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Castropol, Pueblo Ejemplar de Asturias

Bras, los móviles y el emperador que va en bolas

2 de Octubre del 2025 - Antonio Valle Suárez (Castropol)

Hoy no fuimos al diario paseo por culpa de la lluvia y el frío, pero nos encontramos los cuatro amigos de siempre en el bar de la gasolinera para tomarnos un café, ahora que se fueron los veraneantes. Dónde iba a ser, pues no hay otro bar en el pueblo, cerraron todos.

Cada día que pasa admiro más a mi pesado amigo jubilado Bras. No solo porque sea mi amigo, sino porque es un crack de esos que te dicen las verdades como puños, pero con retranca, para que no duela tanto el bofetón.

-¿Sabes lo que pasa contigo? -me soltó delante de todos, señalando a mi móvil recién estrenado-, que vas armado hasta los dientes con esa chatarra de última generación. Crees que es tu espada láser que te protege, pero en realidad es el colador por donde te pueden vaciar la cartera, te meten miedo y, de propina, te dicen lo mal que hueles. Y encima pagas tú la factura mensual -Bras estaba lanzado, y prosiguió-. A través de ese cacharro nos tienen fichados, vigilados y entretenidos con vídeos de todo tipo para escoger después de dar el ok a los cookies y, claro, cuando te das cuenta ya no eres un ciudadano respetado, eres simplemente un cliente cada vez más mangoneado y ordeñado por el método que sea... Y de los malos, porque ni protestar sabes. Yo intenté poner cara de intelectual, pero Bras me remató leyendo una chuleta que traía en el bolsillo de su vieja chaqueta de pana:

-"Tata Motors (que fabrica los lujosos Jaguar y Land Rovers) lleva más de un mes sin fabricar un solo coche y nadie sabe cuándo volverá a hacerlo. Con la incertidumbre de que hay 300.000 empleos en la cuerda floja, entre plantilla, empresas de componentes, concesionarios y otros satélites. La mayor automotriz británica está perdiendo más de 82 millones de euros al día, mientras los contribuyentes ingleses sin saber que les tocará pagar los más de 1.500 millones de pufo que ocasionará la cosa". Y no es porque hagan coches malos, no -siguió relatando Bras, ahora sin leer-. Parece ser que es motivado porque el 31 de agosto pasado sufrieron un ciberataque de la mano de un grupo de hackers adolescentes. Les tumbaron los sistemas informáticos internos de la compañía y se quedaron indefensos y a merced de lo que venga, que parece muy gordo.

Me asaltó un flechazo de repente, haciéndome ver que lo peor es que tiene razón Bras. El futuro pinta en tecnicolor, sí, pero en el móvil tenemos al alcance de la mano series, apps, lucecitas. La vida real, en cambio, se nos viene encima en blanco y negro, con nóminas frágiles, trabajos efímeros, jefes que parecen influencers y nosotros, jubilados acongojados, por no decir otra cosa peor, pensando en que cualquier día puede aparecer un virus por ahí que nos deje sin pensión o nos birle los sudores que cada uno pueda tener en el banco.

-Al final nos van a vender como progreso que Alexa nos avise de que nos han timado a través de las redes; o que Siri nos recomiende una app para respirar hondo mientras buscamos qué comer en la nevera, o que somos los mejores buscando cosas en Google -sentenció Bras.

Yo, tan aturdido me vi, que me marché sin despedirme, con un nudo en el estómago, mientras Bras se quedó silbando. Marché envidiando la posición de Bras, que tiene un viejo móvil solo para llamar a su mujer, por si se retrasa, y solo enterándose de las noticias por la radio y por los periódicos que pesca gratis en la biblio. Y pensé: cuando ocurren ciberataques de tan descomunal calibre sufridos por una multinacional, ¿qué me puede ocurrir a mí, infeliz sapiens de a pie, que como muchos jubilados manejo alegremente un teléfono móvil con capacidad para comprar, vender, guasapear y demás lindezas desde él, sin la más remota idea de la bomba atómica que llevo encima con la espoleta quitada? Me da la sensación de que a partir de ahora voy portando una pistola cargada y sin seguro, en el bolsillo, en vez del teléfono.

Menos mal que Bras existe, porque entre tanta miseria digital que nos queda grande a muchos, alguien tiene que hacernos recordar de vez en cuando aquella frase lanzada por un niño en una fábula de Andersen: "¡Pero si no lleva nada puesto!" (refiriéndose al emperador que va en pelotas). Y aun así le pagamos la colada.

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