, distinción que la localidad recibió en 1997 de la mano del entonces Príncipe de Asturias, hoy Rey, Felipe VI. “Aquí se concentra la esencia de Castropol porque es Pueblo Ejemplar por la unión de sus vecinos, por el respeto a sus tradiciones y por el manenimiento del patrimonio cultural que le fue legado”, dice Busto parafraseando parte del acta del jurado de este prestigioso galardón. Apunta también que desde este punto se pueden admirar algunas de las edificaciones más singulares. Desde una de ellas, asomado a su balcón, saluda Roberto Frontera, natural de Puerto Rico, pero con fuertes raíces en la localidad. A sus ojos, Castropol es “un nacimiento puesto en una peña al lado de la ría; aquí todo es guapo”. Calle arriba da un paseo Ramón Díaz Canel quien subraya que la singularidad del pueblo radica en conservar las edificaciones tal y como eran hace décadas. Lo mejor, dice, “la gente, el clima y la ría”.
El tercer rincón elegido por Busto es La Mirandilla, uno de los miradores más especiales sobre el estuario, que permite contemplar la ensenada de La Linera (A Lieira, en la zona). “La ría define Castropol y lo bueno es que se puede ver desde todos los rincones y nunca es la misma, va cambiando, es magia pura”, añade la bibliotecaria. Desde este mirador, Busto señala la playa de Salías, pues allí se tomó en 1935 una foto para la historia: la del escritor Luis Cernuda acostado plácidamente en la orilla. Fue una de las muchas personalidades (Federico García Lorca o Dámaso Alonso son otros ejemplos) que recalaron en la localidad atraídos por la fuerza cultural de su potente biblioteca. A Cernuda le tocó venir un verano con pocos días de sol y, por eso, a su regreso a casa, escribió el relato “En la costa de Santiniebla”. La biblioteca diseñó hace años una ruta literaria para seguir sus pasos, que se hace bajo demanda. Pero La Linera esconde mucho más, por ejemplo, el parque de cultivo de ostras o el único astillero de ribera que queda vivo en Asturias: Astilleros Pacho.
La bajada al muelle desde el Ayuntamiento le gusta también mucho a la bibliotecaria. Apoyada en el muro del tramo final se puede contemplar una auténtica “postal costumbrista” de la ría y el puerto. Allí se emplaza el Club de Mar, otra institución en Castropol, pues ha formado a decenas de remeros en un deporte de gran arraigo. “Hacen una labor estupenda”, subraya Busto, antes de poner fin a su particular paseo por la capital. Pasan las dos de la tarde y llegan dos lanchas de pasaje cargadas de turistas. La mayoría forman parte de una excursión que salió de Madrid y a los que el viaje por la ría del Eo ha deslumbrado: “Me ha gustado mucho. Castropol es precioso”, señala Marisa Lorente. La ruta en barco es un buen plan, como también sentarse a contemplar la puesta de sol o leer un buen libro con vistas a la ría.
Cómo llegar
Desde Oviedo, hay que coger la autopista “Y” en sentido Avilés, donde enlaza con la Autovía del Cantábrico (A-8) que se recorre hasta el conocido como cruce de Barres. Ahí se toma la salida 501 en la que figura indicado Barres-Castropol y también Vegadeo, ambas localidades ubicadas en la carretera Nacional 640. Desde este cruce restan unos cinco minutos de conducción hasta llegar a la capital castropolense. Se puede optar por aparcar junto al teatro casino o probar suerte en el puerto.
No perderse
Es imprescindible perderse por las calles del casco antiguo (es Bien de Interés Cultural desde 2004) y descubrir la infinidad de atalayas que esconde, todas con excepcionales vistas de la ría del Eo, el estuario que une Asturias y Galicia. Tras el paseo, es una buena opción reservar para comer en alguno de los afamados restaurantes de la localidad y también debería ser obligado un paseo en barca por la ría. Son varias las embarcaciones operativas y hacen parada aproximadamente cada media hora en los puertos de Castropol, Figueras y Ribadeo.
Qué dicen
Si hay un producto del que presume Castropol es la ostra, pues aquí se concentra toda la producción asturiana de este molusco. Dos empresas (Acueo-Ostras del Eo y Ostrastur) se dedican al cultivo de ostra rizada, que nada tiene que envidiar a la ostra plana gallega. La firma Acueo tiene abierto un pequeño bar en frente de su parque de cultivo donde se pueden degustar.
3 comentarios
Nano -
Repito Ovidio a ver cuándo pagas un bastón de vino
Ovidio Vila -
Nano -