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Tras quince días desde la publicación de mi primer comentario sobre el plano de la Ría del Eo, dibujado en 1605 por Bartolomé Muñoz, debo añadir algún otro comentario, aceptar alguna crítica recibida y puntualizar alguna cosa. Vayamos por partes.
En el texto remitido hace quince días se ha deslizado algún error mecanográfico y de concordancia que la benevolencia de los lectores sabrá disculpar. El más importante, a mi modo de ver, es escribir As aceñas, cuando debería ser As Aceñas.
Por las aportaciones de Antonio Murias, Miguel Vila y Phil Gueirolo, podemos llegar a la conclusión de que el nombre de Leste aplicado al viento del este era lo correcto en aquella época y que, aún hoy, es una palabra usada en ciertas zonas de España, al menos entre gente de mar. Además, nos dice Phil Gueirolo que esa denominación se mantiene viva entre la gente de mar de la zona, que utiliza también, para referirse al este, dicha palabra. Así pues, habremos de convenir que D. Bartolomé Muñoz la escribió correctamente.
Sobre el aspecto del mapa debo añadir la observación de que las dimensiones del dibujo están bastante proporcionadas; es decir, que comparando el plano comentado con cualquier carta náutica moderna, se puede observar que no existe una distorsión exagerada de la imagen que ofrece el contorno de la costa. Es más, si se compara este plano con otros más modernos, aunque también cargados de quinquenios –por ejemplo, el que aparece en “El Atlas del Rey Planeta”-, llega uno a la conclusión de que D. Bartolomé Muñoz sabía bien lo que se traía entre manos.
Y sobre la escala del mapa, añadir que un pié castellano equivalía a 28 centímetros –el pié inglés, a 30,5 centímetros; ya se sabe, los británicos tienen fama de más altos-, lo que nos lleva a que un paso castellano equivale a 70 centímetros. Y mil pasos, a 700 metros.
Una cuestión que debo matizar es lo relativo al sistema de transporte utilizado para bajar la madera a los astilleros. Yo afirmé que tal sistema era el de “trenes” de troncos flotando por el río. Siendo rigurosos, de la leyenda del plano no se puede deducir tal cosa. Ahí me permití una pequeña pirueta en el razonamiento y llegué más allá de lo que el estricto sentido de la leyenda del plano permite.
El plano lo que dice es “Río de Abres por donde baja la madera a los Astilleros”. Ello ratifica sin discusión que la vía de comunicación utilizada –al menos la preponderante- era la corriente de agua del padre Eo y su continuación como estuario. Pero no permite afirmar en rigor que el medio concreto fuese que los propios troncos flotasen en el agua. La verdad es que también podían haberse bajado “por el río de Abres”, pero no flotando, sino a bordo de lanchas o barcazas.
Eso es cierto, pero a favor de que no era así, sino en forma de “trenes”, puede manifestarse lo siguiente: (i) tales barcazas sólo podrían navegar desde la Ría de Abres (atención al nombre, a los efectos del debate sobre denominaciones), y contando con un tiempo limitado, por la existencia de las mareas, para efectuar la maniobra de cargarlas; (ii) esa limitación en la penetración de la marea reduciría mucho la eficacia del sistema (la mayor parte del valle del Eo quedaría lejos del punto de carga); (iii) utilizar las barcazas exigiría una maniobra adicional de movimiento de los troncos, es decir, cargarlos en la barcaza y descargarlos en Figueras o Ribadeo al propio astillero o en algún lugar de almacenaje en espera de su embarque para la exportación, mientras que el sistema de “trenes” elimina la primera de las maniobras y permite el aprovechamiento del cauce del río desde mucho más arriba y, por lo tanto, con más caída de los aprovechamientos forestales; y (iv) está constatado el uso de la técnica de “trenes” de troncos en varios lugares de Asturias, y también del resto de España. Por lo tanto, aún aceptando que no existe una prueba irrefutable a favor de los “trenes” de troncos flotando por el río, yo me inclino, sin reparo alguno, por dar como segura la utilización de esa técnica.
