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EXCURSIÓN ORGANIZADA POR AMAS DE CASA DE CASTROPOL
Publicado: 07/09/2016 16:14 por castropol en sin tema
El simbolismo de tener cerrada en agosto la biblioteca de este municipio del Occidente
Antonio Masip
Una ilustre personalidad de la cultura a la que estimo me escribe muy preocupada porque la biblioteca pública de Castropol cierra el mes de agosto.
Es ciertamente una barbaridad no exenta de lamentable simbolismo. En el Castropol de la primera mitad del siglo pasado floreció uno de los mejores proyectos bibliotecarios que en la Humanidad han sido: la Circulante que apadrinaban los Loriente Penzol.
Sus efectos, pese al declive sufrido por la inclemencia cultural del país como consecuencia de la guerra incivil, se siguen sintiendo. Es lo mismo que sucede, al margen de niveles, a la librería de Alejandría, en su día la más estimable recopilación de manuscritos imaginable, que unos mecenas suecos, que me contactaron en mi tiempo parlamentario, querían seguir impulsando.
Xabier Fernández Coronado tiene en KRK un magnífico libro dedicado al heroico activismo de la histórica biblioteca castropolense, y don Luis Legazpi, en muy diferente dimensión investigadora, hizo un folleto conmemorativo.
María Moliner, Leopoldo Alas Argüelles, Manuel Bartolomé Cossio y otros eminentes intelectuales aseguraban que la solución española era crear "¡mil castropoles!", frase que tomó legítimamente mi admirado Aurelio Menéndez para referirse a la magna obra del colegio rural de Ibias, que cuenta con una comunidad escolar entrañable.
En Oviedo se perdió la oportunidad de la biblioteca de primeras ediciones de poesía hispana que Manolo Lombardero atesora en Esplugas de Llobregat. Manolo ha sido el alma del Premio Planeta, y es bibliófilo empedernido. Su biblioteca especializada pudo estar en Asturias en el tiempo y la oportunidad de la puesta en marcha, luego frenada en seco, de la Fundación Ángel González. La antigua biblioteca pública del palacio de Toreno en la ovetense plaza Porlier hubiera sido lugar idóneo pues el espíritu de una biblioteca permanece durante años aunque se haya trasladado, como fue el caso a El Fontán.
En fin, me duele que ese espíritu castropolino se valore tan poco como para dar un cierre estival, época inmejorable para el fomento lector. A no olvidar que fue a punto de iniciarse setiembre de 1932 cuando visitó la biblioteca Federico García Lorca, del que Domingo Martínez, tan buen alcalde durante veinte años, me manifestaba con legítimo orgullo cómo se conservaba un libro rubricado que el gran poeta entregó personalmente allí. Fue también en verano, agosto de 1935, cuando no por casualidad, Luis Cernuda y Miguel Prieto participaron tres semanas en las Misiones Pedagógicas. En el volumen homenaje a José Luis Pérez de Castro, del RIDEA, doy noticia de esa histórica presencia.
A la larga, habrá que pedir ¡un castropol para Castropol! en agosto.

Esta foto, por detrás pone "Castropol" aunque dudamos que lo sea.

Esta foto de Castropol, hecha desde donde hoy se encuentra el parador de Ribadeo, fué publicada hoy por nuestro buen amigo Vivín en Facebook.
Publicado: 27/09/2016 12:17 por castropol en sin tema
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Bautizo lento en Castropol
By Carlos Frontera on septiembre 28, 2016 Nómadas y Nativos, Rutas y Guías
Asturias, una damisela enamorada al ritmo de la gaita
Si hace cuatro días alguien me hubiese dicho que dentro de unas horas estaría abordando un vuelo que me llevaría de vuelta, después de 16 años, a uno de los rincones que más emociones evocan dentro de mí, donde la poesía se vuelve paisaje y el paisaje se vuelve la melodía que entona la gracia de recuerdos, amores y desamores, sueños y desvelos; jamás lo hubiese creído.
Abordamos, el equipaje de mano ya en su sitio, se cerraron las puertas y esperando a que el avión de Iberia comience a moverse en la pista de San Juan de Puerto Rico, los pensamientos chocan en una despavorida huida al recuerdo de aquel primer viaje ya hace casi cuarenta años. Fue cuando mis abuelos estuvieron dispuestos a llevar a este niño de ocho años a conocer su casa en Asturias y a donde luego volvería muchos veranos. Las imágenes y los buenos recuerdos son tantos. Muchas son las emociones, la ultima vez que salí de Castropol lo hice pensando que volvería al año siguiente y luego se volvió el siguiente y el siguiente, hasta que pasaron los años uno detrás de otro sin poder vislumbrar un regreso… ya hace más de 16 años.
