Roberto Frontera, profesor de Ecología en la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos). De familia castropolense, nacido en Puerto Rico, Roberto Frontera viaja dos veces al año a Castropol, donde acude a cuidar a un familiar y a reencontrarse con el pueblo que le enamoró desde que empezó a venir, con diez años. Y además de biólogo y profesor es anticuario especializado en telas y tejidos, como los mantones de Manila.
Roberto Frontera, de 57 años, es puertorriqueño de raíz castropolense. Su bisabuelo Carlos Conde, agente de comercio marítimo, hoy con avenida en Castropol, fue el primero de la familia en cruzar el charco, pero no se desvinculó de su tierra. «Toda la vida jugó una lotería y decía: si yo un día me pego, la mitad para mi pueblo y la mitad para mis hijos. Y un día, sobre los años cincuenta, se pegó y con el dinero hizo mejoras en Castropol». Roberto, como sus abuelos y sus padres, ha mantenido el vínculo familiar y emocional con Castropol, a donde acude dos veces al año y donde colabora en el diseño y colocación de las vistosas alfombras florales del Corpus, características de esta villa blanca sobre la ría. Es biólogo especialista en ecología microbiana y da clases de ecología y teoría de la evolución en Estados Unidos, en la Elizabeth City State University, que pertenece a los campus de Carolina del Norte. Algunas de esas clases las imparte online desde Castropol. Pero no sólo eso: también, desde los 19 años, es anticuario especializado en textiles selectos, como los mantones de Manila.
«Vengo a Castropol desde los diez años. Para mí era como una cosa de fantasía, de ensueño, y lo sigue siendo. Date cuenta de que venía de un sitio en que tenías que estar constantemente controlado y aquí en el pueblo nos soltaban. Era una libertad que nunca habíamos visto. En realidad, estábamos más vigilados porque aquí se sabía en casa lo que hacíamos antes de que llegásemos, jajajaja. Yo le cogí muchísimo amor y aprecio al pueblo».
«La vida que hago en Castropol es mejor que en ninguna otra parte. Quitando el vínculo emocional y familiar, te digo que la vida en España es muy superior a la vida en otro sitio que yo haya experimentado. Eso es algo que los españoles la mayoría de las veces ni te lo creen. Porque nosotros también en España nos gusta mucho quejarnos de todo eso. Es parte de la idiosincrasia. Pero aquí en España se vive muy bien. Es una vida muy tranquila y con un sistema de salud que es superior a ningún otro que yo haya visto. Habiendo sido tratado tanto en el norteamericano como en español, te puedo decir que en el español es muy superior».
«Escucho a los asturianos constantemente quejarse del sistema de salud de aquí. Y yo les digo que no saben lo que tienen. La sanidad en Asturias es excelente. Y en España en general, pero la que conozco mejor es la de Asturias. Estuve casi de muerte y a mí me sacaron adelante los médicos asturianos, me operaron en el HUCA».
«Cuando estuve pagando autónomos en España, pagaba menos aquí de Autónomos que lo que yo pago del plan de salud que tengo en Estados Unidos. Y eso que el pago sanitario que hago en Estados Unidos es de los mejores porque es el de los trabajadores del Estado de Carolina del Norte. Yo ahora mismo, para el plan de salud, me quitan unos 300 dólares al mes del cheque. Yo pagaba 320 euros de autónomos en España, y ya incluía pensión y toda la sanidad. Pero, además de esos 300 dólares que me quitan del cheque al mes, los primeros 2.000 dólares de gasto que haga todos los años los tengo que pagar de mi bolsillo. Aun así, lo agradezco muchísimo porque allí tú te enfermas y te vas a la bancarrota. Aquí, en cambio, todos los asturianos tenemos la misma atención sanitaria. Digo ‘tenemos’ porque yo me digo asturiano. Terra nosa, neno. En Estados Unidos tú llegas muriéndote a un hospital y si no tienes plan te montan en un taxi y te mandan a otro. Si te aceptan por Urgencias tienen que tratarte, están obligados por ley. Pero como no tienen dónde cobrar, pues...».
«Con los años he notado cambios en España. El más destacado es que tú ves en alguna gente una ansiedad por tener el tipo de vida americana, como si fuera mejor. Aquí yo me acuerdo que nadie compraba nada hasta que tenía el dinero contado. Hoy en día se vive todo lo contrario y en América se vive así, endeudado: tú estás esperando a morirte temprano para no tener que pagarlo todo. Yo creo que los de aquí tenían y tienen un paraíso y no lo saben ver».
«También noto el cambio en la comida. Aquí se comía muchísimo mejor y todavía se come muy bueno, pero tienes que buscarlo más porque ya te limitas a ir a un supermercado y entrar en todo el sistema de procesado, el típico sistema americano. Sin embargo, la patata mejor del mundo la habrá aquí, en el occidente de Asturias. La mejor patata que he comido en la vida es la patata labrada aquí. Pero te dicen: me sale más barato comprar los sacos vengan de donde vengan. Es verdad, pero la calidad la estás perdiendo. Cuando tienes que viajar desde EE UU hasta aquí para comerte una patata decente, como es mi caso, ya te digo yo si la labrarías».
(Todo cambia a una y otra orilla de ese «charco» que, por primera vez, cruzó su bisabuelo Carlos Conde. Estados Unidos, donde Frontera tiene su empleo, se está convirtieron en un potente agente exportador de comportamientos polarizados).
«Hay polarización a muchos niveles. Yo creo que estamos teniendo una polarización generacional que es bastante profunda. Estas nuevas generaciones están yendo menos a la universidad, ven la vida de una manera muy diferente y mucho de su aprendizaje viene de las redes sociales. Yo veo en las redes sociales esa polarización. Yo no soy antirredes sociales, al fin y al cabo es un instrumento como la imprenta. Los curas tampoco querían que la gente leyera libros porque iban a aprender mucho. El problema no está en el libro, está en lo que tú haces con ese libro».
«Mucha gente en Estados Unidos tenía todo el tema del racismo muy metido por dentro y tapado, porque no tenía libertad de expresarlo. Pero creo que al tener a Obama primero y luego a Trump, fue como si se abriese una puerta para decir todas esas cosas que tenían dentro. En ambos lados de la ecuación, quiero decir».
«Yo creo que estamos criando una generación que son así, como de pétalos de rosa. Con esta cultura de la cancelación, en Estados Unidos es como si quisiéramos borrar todo lo que nos pudiera ofender. Es escapismo, no es la realidad. Por ejemplo, quitando las estatuas de los Confederados lo que hacemos es decir que no existió. Muévelas, contextualízalas, ponles al lado la estatua del esclavo al que mató. Pero no puedes pretender que eso no existió. Es cierto que durante tantos años ciertas verdades se lavaban, se ignoraban y hay gente desesperada por reclamar eso. Pero no podemos darle a la historia hacia atrás. ¿Vas a derretir los altares de oro de Sevilla para mandarlo de vuelta a América? Eso ya es imposible».
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