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La llegada de las redes sociales a nuestras manos hace unos años nos puso en bandeja de plata las comunicaciones entre grupos de seguidores o followers. Desde entonces, con el más mínimo de los esfuerzos, te puedes enterar de todo lo que se menea, desde la puerta de tu casa, a lo largo del planeta y fuera de él, sin moverte de la cama siquiera. Puedes estar confraternizando desde ella, desde la cocina, la terraza, la playa, el mar o hasta desde el mismísimo excusado. Se acabó la necesidad de tener que salir a la compra, a paseo, al bar, a las tertulias en directo con los amigos, para poder enterarse de todo lo que sucede. Todo, todo lo que te puedas imaginar, de una u otra forma, está en las redes al alcance de todos. Todo este cambio garrafal en la información de caleya, nacional e internacional, en todos los campos -las llamadas news-, ahí la tenemos a golpe de tecla, sin necesidad de sintonizar radios, televisiones o comprarnos periódicos.
Creo que los más disgustados y a contrapelo con este tremendo cambio generacional estamos siendo los mayores. Sin ir más lejos, el grupo que formamos media docena de jubilados en nuestro diario paseo, capitaneados por nuestro pesado amigo Bras, así lo palpa. Hablamos mucho y de casi todo, pero ahora, con las mascaritas que usamos, sentimos que merman nuestras palabras e incluso se modifica el tono de las mismas, teniendo que mirar, a veces, al interlocutor para saber quién es el que habla. Bras es el único que mantiene la figura con su voz radiofónica. A propósito, en nuestra última salida de paseo hasta el Molín de as Acías, Bras nos fue platicando con un tema de rabiosa actualidad, aparte del de las redes, en las márgenes de la ría del Eo, en esta canícula. Nos dijo: "¿Qué os parece el tráfico este verano en la ría, sobre todo en este mes de agosto? Nunca tal se vio en nuestra dilatada vida. Mirad, docenas y docenas de embarcaciones de todo tipo: yates, lanchas, botes a vela -de siempre estos en la ría-, chalanos, piraguas... la surcan sin control ahora por sus cuatro puntos cardinales. Sin respeto alguno, las motos de agua a todo gas los van sorteando a todos para no colisionar levantando, junto a otras rápidas embarcaciones, olas que amenazan con echar a pique a las más pequeñas, muchas de ellas cargadas de niños y gobernadas por inconscientes mayores. Lo nunca visto. Este año navegan de día y de noche. La otra noche, con calor sofocante, no podía dormir y bajé a darme un paseo hasta el muelle. De la oscuridad venía una música al alta la lleva, con una letra que me perturbó: '...ella es callaíta pero pa'l sexo es atrevida, yo sé, marihuana y bebida gozándose la vida...'. Pronto se dejaron ver dos embarcaciones navegando en paralelo, vertiendo música, llenas de luz, con jóvenes bailando en su interior y en cubierta. Pasaron bordeando la costa con rumbo desenfrenado hacia la ensenada de Llan. Allí suelen fondear, amarradas por los costados, hasta más de media docena de embarcaciones por las que se salta de una a otra, mezclándose en una bacanal. Yo me pregunto -prosiguió Bras- ¿no habrá autoridad alguna que ponga coto a estos desenfrenos que se producen de día y de noche en nuestra ría en este mes de agosto?, porque en otros meses sí que está más vigilado. De seguir así surgirá algún abordaje que traerá alguna desgracia. Para poder gobernar cualquier embarcación habría de exigirse un título de competencia marinera, acorde a los metros de eslora de la embarcación y su potencia, lo mismo que se exige para un vehículo terrestre a motor. Con él, y con los conocimientos que conlleva, evitará el patrón colisionar, abordar a otras embarcaciones, quedar varado a bajamar y demás posibles accidentes que suelen ocurrirle al no ducho en la materia". Y terminó su arenga Bras con esta pregunta: "¿Cómo es posible que cualquier ciudadano de a pie, mostrando su simple carné de identidad, pueda presentarse en el muelle, alquilar una embarcación de hasta 5 metros de eslora y lanzarse a navegar sin más, con el inmenso peligro que ello conlleva?".
Llegué a casa pensando que Bras ahora, a sus años, sentía envidia hacia esas diversiones de los jóvenes y, con la desconfianza que dan los años, hurgué en las redes sociales a mi alcance para ver qué había de verdad en lo dicho por Bras. Me quedé de piedra al leer en una página del Gobierno de España, Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, lo siguiente: "Titulaciones de recreo. No se necesitará titulación náutica de recreo para el gobierno de embarcaciones a motor con una potencia máxima de 15 CV y hasta 5 metros de eslora, las de vela hasta 6 metros de eslora...".
Por mi parte, una vez sabido esto, solo me queda pedirle a Dios el tener conocimiento de cuándo va a salir a la ría, guiado por manos inexpertas, algún pepino de esas características, para dar aviso a familiares y amigos rogándoles se queden en la orilla. Esa legislación, a mi pobre entender de jubilado, es como poner un tráiler de 30 toneladas, o una ametralladora cargada, en manos indocumentadas que, casi siempre, suelen ser inexpertas. Como siempre vendrán las lamentaciones por parte de todos cuando ocurra algún desgraciado siniestro y, entonces, ya será demasiado tarde. Agosto ya ha pasado, pero las autoridades competentes debieran de ir legislando con cabeza y buen pulso para el que viene.
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