Las siete horas y media de vuelo se fueron entre recuerdos, llegamos sin contratiempo, me acerqué al área de coches de alquiler donde me entregaron un compacto del año, mi corazón quería estallar, mi cuerpo cansado del viaje pero mis ansias de llegar a Asturias podían más, decidí no pasar la noche en Madrid y me encaminé por la A-6 en dirección A Coruña, pensé que si me dominaba el cansancio podría quedarme en el camino, llegar a Tordecillas o quien sabe si hasta Benavente.
Este mismo recorrido lo hice con mis abuelos en un Chevelle del 65 que habían llevado desde Puerto Rico. En aquel entonces salimos de los Jerónimos para conducir trece horas de camino atravesando el Puerto de Pajares. Ahora muy diferente recorrer los paisajes de Castilla con sus pinos piñoneros, ya no es necesario atravesar cada pueblo con sus semáforos advirtiendo que hay que reducir la velocidad, ni hay que esperar que el pastor con sus ovejas atraviese la carretera, ni se ven las abuelas con el luto acérrimo vestidas de negro, sentadas en el quicio de la puerta.
Todo eran recuerdos que esbozaban sonrisas tras sonrisas cuando llegue a Tordecillas, me detuve a tomar el primer cortado en España y si este me supo a gloria, mayor fue la alegría al ver que sacaban una bandeja de pepitos de ternera, un manjar para aquellos que llevamos décadas sin saborear la simpleza de un gusto tan cotidiano. ¿Detener el viaje? ¡ni pensarlo! recobradas las fuerzas para continuar con grandes expectativas y entusiasmo hacia la Asturias, verde de montes y negra de minerales, como bien se canta.
Llegue a Benavente y en lugar de desviarme para tomar la ruta de la plata, preferí continuar en dirección a Lugo, pasar el Pedrafita tomar el desvío a Meira y encaminarme en dirección a Vegadeo. Comencé a sentir el frío de estas tierras y a ver la rivera del río Eo, la carretera le bordea dejando ver la belleza de la vegetación, sus aguas cristalinas, los cotos de pesca y de caza. Mientras más cerca me encontraba mayores eran las emociones agolpadas en mi pecho.
Llegó el momento de entrar definitivamente en Asturias, pasar el puente sobre el río y ver la antigua aduana de Asturias a la derecha, donde hace años escuché a mi abuela decir “terra nosa” y así mismo ella también escucho a su padre en el mismo lugar cuando volvieron después de la guerra. Hoy no venia ninguno de ellos que lo repitiese pero mis oídos no cesaban de escucharlo y mi corazón de repetirlo.
Dejando a Vegadeo atrás ya sólo restaban minutos para ver la Villa de Castropol. Llegue a San Roque y entré por la avenida franqueada por arboles que forman un túnel mágico de cuentos de hadas y encantos, de inmediato me desvíe para pasar frente el Palacio de Valledor, continuando por detrás de Villa Rosita, hasta que ya con lagrimas en los ojos tenia de frente la casa de la abuela. Ella no estaba, ya no se asomaba en la galería a lanzar migajas de pan a los pajarillos, pero muy bien que la podía ver asomada.
Asturias es una damisela enamorada al ritmo de la gaita, una tierra que encierra la magia cautivadora del paraíso encantado que cautiva el corazón del que logra ver su desnuda belleza, esa que se esconde en ocasiones tras la niebla que solo deja ver con recelos su silueta dibujada sobre el lienzo del cielo o de la mar y en otras ocasiones se descubre ante el sol brillante para dejarse galantear por los suspiros de quien la ve en su mayor esplendor.
Aquella noche volví a dormir como un niño y a despertar como aquella primera vez, la niebla que subía de la ría entrando por la ventana creando un ambiente perfecto para transportar a cualquiera en el tiempo, las gaviotas cantando posadas en los tejados de pizarra, lo único que en esta ocasión no se escuchaba la voz de la pescantina gritando “hay pescau vivu” o de la señora que traía las piñas de pino para la estufa de leña. Las cosas han cambiado en la practica de hacer la vida. Pero sin duda Castropol continua galante y señorial recostado sobre la ría enamorando a quien entra por sus calles donde se abre el corazón de su gente para abrazar al caminante de paso o que vuelve, al veraneante que repite, o los que nos sentimos parte desde la distancia, aunque nos medien siete mil kilómetros.
Ahora he vuelto a contar nuevamente los días para volver.