Otra cuestión a matizar es que yo afirmo que Colón, en su primer viaje, pretendía el descubrimiento de Cipángo, cosa totalmente incierta. El Cipángo ya estaba descubierto y gozaba de muy buena fama de atractivo mercado y fuente de riquezas. Lo que Colón buscaba era un camino hacia Cipángo por el oeste; y fracasó estrepitosamente en eso, pues se encontró con un nuevo continente que casi llegaba de polo a polo. Además, se equivocó en el cálculo del tamaño de la Tierra. Y probablemente tardó tiempo en darse cuenta de la cuestión.
Acierta Antonio Murias al denominar portulano a lo que yo denominé plano. Y añado ahora que, según el Diccionario del Español Actual de Manuel Seco, en el siglo XIII (cuatro siglos antes que nuestro mapa) aparecen los primeros portulanos, y que había dos focos de producción de los mismos, en Mallorca y en Génova.
Afirma también Antonio Murias que le llama la atención la ausencia de cualquier referencia a la existencia de tesones. Es cierto. Gráficamente no aparece ninguno, aunque una completa trascripción de la larga leyenda que no conseguí descifrar nos podría deparar alguna sorpresa. No obstante, caben también dos explicaciones: (i) que los tesones no eran tan exagerados con lo son hoy; y (ii) que a las embarcaciones para quienes iba destinado el mapa (de propulsión a vela y de cierto porte) jamás se les ocurriría penetrar en la ría más allá de Porcillán, que, incluso hoy, está libre de tesones. No conozco ninguna referencia que permitiese establecer cual podía ser la situación de calados en el interior de la ría en el siglo XVII, pero de lo que sí tenemos evidencias directas -por haberlo vivido- y por fotografías antiguas es que los tesones han crecido considerablemente en el último siglo. Analizar sus causas y soluciones sería otro debate diferente.
Víctor de Primote sugiere que la estructura de los caseríos de las tres poblaciones le parece interesante. Como bien dice, las dificultades al ampliar la imagen son importante, pero, sinceramente, yo he vuelto a mirar los caseríos respectivos y creo que no responde a la intención del dibujante la de reproducir el entramado de calles de entonces. Quizás el caso más evidente es la calle recta que, en Ribadeo, asciende desde Porcillán hasta Las Cuatro Calles. Esa calle debe ser de las más antiguas de Ribadeo, y no se le hubiese escapado a D. Bartolomé.
Por lo tanto, opino que no creo que estuviese en la intención del dibujante reflejar la estructura de calles de las poblaciones, sino tan sólo poner de manifiesto la existencia de una aglomeración urbana y la importancia relativa de ellas –aquí lo de los edificios amurallados con torres-. Como bien afirma Antonio Murias, los portulanos y cartas náuticas, incluso las más modernas, desprecian todo lo que sea interior, excepto para señalar algún accidente geográfico o punto de referencia que los navegantes pudiesen utilizar para situarse desde el mar.
También comenta Víctor la muy probable inexistencia de infraestructuras portuarias, en lo que coincido. Pero, como ya dije, sí creo que los astilleros existentes debían de contar, como mínimo, con una rampa para varado y botadura de embarcaciones. Por supuesto muy elemental, pero que debía respetar, al menos, tres cosas: (i) la existencia de un plano inclinado con pendiente uniforme, o casi, (ii) que la superficie de ese plano inclinado estuviese compactada y firme, para permitir que hombres y animales pudiesen ayudar a la maniobra; y (iii) que permitiese la colocación permanente o transitoria de rieles de troncos para desplazar a las embarcaciones.
Miguel Vila nos comenta que la carabela Santa María, la capitana de Colón, fue llamada anteriormente La Gallega, aunque sus tripulantes la denominaban Marigalante, y que su lugar de construcción fue Galicia, cosas todas ellas en las que coincido.
En cuanto a la denominación Castripol, que tantos ríos de tinta aportó al debate, yo sólo puedo decir que la única vez en mi vida –hasta ahora- que oí semejante expresión lo fue a un compañero de trabajo de hace muchos años, que es del occidente astur, y dicha en plan de chiste o “coña marinera”, y discúlpese la mala educación.
Luis López-Cotarelo Villaamil
Marzo de 2008
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