Un tren fiable para el corredor del Cantábrico
¿Por qué seguimos viajando como en el siglo pasado, en lo que a tren se refiere? Necesitamos como agua de mayo un tren que no tenemos, que debería de ser rápido y accesible para todos. Ha de ser lo suficientemente ágil y eficiente como para unir todas las poblaciones diseminadas a lo largo del Cantábrico, desde San Sebastián hasta Santiago de Compostela, y a una velocidad adecuada. Ni que sea un lujo como el contemplativo Transcantábrico, reservado para unos pocos, ni tampoco una matraca con dos vagones como el que actualmente tenemos a mano las gentes de a pie. Un tren plagado de averías, que camina brincando a mínima velocidad por los raíles, amenazando con descarrilarse al menor descuido. Esa herramienta cotidiana es necesaria para miles de personas que hoy día están obligadas a desplazarse para trabajar, estudiar o simplemente para disfrutar de su tiempo libre y que ahora lo hacen en su utilitario, que, muchas veces, lleva a una sola persona.
El Transcantábrico, ese tren turístico de lujo, no está nada mal, pero está pensado solo para quienes pueden pagar tarifas elevadas por una experiencia exclusiva, amén de no tener prisa alguna por llegar al destino marcado. Para el resto, para la mayoría de la población que es currante y jubilada, la alternativa es el Feve, una red de trenes de vía estrecha que gozan de una lentitud tercermundista; con un total síntoma de abandono, demostrando una falta de inversión en estas infraestructuras creadas para uso de la llamada clase media y baja y tan necesarias para que un país funcione bien.
Por otra parte, viajar en tren, ese gran desconocido en esta parte de España, sigue siendo una experiencia casi exótica. En lugar de ser una opción práctica y cotidiana, como ocurre en otras regiones de Europa, e incluso de nuestra España, parece más un capricho ocasional. Y, sin embargo, debería ser todo lo contrario, dado que el tren ofrece ventajas innegables: ahorro de tiempo y dinero, despreocupación por el aparcamiento, escapar de las multas de tráfico y la posibilidad de disfrutar, por ejemplo, de un par de vinos sin tener que pensar en conducir de vuelta a casa.
Después de lo dicho, hoy me apetece comentar, para conocimiento de aquellos lectores que no conocen o no palparon este medio, un pequeño ejemplo de lo vivido hace días en el viejo tren de Feve, en el trayecto entre Castropol y Viveiro. Con un viaje gracias a los bonos promocionales disponibles para los meses de mayo y junio, este viaje puede salir prácticamente gratis al usuario. Pero ni con esas, pues va con una escasa docena de personas en cada viaje. Durante casi dos horas se puede disfrutar de una excursión encantadora. Al subir al tren, mi primer recuerdo fueron aquellos viajes desde Oviedo en el mismo tren, allá por el año 1974. Ahora prácticamente viene solo o con algún que otro turista, con vestimenta y atuendos para caminar. El paso lento por las poblaciones de El Valín, San Juan, Vilavedelle, Vegadeo, Porto, Ribadeo, Rinlo, Foz, Burela, hace que contemplemos hermosos paisajes de mar, playa y montaña. El regreso a las 17.00 horas tras una jornada relajada. Una maravilla para jubilados pero... no para los currantes que tienen el tiempo y el dinero contado.
La experiencia se vuelve aún más entrañable si, como en algunos trenes del altiplano sudamericano que vemos en los documentales, aprovechamos el viaje de vuelta para comer a bordo una tortilla, empanada o cualquier otra vianda asequible, disfrutando al tiempo del paisaje que se despliega por las ventanillas a un ritmo pausado y, nunca mejor dicho, acompañado del chacachá del tren.
Un tren para vivir y conectar, no solo para soñar. No es el "Andean Explorer", pero casi, en lo que a hermosas vistas se refiere; pero no apto para aquellos que tienen la hora marcada para llegar.
Este tipo de iniciativas demuestran que hay un potencial enorme por explotar. Un tren rápido -no necesariamente de alta velocidad, pero sí moderno y fiable, semejante a los "Cercanías"- podría transformar la vida en el Cantábrico; vertebrando el territorio, impulsando la economía local, haciendo el trabajo de la actual sobre flota de pesados camiones, fomentar el turismo interno y mejorar notablemente el transporte para miles de personas.
No hace falta soñar con futuristas trenes magnéticos o Hyperloops tecnológicos. Solo se necesita voluntad política, inversión en infraestructuras y una visión clara a tener en cuenta: El tren no es solo un medio de transporte, es una herramienta de cohesión social, un motor de desarrollo y una manera inteligente de cuidar del medio ambiente.
Hoy más que nunca, el Cantábrico necesita subirse al tren del futuro que, precisamente, no hace falta que sea el AVE. Y, cuanto antes, mejor sería para todos.