La Canela cumple ochenta años y se reinventa en el polígono de Barres: conoce la historia de la popular ferretería de Castropol
"Es un negocio de confianza, donde siempre se atendió bien a la gente y la prueba es que tenemos clientela de siempre", señala el empleado más veterano de esta firma que acaba de estrenar instalaciones
Mari Nieves Rico con sus hijos Dani y Ángela en el exterior de su empresa, en el polígono de Barres. / T. CASCUDO
Ochenta años de historia abrigan a La Canela, una ferretería de las de “toda la vida” que acaba de dar el salto al polígono industrial de Barres, estrenando unas modernas instalaciones con una superficie útil de 1.400 metros cuadrados. “Es un negocio de referencia en la zona, de confianza, donde siempre se atendió bien a la gente y la prueba es que tenemos clientela de siempre”, resume Jorge González, el empleado más veterano de esta empresa familiar que regentan Mari Nieves Rico y sus hijos, Dani y Ángela Fernández. Ambos representan la cuarta generación de esta popular ferretería, la decana y única del municipio de Castropol.
La Canela nació en el pueblo castropolense de Barres, en el año 1944. Era entonces una tienda-bar donde se podían encontrar los más variados productos y fue evolucionando con los años hasta convertirse en el negocio que es hoy en día. El 1 de marzo del año 2000, Mari Nieves y su marido, Paco Fernández, tomaron las riendas del establecimiento, con la incombustible ayuda de Jorge González, que lleva nada menos que treinta y tres años trabajando en la ferretería. “Entré con 17 años y tengo 50. Al principio había muchas menos cosas, era ‘sota, caballo y rey’; pero, ahora tenemos de todo, desde tornillos a maquinaria”, relata este hombre que nació a unos metros del local original de La Canela. A su lado, la propietaria apunta otro dato: “Siempre se dio facilidad de pago a todo el mundo, nunca se cerró la puerta a nadie. Se apuntaba en una libreta y la gente pagaba cuando podía”.
Daniel Fernández tras el mostrador. / T. CASCUDO
Fue en 2021 cuando los propietarios afrontaron la difícil decisión de mudarse al polígono de Barres. “Pensábamos que teníamos una oportunidad para dar un impulso relevante al negocio en unas nuevas instalaciones y dinamizar nuestra propuesta con más productos y servicios”, relata Mari Nieves, que nació en París y volvió por amor a la tierra natal de su familia. Explica que fue su marido el que dio continuidad e impulso al negocio, sin perder a la numerosa clientela a la que dan servicio, desde particulares hasta empresas de todo tipo, especialmente del sector de la construcción. Paco Fernández, una persona muy querida en la zona, falleció de manera repentina en el año 2017, pero dejó una huella imborrable, no solo en su familia, sino en La Canela. Tanto es así que el nuevo logo del establecimiento cambia la “E” por un “3”, en recuerdo al número de la camiseta con la que tantos partidos de fútbol jugó el castropolense.
La Canela puede presumir ahora de unas modernas instalaciones, bajo la gerencia del benjamín de la familia. Dani Fernández no había pensado nunca en tomar las riendas del negocio, pero ahora está satisfecho con la decisión y orgulloso del resultado de una obra que comenzó en enero de 2023 de la mano de la firma lucense Inducon Teco. El pasado diciembre abrió al público la nueva nave, que está recibiendo el aplauso de los clientes. “La gente nos felicita y el boca a boca está funcionando muy bien. En el polígono ganamos visibilidad y comodidad”, reflexiona Mari Nieves Rico, satisfecha con el cambio. Tanto es así que están notando más afluencia de gente de la normal en un mes de enero y muchas caras nuevas. Los datos así lo reflejan, pues han contabilizado un aumento notable de las ventas.
Mari Nieves Rico coloca la exposición dedicada a vajilla. / T. CASCUDO
En este negocio es posible adquirir desde baldosas para la cocina a ropa de trabajo, pasando por las más variadas herramientas y hasta menaje del hogar. “A La Canela se viene a todo. Desde buscar la pieza más pequeña a adquirir maquinaria eléctrica o pintura, especialmente la que vendemos para embarcaciones”, cuenta Jorge González, que ejerce muchas veces de “adivino” para descubrir lo que busca el cliente.
“A veces hay que adivinar porque te llegan pidiendo un chisme”, bromea el veterano empleado. A su lado, Ángela Fernández alaba la habilidad de este hombre que es capaz de encontrar la pieza exacta que le piden al otro lado del mostrador, aunque haya que buscarla en una caja escondida en el fondo del almacén. Interviene Mari Nieves para explicar que “Jorge no solo conoce las piezas, sino que hace lo posible para reducir el gasto del cliente, que a veces viene pidiendo un grifo cuando solo necesita una pieza de treinta céntimos y eso da confianza a la gente, por eso tenemos clientela de tantos años”. El equipo lo completa Ricardo Sánchez, el chófer de la ferretería, encargado del reparto de los materiales de obra.
La exposición de la planta superior de la nave. / T. CASCUDO
La Canela se localiza en una parcela de 3.900 metros cuadrados en la nueva fase del polígono de Barres, donde cuenta con 400 metros cuadrados de tienda, 600 metros cuadrados de almacén y 400 metros cuadrados de exposición, además de un amplio aparcamiento. No solo han modernizado el equipamiento físico, sino también el virtual: están acabando la informatización del inventario, tienen más presencia en redes sociales y, muy pronto, estrenarán página web. Se podría decir que la firma castropolense sonríe al futuro en el año de su ochenta cumpleaños y, añaden sus responsables, con la ilusión puesta en alcanzar con éxito el centenario.
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